El pasado 31 de mayo, Clint Eastwood cumplió 80 años. Gloria viviente del séptimo arte, autor de una treintena de películas y actor de rostro impenetrable asociado con sus legendarias personificaciones de vaquero rudo y pistolero sucio.

Reconocido por sus lacónicos comentarios y excesiva economía de palabras, Eastwood llamó la atención particularmente de los críticos europeos desde sus incursiones hace 40 años como director de cintas de terror (La llamada fatal) y del oeste (El fugitivo Josey Wales). Venerado por Cannes y Venecia, sus obras maestras son indiscutibles: Bird (últimas horas del saxofonista Charlie Parker), Los imperdonables (retorno a la dimensión trágica del western), Río místico (estremecedoras jugadas del destino) y Gran Torino (transformación de un viudo intolerante).

El más allá, sin caer en gratuitos efectos ni falsas interpretaciones, constituye el tema de su más reciente producción ("Mas allá de la vida" / "Hereafter").

"Porque nunca he sido religioso, pero sí espiritualista" -son palabras de quien impregna sus puestas en escena de fuerza dramática y un sentido ético o humano de la existencia-. Al reunir tres historias independientes, de San Francisco a Londres y París, cada una de ellas mantiene el vigor que lo caracteriza. En efecto, se trata de las impresiones imperecederas de quien sobrevive al tsunami, ve morir trágicamente a su hermano del alma y sobrelleva contactos psíquicos inexplicables con el aura que persiste después del fallecimiento.

La muerte, que a todos nos toca y cuyas cercanas desapariciones dejan huellas imborrables en nuestra memoria, es tratada con la sinceridad a la que Eastwood nos tiene acostumbrados. Sus tres personajes principales, quienes sólo se encuentran al final, conforman lo que se llamaría un drama coral; es decir, varias voces sincronizadas con el tema central. Son ellos: la periodista francesa que deja una investigación sobre Mitterrand para abordar las experiencias de su desprendimiento terrenal; el niño británico que siente la presencia mortal del hermanito, y un obrero californiano que percibe señales inquietantes del más allá.

Con producción ejecutiva de Steven Spielberg, la reconstrucción de la súbita tragedia en una playa del sudeste asiático alcanza niveles de impresionante realismo. El episodio londinense aporta momentos veristas e incluye un homenaje a Charles Dickens.

La parte francesa recrea la crisis de un comité de redacción y cuestiona el interés público de las mejores noticias.

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El Tiempo