| De la golpiza de Medina y Betancourt (1949) |
| Escrito por Luis Barragán | X: @luisbarraganj |
| Viernes, 22 de Marzo de 2013 06:01 |
La historia está llena de curiosidades, o - también valdría decir - la historia del periodismo venezolano no se explica sin ellas. Escuchamos una vez decir de esta golpiza a alguien,
añales atrás, abundando en detalles que probablemente variaron con el tiempo: liados Isaías Medina Angarita y Rómulo Betancourt, en un aeródromo neoyorquino.Excepto que se diga de una coincidencia incómoda, no creemos que exista una versión real y documentada del intercambio de golpes. Por lo menos, el uno lo dio y el otro, no contragolpeó como – al parecer – las circunstancias del 18-O pudieron aconsejar exitosamente. Además, nos atrevemos a asegurar que también se gana en experiencia política, cuando dos feroces rivales se encuentran personalmente y saben que dependen más del florete verbal que de los nudillos. Y, si nos permitimos especular, por un lado, la conducta asumida luego de 1958, a pesar de los resentimientos aletargados, los rencores subyacentes y el revanchismo pendiente, otras circunstancias recomendaron una mayor corrección y mejores modales para limarlos, en atención a la coexistencia republicana. Conductas como las de Eleazar López Contreras y Arturo Uslar Pietri, dibujando una experiencia que se hizo madurez, porque no siempre se funden, no indican que Medina Angarita hubiese hecho algo distinto, en el caso de haber sobrevivido.Agreguemos que, bajo la dirección de Oscar Yánez, esa tremendura de Últimas Noticias pudo haber regocijado a la Junta Militar encabezada por Carlos Delgado-Chalbaud, pero también preocupado a Marcos Pérez Jiménez, su aparentemente silencioso integrante: la fotografía agrandada del denostado Rómulo Betancourt, tan joven y competitivo como ellos, en las calles. El amarillismo o el sensacionalismo cuenta con un generoso historial en la Venezuela que, por cierto, fue predominantemente analfabeta y rural, hallando después un camino triunfal en la urbanizada y pretendidamente ilustrada que nos arrojó a las orillas de la llamada antipolítica, finalizando el siglo. De bondades y defectos se hizo el sensacionalismo periodístico, aunque - trajinado los años – queda la leyenda de una original o burda ocurrencia. Y de leyendas también se nutre la historia, tradición oral por delante que ha de convertirse en tradición dental de hallar a algún tesista innovador que sonría por sus hallazgos convincentemente documentados. @luisbarraganj |
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