Pensar, hacer
Escrito por Elsa Cardozo   
Domingo, 30 de Enero de 2011 11:43

altNo hay respiro en nuestros desastres; no los naturales sino los que, con o sin el pretexto de las sequías o las lluvias, propicia un ejercicio del poder empeñado en imponernos un destino pobre y triste, desvirtuar y criminalizar las formas más plenas de ejercicio de la ciudadanía, controlarnos hasta el modo de andar, dividir al país en amigos y enemigos y, en suma, desconocer el pacto constitucional renovado en 1999, reiterado hace 3 años y reafirmado con la elección de una Asamblea Nacional plural, desafiando nada naturales vientos y mareas.



Por otra parte, sí que encontramos aire fresco en los espacios en los que la sociedad no sólo resiste y responde a su peculiar catástrofe, sino que discurre, se organiza y actúa, y no se da por vencida en sus legítimas aspiraciones por disfrutar de una vida digna. En esos espacios tienen una trascendencia especial la reflexión y el debate de ideas, quehaceres siempre tan cercanos al ámbito genuinamente académico. 

Es allí dónde nace la colección de 17 cuadernos contentivos de 34 trabajos publicados por la Fundación Manuel García Pelayo como resultado de las jornadas "Temas de nuestro tiempo", organizadas a lo largo de 2010 para honrar el legado intelectual del respetado catedrático en el centenario de su nacimiento.



El diverso recorrido de estos textos ­del derecho, la política y la historia a la sociología y la antropología; del tema constitucional al del humor y el cinismo, el resentimiento y el miedo como actitudes políticas; de la descentralización y la centralización a la transnacionalización y los problemas estratégicos mundiales­ no sólo refleja la extensión, profundidad y aporte reflexivo de Manuel García Pelayo, sino que revela, en la revisión actual de su pensamiento, la importancia de volver sobre cuestiones esenciales para la comprensión y superación de nuestra vaguada institucional. 

En estos cuadernos encuentro la clarificación de la idea radicalizada y antirrepublicana de comunidad que impone su propuesta "armonizadora" y anula la condición individual. 



También leo allí la explicación del mito político contemporáneo, orientado deliberadamente a crear un ánimo épico y de lucha de los seguidores-creyentes contra el enemigo común, con un discurso que despierta resentimientos, miedos, pasiones y hasta violencia en busca de adhesiones y control, sobre la base de un conjunto contradictorio de ideas no discernibles ni discutibles racionalmente. Se añade a la secuencia una concepción de la Constitución sometida a transformaciones constantes que la ajustan a la mitología política y a la imposición comunitarista, al punto que decisiones, leyes y jurisprudencia pueden desdecir tanto el propio texto constitucional como los convenios internacionales a los que éste reconoce supranacionalidad que, no por casualidad, son los directamente vinculados a la dignidad vital, como es el caso de los relativos a los derechos humanos y a la integración regional.

Leo también que las constituciones se pervierten cuando se utilizan como camuflaje de regímenes autoritarios, centralizadores y destructores de la institucionalidad y del tejido social que la sustenta.



Es ésta una parcial lectura, realizada con el mayor respeto hacia los autores y su ilustrado y celebrado inspirador, quien recordó alguna vez que "el saber político es más un savoir faire que un saber pensar, pero la formación teórica esclarece lo que hay que hacer".

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El Nacional


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