La manía soviética (y un libro de DAR) |
Escrito por Ox Armand |
Sábado, 24 de Mayo de 2014 20:51 |
![]() Para la manía hay impunidad, porque no es la primera vez que incurren en un dislate parecido. Y, como estamos seguros, el III Congreso del PSUV será para todo, añadido el reacomodo interno tras la angustia de un gobierno colapsado, menos para dirimir el asunto ideológico, rubro en el que son tanto o más pobres que sus pares cubanos. Bastará únicamente con señalar que el paraíso de los trabajadores sucumbió e implosionó a solas, como el resto de los sumisos de Europa Oriental. Gran potencia militar que devino mafiosa y estrafalaria, reclamante insidiosa y decidida de Ucrania, metió la coba al mundo entero con estadísticas insinceras. Por debajo de sus conquistas tecnológicas, las militares, estaba la sórdida verdad de un atraso descomunal. Además, que todavía la refieran y aplaudan, olvidados de los celebérrimos Procesos de Moscú, revelan que, de un lado, el régimen tiene y se contenta por un nido de estalinistas a destiempo en Venezuela; y, por el otro, luego de la derrota de la subversión armada, el debate tan intenso que generó entre las décadas d los ’60 y ’70, pasó de largo por muchos que hoy buscan un lugar en las espesas alfombras de Miraflores. UN LIBRO DE DAR Porque nos quejamos de lo mal escrita que está la más reciente literatura política e histórica venezolana, volvimos a un libro (creo que por tercera o quinta vez), editado en 1965 por los Talleres Universitarios de Mérida. “Los andinos en el poder” permitió el reencuentro con el verbo por entonces asaz travieso del viejo Domingo Alberto Rangel que, demasiado lúcido aún en la cárcel, equivocado o no, aportaba a una polémica harto interesante sobre un presente que hallaba pretexto en el estudio del pasado, arrojando los más audaces análisis. Buena parte de la obra está superada, como es razonable concluir, porque el triunfo de Cipriano Castro contra la santa alianza encabezada por Manuel Antonio Matos en la batalla de La Victoria hacia 1902, ya no luce tan decisiva como el de Juan Vicente Gómez en Ciudad Bolívar por 1903, impuesta – antes por Manuel Caballero que por Inés Quintero – el sepelio estelar de los caudillos (por cierto, inmejorable la caracterización y recisión que Domingo Alberto hizo del fenómeno). Hay cifras que, a la postre, descubrimos como parte de una interpretación errada de la etapa (para un devoto de los informes semanales del BCV, hízole falta obras complementarias como la que versa sobre las bases cuantitativas de la economía venezolana, pero Asdrúbal Baptista tardará décadas en aparecer y – vaya la acotación – en convertirse en pieza moldeable del ahora ministro Giordani). El autor de marras tenía la lengua demasiado suelta y, sin soporte, podía soltar juicios como aquellos de Andueza Palacios, oloroso a brandy y a puta barata de Quinta Crespo. Lo que importa y es grato, por más equívocos que puedan reportarse, es el análisis político que realiza sobre aquél remoto pasado para sentenciar el ya remoto presente que vivió el tovareño. Con elegancia e inteligentísimo sarcasmo, ofrece su interprtación. Pasaba igual con sus discursos como diputado en los ’40 o ’60: una vivacidad, una argumentación, una vehemencia y una demostración de los quilates que tuvo un sector dirigente que, lamentablemente, no tiene equivalente actual (como siempre, siendo contadísimas las excepciones). Por lo general, no hay la más mínima conciencia histórica entre los políticos de la pasarela actual, pero tampoco entre los periodistas que suelen interrogarlos. Es la verdad. Apartando esta coletilla, me queda pendiente chequear si fue cierto que Eleazar López Contreras ya tenía montada la conspiración para finiquitar al gomecismo a través de un golpe de Estado, ocurriéndole morir a tiempo al brujo de La Mulera. Sugerente, demasiado sugerente, ues debe existir algún papel arrugado que lo demuestre en los archivos quizás sobrevivientes e inexplorados del general en jefe, suegro de Jorge Olavarría, de cuya biblioteca tampoco sabemos. Fotografía: Manrique&Co, J. V. Gómez saliendo de Miraflores en 1926. |
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