Capitán Caos
Escrito por Macky Arenas   
Martes, 16 de Febrero de 2010 21:33

altMientras el país en fila hacia una nueva consulta electoral, el caos va minando las bases de nuestra economía y amenaza a una sociedad que aún no ha calibrado la descomunal capacidad destructiva de la pandilla que gobierna. El proceso puesto en marcha para desmembrar nuestra sociedad, para deshilachar todo aquello que se mantenga compacto avanza, ayudado por esa incomprensible, pero real disposición a dejarse enmarañar que hasta los ciudadanos más ilustrados muestran ante la telaraña oficialista.

El Capitán Caos conduce una barcaza que hace aguas. Se lo llevará a él, pero arrastrará al fondo a generaciones de esfuerzo, de bienes ganados en buena lid, de legítimas aspiraciones y de sueños que habrá que volver a soñar. Cuando en 11 años este gobierno ha gastado un billón de dólares y mantiene 9 millones de venezolanos en situación de pobreza, estamos ante un proyecto de caos. Si el número de homicidios en un país, en un solo año —2009— llega a casi 20 mil personas y la respuesta sigue siendo la impunidad, estamos ante un proyecto de caos. Si el bolívar, extrañamente llamado “fuerte” ha perdido 55% de su poder adquisitivo, Pdvsa no produce sino poco más de 2 millones de barriles diarios, la administración pública tiene que mantener 2.3 millones de empleados —muchos de los cuales ni trabajan— y el Gobierno ya acumula 60 mil millones de dólares para seguir exportando la revolución, el proyecto de caos muestra sus orejotas de manera escandalosa.

No existe mayor evidencia de la voluntad caótica que la situación de Guayana. Lo que ocurre con el Guri es, a juicio de todos cuantos tienen alguna idea de lo que significa generar electricidad, sencillamente pavoroso. Aún no lo calibramos, empeñados como estamos en atribuir a voces agoreras las advertencias y los alertas. Pero lo haremos cuando bajen los breakers. No importa si ahora nos distraemos con escándalos que van y vienen, ya la realidad nos golpeará para hacernos volver la vista hacia lo que en verdad importa. Ningún babalao ha podido dibujarle al régimen lo que le espera y ni siquiera todos ellos reunidos podrán sacarle las castañas de ese fuego. Y cuando toquemos fondo, un caos se conectará con el otro porque el engranaje de un país no está compuesto por mecanismos aislados, sino por sistemas integrados. De la misma manera debían operar la protesta, el reclamo y la determinación de salir del Capitán Caos, pero en lugar de ello preferimos otorgar el beneficio de la duda a ver si alguna magia nos libera, si logramos estirar la cotidianidad o si, en su defecto, el aludido amanece un buen día con uno de esos ataques repentinos de sensatez y resuelve poner pies en polvorosa.

Un caos calculado milimétricamente, que descansa sobre un latifundio mediático que ya se ha engullido 731 medios de comunicación. Y pretende más, pero ya no por la vía del cierre —que resulta de lo más chabacana y hasta peligrosa— sino por la del descrédito de sus cabezas para división, desmoralización de sus empleados y desaliento a un país agobiado. El librito de instrucciones no podía, sin más, con quienes desmontaban fechorías a pecho descubierto. Había que derrochar perversidad para superar persecuciones, cárcel, confiscaciones y encierros territoriales asumidos con dignidad y coraje. Y se montaron en el caos sofisticado, inconfundible producto de los estertores de una revolución de gargantas secas, manos vacías y alforjas llenas para garantizar recompensa contante y sonante a los “arquitectos” fidelistas. A estas alturas el problema es de quienes le sigan la pauta, porque ya basta de finezas que encubran la doble moral de apostar al caos y mimetizarnos con él, así nos retratemos del lado de la oposición. La opción es clara: el Capitán Caos o el juego limpio de once años dando la pelea.


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