Todas las noches me acuesto pensando que al amanecer no tendremos al teniente coronel. Al despertarme y comprobar que todavía está, aunque probablemente no en Venezuela sino en el exterior ofreciendo lo que no le pertenece, me levanto con más deseos de luchar para que su salida sea lo antes posible, ojalá al día siguiente. Deseo que salga ya, porque ha violado reiteradamente la Constitución; porque sus fascistas camisas rojas asesinaron a mi compañero de Gente del Petróleo José Manuel Vilas y a otros pacíficos ciudadanos; porque mantiene más de cuarenta prisioneros políticos y a cientos de exiliados; porque regala nuestro petróleo; porque estimula la delincuencia; porque confisca la propiedad privada. Por eso y muchas cosas más, como dice la vieja canción, quisiera que no pasemos con él otra Navidad.

Por el sesgo de ser ingeniero agrónomo, hago un inventario de con qué contamos para lidiar con una mala hierba difícil de controlar. Disponemos de químicos efectivos contra muchas especies de malezas, pero no contra todas. Algo así como contar con el Tribunal Supremo de Justicia, que solo condena a los disidentes. También disponemos de un machete, pero al cortar esta mala hierba la misma retoña. Algo como pensar que la Fiscal Torquemada podría enjuiciarlo por disponer a su arbitrio del patrimonio público. Adicionalmente disponemos de un rebaño de animales que podrían alimentarse de algunas malezas, pero no de todas. Algo así como contar con la Fuerza Armada pretoriana para hacer respetar la Constitución.

¿Quiere esto decir que es imposible controlar esta maleza? De ninguna manera, pero se impone un manejo integrado. Pensar que puede darse otro 11 de abril es posible pero, por ahora, poco probable. Seguir creyendo que el régimen hubiese claudicado si se hubiesen prolongado las guarimbas en el 2004 o si los valientes estudiantes hubiesen extendido la reciente huelga de hambre, son solo buenos deseos. El trabajo a realizar es mucho más complejo; siguiendo el símil de las malezas, se requiere de una buena preparación del suelo, una rotación de cultivos, utilización de una distancia de siembra apropiada y uso adecuado de herbicidas. Es decir, necesitamos preparar a la gente que todavía piensa que la maleza no es tan mala, acercándonos a ella para recalcarle las falsas promesas; además, ofrecerle el beneficio de otros cultivos, o sea entusiasmarla con otras opciones.

También debemos trabajar con las herramientas disponibles, sin quejarnos porque tenemos bueyes en lugar de tractores o porque los implementos están algo mellados. Es decir, hay que arar con los animales que tenemos y utilizar los instrumentos a la mano aunque sean viejos. Traducido a la política, la sugerencia es que no sigamos descalificando a quienes están de nuestro lado, aunque no nos parezcan idóneos. Seguir inventando que hay una oposición colaboracionista por el solo hecho de que no hayamos estado de acuerdo con una decisión o declaración de algún dirigente, más que una injuria es una estupidez. Igualmente lo es descalificar a determinada oposición acusándola de golpista.

Exijamos sí, que la dirigencia endurezca su posición contra el régimen y permita la postulación de candidatos idóneos, incluyendo algunos independientes, con un mensaje innovador y presentados bajo una tarjeta única. Mientras el país siga dividido en tres, con todo y sus escollos las próximas elecciones constituyen la herramienta que en estos momentos tenemos disponible. Otros implementos solo los maneja Dios o quienes los usan solo para agredir a la disidencia. Saludamos la publicación del libro Yo lo vi llorar, de Agustín Blanco Muñoz, con testimonio del pundonoroso capitán Otto Gebauer, prisionero político por presenciar el derrumbe emocional del teniente coronel en La Orchila.

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