| La gente no les alcanza para todo |
| Escrito por Ox Armand |
| Jueves, 10 de Marzo de 2016 07:45 |
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La gente no les alcanza para todo
Ox Armand
Tengo un amigo que es diputado y ayer me invitó para la sesión especial de la Asamblea Nacional por el homenaje a las mujeres en su día. Como dijo Ramos Allup, fue inusual porque hubo cinco oradoras, aunque la noticia sin dudas recayó en María Corina. Pero no quiero referirme a la sesión en sí, sino a sus circunstancias de calle. Yo me entusiasmé y fui. En casa compartí mis aprehensiones. Cada vez que trabaja la AN, el lugar se convierte en la suma de riesgos y peligros por el ataque de los partidarios del gobierno. Apostados en la esquina de acceso al Palacio Legislativo, todo lo que les huela a “escuálidos” (siendo realmente cada vez más escuálida la convocatoria oficialista), desempeñan la agresión física y verbal por oficio pendenciero (también inusual en la historia venezolana). Además, me dije, la Machado (tan odiada por los gobierneros) va a la Asamblea y de algo estuvimos seguros: será un hervidero. Por fortuna, me equivoqué.
Oh, sorpresa! Llegué y todo estaba de una tranquilidad pasmosa. Es más, llegué coincidiendo con ella. Salí de la estación del metro, caminé y me presenté a las puertas de Palacio con una tranquilidad sorprendente. Mi amigo hizo que me pasaran al mismísimo hemiciclo (el que llaman protocolar). La sesión constituyó una interesante (sic) jornada. Hubo barras favorables, con ausencia de todo diputado oficialista (y por cierto, por cierto, de los jefes de PJ, pues dos de sus figuras destacadas aunque de tono menor, oyeron a la muchacha pejotera que es consejera universitaria y, luego, groseramente, se pararon cuando le tocó a la diputada regional indígena y a la Machado). Nada de nada, todo normal.
Luego, en los jardines se hizo apoteosis del selfie. Me presentaron a las oradoras. Y todo bien. Pregunté y nadie supo explicarle tanta tranquilidad. Fue al llegar a casa que deduje lo obvio: movieron a los gobierneros al Panteón Nacional o qué sé yo a dónde. Lo cierto es que la gente no les alcazaba para testimoniar la acostumbrada diarrea de insultos en la esquina de San Francisco, mientras que la otra ejercitaba la no menos acostumbrada diarrea de halagos a Nicolás. Como no alcanzaba, ni modo: Maduro era la propiedad. Éste, además, tenía una carta bajo la manga. Justo cuando le tocaba hablar a María Corina, encadenó las televisoras y radios del país. Una tontería porque las redes sociales hicieron el resto. Es verdad, no todo el mundo tiene ya un celular inteligente para el Periscop, pero no tardan los portales digitales en desbrozar esa y cualquier otra sesión mientras haya esa ventana (la que queda) hacia la libertad.
Como dijo Ramos Allup, fue inusual porque hubo cinco oradoras, aunque la noticia sin dudas recayó en María Corina. Pero no quiero referirme a la sesión en sí, sino a sus circunstancias de calle. Yo me entusiasmé y fui. En casa compartí mis aprehensiones. Cada vez que trabaja la AN, el lugar se convierte en la suma de riesgos y peligros por el ataque de los partidarios del gobierno. Apostados en la esquina de acceso al Palacio Legislativo, todo lo que les huela a “escuálidos” (siendo realmente cada vez más escuálida la convocatoria oficialista), desempeñan la agresión física y verbal por oficio pendenciero (también inusual en la historia venezolana). Además, me dije, la Machado (tan odiada por los gobierneros) va a la Asamblea y de algo estuvimos seguros: será un hervidero. Por fortuna, me equivoqué. Oh, sorpresa! Llegué y todo estaba de una tranquilidad pasmosa. Es más, llegué coincidiendo con ella. Salí de la estación del metro, caminé y me presenté a las puertas de Palacio con una tranquilidad sorprendente. Mi amigo hizo que me pasaran al mismísimo hemiciclo (el que llaman protocolar). La sesión constituyó una interesante (sic) jornada. Hubo barras favorables, con ausencia de todo diputado oficialista (y por cierto, por cierto, de los jefes de PJ, pues dos de sus figuras destacadas aunque de tono menor, oyeron a la muchacha pejotera que es consejera universitaria y, luego, groseramente, se pararon cuando le tocó a la diputada regional indígena y a la Machado). Nada de nada, todo normal. Luego, en los jardines se hizo apoteosis del selfie. Me presentaron a las oradoras. Y todo bien. Pregunté y nadie supo explicarle tanta tranquilidad. Fue al llegar a casa que deduje lo obvio: movieron a los gobierneros al Panteón Nacional o qué sé yo a dónde. Lo cierto es que la gente no les alcazaba para testimoniar la acostumbrada diarrea de insultos en la esquina de San Francisco, mientras que la otra ejercitaba la no menos acostumbrada diarrea de halagos a Nicolás. Como no alcanzaba, ni modo: Maduro era la propiedad. Éste, además, tenía una carta bajo la manga. Justo cuando le tocaba hablar a María Corina, encadenó las televisoras y radios del país. Una tontería porque las redes sociales hicieron el resto. Es verdad, no todo el mundo tiene ya un celular inteligente para el Periscop, pero no tardan los portales digitales en desbrozar esa y cualquier otra sesión mientras haya esa ventana (la que queda) hacia la libertad. |
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