De los toboganes panfletarios
Escrito por Luis Barragán   
Lunes, 19 de Octubre de 2009 08:18

altRelativamente sencillo: no hay debate en el país, porque el régimen se ha estructurado para que no lo haya. Y, al mismo tiempo, incluso, involuntariamente, sectores de la oposición concuerdan por batallar meramente sobre las impresiones y enunciados. En constante trance de trivialidad, todos los acontecimientos tienden rápidamente a diluirse para dar paso a otros, en una implacable circularidad. La política encuentra un magnífico asidero cuando es la suma azarosa de vanidad, intriga e interjección, deslizándose por siempre en una pista sin balizaje.

En semanas anteriores,  Chávez Frías publicitó las novísimas iniciativas en el campo de la salud pública, permitiéndose muy temerariamente asegurar la inexistencia de los llamados niños de la calle. Ciertamente, las hay muy valiosas y demostrativa también de un trabajo solidario del personal traído de Cuba, pero lucen insuficientes, escasas o inalcanzables por suerte de un inescrupuloso populismo que no logra solventar el drama del país.

La muy presidencial e infalible voz, generó cifras que sus partidarios asumen como un dogma que se basta por sí mismo para vencer todo desacuerdo o duda que aparezca en el extenso paisaje humano con la certeza de lo obvio. Apenas, Rafael Orihuela,  ministro de Sanidad de una década atrás, las contravino y ejemplificó los anónimos esfuerzos que realiza el Universitario de Caracas, multiplicador de los centros de reciente factura, a pesar de sus deficiencias presupuestarias: tildó de “habladora de paja” a la persona que se lanzó un discurso al lado del mandatario nacional, versando sobre ésta y la anterior república.

Los medios independientes de comunicación social intentan, pero pocas veces pueden profundizar en los temas que ameritan de espacios más apropiados para dilucidar detalles, cifras y políticas que puedan sistematizarse para una solución estructural del problema.  Dato objetivo, no hay debate parlamentario en el cual confiar, ni comisión investigadora que concite la preocupación de los especialistas para darle al país una versión lo más objetiva, plural y fiable posible.

A la ausencia de los espacios institucionales para dirimir los asuntos públicos más urgentes, se suma la desespecialización de los partidos. Dato subjetivo, suelen improvisar sus versiones, por la escasa asesoría que se les presta para fijar posiciones que puedan cabalgar, cotejar y ofrecer cifras de mayor veracidad y en el marco de las probables políticas públicas que deban adelantarse.

El régimen se contenta con la propaganda y la publicidad más estridentes, soltando incansables los panfletos que caen en los inmensos toboganes de la zozobra y el desencanto. Y a esto ayudan los partidos que no sienten ya la necesidad de convertirse en instancias de elaboración de las políticas públicas indispensables, so pretexto de la batalla opositora  u oficialista, en caso de disfrutar de los privilegios del poder que dice autorizarlos a la peor de las improvisaciones, mientras que la ciudadanía más civil de todas, poco sabe si los números – por citar un caso - son ciertos o no.


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