Los enanos
Lunes, 19 de Octubre de 2009 13:45

altNo se requiere ser un corrupto y despreciable fablistán  al servicio del régimen  para considerar con mezquindad y envidia las diligencias que realiza el Alcalde Metropolitano entre sus pares del mundo y las dirigencias políticas del hemisferio. Tampoco un  despistado comunicador de buena fe  que encuentre  pecaminoso que uno de los grandes e indiscutibles líderes  de la oposición venezolana, el que hasta el día de hoy ha puesto más carne en el asador para frenar los ímpetus totalitarios del tirano, use un par de días para allegarse a Sao Paulo a reunirse con Fernando Henrique Cardoso o con el futuro presidente del Brasil, José Serra; viaje de ida y retorno a Buenos Aires para entrevistarse con Mauricio Macri, muy probable futuro presidente de Argentina; se reúna en visita relámpago con cinco ex alcaldes de Bogotá o haga escala vertiginosa en Estrasburgo para ser el orador de orden ante mil alcaldes de todo el mundo, recale en Paris para reunirse con su alcalde mayor y con el encargado internacional del PS francés y termine en Madrid visitando a Felipe González y a Mariano Rajoy, futuro presidente de España, firmando ademas un importante convenio de cooperación internacional con Ruiz Gallardón, principal edil madrileño.         

Lo insólito no es ese esfuerzo expedicionario, subiendo el Himalaya de la desinformación internacional y desarmando la más poderosa e implacable, fascista y perversa, costosa y corrupta maquinaria de desinformación internacional, construida por el régimen con miles de millones de petrodólares y suculentas compras de conciencia entre intelectuales, cineastas, policastros, diputados, cancilleres, embajadores, candidatos presidenciales y empresarios corruptos. Con la anuencia de gobiernos que creímos amigos y no son más que miserables fenicios del interés crematístico. Algunos de la llamada “nueva izquierda”. Otros, malagradecidos contumaces, amnésicos socialistas de dientes afuera.

Lo insólito tampoco es hacerlo con las uñas, con los más modestos y sacrificados medios imaginables, en solitario absoluto,  cargando un modesto maletín con escasas pertenencias y alojándose en hoteles baratos mientras el tirano despliega su alfombra mágica y se mueve como un emir de cuentos de hadas, alquilando pisos completos en hoteles de la aristocracia social y financiera global, desfilando cual estrella del celuloide en ciudades de ensueño, entrevistado por los dictadores de la imagen en la capital del imperio,  con cientos de colaboradores, otros cientos de invitados a flamear banderines y escanciarle vivas, con el respaldo de partidos y grupos terroristas y el aparato comunicacional más poderoso construido por la Cuba castrista en el mundo entero.            

Lo insólito es que ante hechos tan evidentes, que abruman por su transparencia y por la evidencia de su histórica necesidad, no falten quienes consideran que el Alcalde Metropolitano no debiera asomar su nariz más allá de las fronteras del territorio de su jurisdicción. Jalándolo de la chaqueta para que no se empine un milímetro por encima de sus cabezas políticas, jibarizadas por la ambicion y la mezquindad. No salen a la calle a reclamar contra la amputación de presupuesto y atribuciones, ni ofrecen sus ideas para construir el liderazgo que requerimos. Pero quieren ver al Alcalde Metropolitano de rodillas, convertido en el recogelatas del régimen, digno representante de una oposición hundida en la inmisericordia.            

Así, enredados en los chismes de  esos enanos, no llegaremos a ninguna parte. Son los liliputanos a los que les falta la elemental grandeza requerida para derrotar la tiranía. Preferible mantenerlos en el olvido. Que cuando pretenden echar una mano provoca recordarles la famosa sentencia de Cantinflas a su carnal Marcelo: “¡No me defienda, compadre!”


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