Los sargentones dan consejos luego de violar los derechos humanos. Frente a sus escuderos interpretan la parodia del poder. Creen ser eternos para encarnar la dirección colectiva de la sociedad. Qué ciegos, qué sordos están. La historia trae su enmienda aunque los maulas circunvalen su cobro como los hermanos Castro. Al término de la Segunda Guerra Mundial, el poderoso mariscal Goering fue apresado por los aliados. Tiempo después fue condenado a muerte y pudo librarse de la horca gracias a una píldora de cianuro contrabandeada hasta su celda. Invocó durante el juicio el lugar común de que recibía órdenes. Recordemos a Noriega ordenando los machetes de sus batallones y que de la dignidad. Las penitenciarías del universo están llenas de vociferantes. Adolf Eichmann, capturado por el Mossad en Argentina, (Fue reconocido en un suburbio de Buenos Aires por un sobreviviente ciego del Holocausto quien se dio cuenta de su acento y el olor de su colonia) dijo que si le hubiesen ordenado matar a su familia, lo habría hecho. Viva la disciplina irreflexiva con la cual la humanidad no es más que un papeleo burocrático. Lo salmodiaba el padrecito Stalin: La muerte de un hombre es una tragedia y cien mil aniquilados, una estadística. El pueblo ruso enfermó con este genocida al igual que China tuvo al matarife Mao, que entre los sosos poemas que componía, también sonreía ante las sentencias de muerte que llegaban a su despacho.  

Las sociedades han superado la pena capital no así los delitos de lesa humanidad. Vayan llevando la cuenta los que ordenan arremeter contra el pueblo porque requerirán este saldo cuando enfrenten el imperativo de la justicia. No obstante lo anterior, insisto que en nuestro país Sí hay reconciliación posible. Dirán que No los que saben que tienen sus expedientes a la orden de la historia. La venganza es la peor consejera para evolucionar. Ojalá todos los venezolanos pudiesen ver la extraordinaria película de Clint Eastwood Invictus que da cuenta de parte de la vida de Nelson Mandela. Después de haber purgado veintisiete años en la peor de las cárceles, salió de ella para perdonar a sus captores. Sobrevivió gracias a su ética insobornable que le permitió discernir sobre la responsabilidad que tenía con su nación. Con ella llegamos a una esperanzadora conclusión: Así como hay destructores también hay constructores. Una sociedad es la suma de todos sus individuos y basta el sentido común para concluir que nos aguarda un territorio  común. El filme recrea cómo Mandela en el poder no trajinó los puños de la venganza sino la mano abierta de la inclusión. Es la capacidad que tienen los pueblos para volver a compartir un destino histórico por encima de las diferencias.

El venidero 26 de septiembre es una fecha alentadora en nuestra hoja de ruta democrática. Cuando la Venezuela libre haya recobrado la Asamblea Nacional, tendremos que perfeccionar un futuro distinto a estos 11 años vomitados entre la disolución y el arresto. No hay otra forma de encarar lo sucesivo sino con arreglo a encontrarnos todos en el país de todos. A pesar de que la justicia deba prevalecer, me atrevo a pedir un perdón hasta para quienes prometieron destruirnos, pulverizarnos y no dejar piedra sobre piedra. Pido que podamos disculpar hasta a quienes nos colocaron en listas infamantes. Demostremos en ese futuro lo que como hombres libres nos tocará reconstruir sin odios ni los traumas del pasado. El peor castigo para los totalitarios será su consciencia y darse cuenta de la forma enajenada con la que jamás estuvieron a la altura de las circunstancias. Venezuela debe mirar hacia adelante para superar esta negación colectiva del hoy. Perdones aparte, ojalá el porvenir contribuya a desechar por siempre esa estupidez alienante que han sido el marxismo y la izquierda, enemigos declarados de la libertad.

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