"El agua es vida, no la malgastes", este eslogan publicitario de hace décadas señalaba la necesidad de conservar un recurso que en apariencia es abundante; se transforma en un bien escaso cuando la necesidad es de agua potable.

Igual sucede con la energía eléctrica, que en nuestro caso se genera con derivados petroleros o por fuerza hídrica, pero que es escasa y de suministro irregular.

Especular sobre el porqué de la sequía y apagones es introducirse en el mundo de la inmoralidad de los políticos que se acusan mutuamente, mientras los problemas se agravan. No son, ciudadano Presidente, esos tres minutos que usted señala como un dogma a seguir para asearse. Es el establecimiento serio de la responsabilidad social de los consumidores y la manera como los entes gubernamentales manejan la desinformación en cuanto a la realidad de los servicios públicos.

No existe una política cierta y efectiva que determine el pago de los servicios públicos. La experiencia enseña, y esto es un hecho probado, que quien paga agua y electricidad, procura ahorrar en su consumo para mantener equilibrado el presupuesto bien sea familiar o industrial. El que gasta paga. Lo inmoral es el nivel de exigencia y protesta de quienes se benefician y no pagan; esta masa de ciudadanos representan un porcentaje altísimo de consumidores que en forma fraudulenta adquieren agua y electricidad a costas de los que pagan. Esto es delincuencia social.

El racionamiento impuesto a lo cubano, sin haber mejorado la cantidad y calidad de los servicios; la impunidad de los pícaros sociales en el hurto continuo de éstos, son elementos de retaliación irracional que se reflejan además en una perturbación deliberada del orden social y fomenta el control y sometimiento de los ciudadanos.

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