El país está expectante. El gobierno se halla extremadamente nervioso.

En todo momento da palos de ciego. Sus altisonantes amenazas ya no causan ningún efecto en la población. Hay una decisión irreversible, para utilizar el término que tanto les gusta. La gran mayoría de los venezolanos ha resuelto ponerle punto punto final a esta fábrica de dolores y locura, como una vez la definimos. Han colocado, y faltan todavía, todos los obstáculos del mundo para impedir el normal desarrollo del próximo proceso electoral. Plazos que violan flagrantemente las normas que rigen la materia, además impiden que las organizaciones políticas normalicen su status ante el C.N.E., continúan con la persecución y secuestro de dirigentes opositores, en el cierre de emisoras de radio y tv regionales, y para el colmo de los colmos, insisten ilegalmente en la inhabilitación de la candidata de toda la oposición, María Corina Machado.

La histeria, la angustia rondan por las oficinas del gobierno y por las sedes del partido oficialista. Saben de sobra la verdad. El 85% de los venezolanos quiere un cambio. Conocen en extremo el poder del voto y la conducta que ello comporta. Advierten que no hay vuelta atrás. Esto los descoloca mentalmente.

Pero también del lado de la oposición, existe todo tipo de conjeturas. Algunos profetas disfrazados de analistas echan andar sus premoniciones, muchas de ellas con excesivas dosis de catástrofe, y otras muy, pero muy inciertas. Los más atrevidos, emplazan a la gente a atar su malestar a un enfermizo y hasta delirante respaldo a la persona de María Corina, cuestión que sería muy plausible si tuviésemos un escenario normal para el ejercicio electoral. Algunos venidos en expertos y observadores se

aventuran a entrever la pérdida de esta oportunidad de oro, en el caso de ser imposible presentar e inscribir a María Corina Machado ante el Consejo Nacional Electoral, cosa que todos deseamos y hasta rogamos a los Santos y a Dios mismo.

Sin embargo, la actividad política, como siempre, está sujeta a realidades. Solo la inteligencia, la audacia y sobre todo el saber sortear los escollos, nos permitirán llegar a buen puerto. En otras palabras, alcanzar un contundente e inequívoco triunfo electoral.

A estas alturas, asumir posiciones rabiosamente infantiles, del todo o nada, nos puede hacer perder la cabeza, la sindéresis política que tanto necesitamos y, sobre todo, la ocasión de darle un rotundo vuelco a esta mísera y asfixiante situación.

Tenemos el deber de confrontar al gobierno en el terreno electoral, sean cuales sean las condiciones. Ya sabemos de lo que son capaces. El panorama se nos presenta difícil y complejo. Hay que estar prevenidos y actuar en consecuencia.

Deng Xiaoping, líder chino a finales del siglo XX, estampó esta expresión que calza perfectamente para nosotros y, sobre todo, para esta circunstancia: “No importa que el gato sea blanco o negro, siempre y cuando cace ratones”. A buen entendedor, pocas palabras.

La oportunidad es única, y por idioteces o por actitudes reñidas con la razón, no podemos desperdiciarla. La sensatez debe prevalecer.

|*|: Especial para www.opinionynoticias.com