Por quién truenan los cohetes
Escrito por Milagros Socorro (periodista)   
Lunes, 03 de Agosto de 2009 19:22

altEl manejo que ha hecho Chávez de la crisis de los lanzacohetes concentra en una escena los vicios, irregularidades, falta de transparencia y malversación en la conducción de los asuntos de Estado en Venezuela.
Partimos de un hecho: el gobierno de Colombia ha encontrado unos lanzacohetes en poder de una de las bandas criminales que operan en su territorio. Esas armas tienen características propias, como huellas dactilares, que han permitido seguir su rastro y establecer su propiedad. Los fabricantes suecos, conscientes del descrédito que supone la mera sospecha de haber tenido tratos con las FARC, se desmoñan para aclarar que ellos no comercian con grupos irregulares y que esas armas fueron vendidas a Venezuela.
Aquí comienzan a bifurcarse las posibilidades. Colombia asegura que informó a Venezuela del hallazgo, nada más producirse a mediados del año pasado. Y la Casa Amarilla niega el recibo de esa comunicación. Si es así, ¿por qué el fabricante sueco espera hasta que el hecho se haga público para pedir explicación a Venezuela? Tiene que ser que hubo un periodo de confidencialidad para que las partes se comunicaran en términos francos; y que el gobierno de Venezuela, alumno, al fin, de Fidel Castro, maestro del sigilo, se encogió de hombros y no respondió. Al carajo, pues.


Hartos, quizás, de esperar una réplica cónsona con la cuantía del agravio, los colombianos deciden poner el affaire en la arena pública y Chávez, entonces, bufa, cabecea, levanta polvaredas… pero no ofrece un solo argumento que eche por tierra tan grave acusación.  


Mientras, los dos países (por decir lo menos) estamos esperando que Chávez se calme, que comprenda que con rabietas no se va a zafar de la suerte, y ofrezca una explicación convincente. No solo a Colombia, sino, sobre todo a los venezolanos, que vemos el gobierno de nuestro país embarrado en un presunto desmedro de su patrimonio militar para prodigarlo entre extranjeros, que, encima, son criminales. 


Si Chávez está libre de culpa, no entregó las armas y se sorprendió al saber que un armamento mediano, capaz de hacer mucho daño (y letal en poder de terroristas) apareció en manos de delincuentes, lo que corresponde es ordenar de inmediato una investigación para saber con claridad si esas armas son venezolanas, y si es así ¿por qué están en Colombia? Y eso es muy fácil de averiguar: basta acudir a la Dirección de Armamento de las Fuerzas Armadas (DARFA), que tiene el inventario de las armas de la república, tanto de los militares como de todos los cuerpos de seguridad, así como de las empresas privadas de vigilancia e incluso de los ciudadanos que tienen porte de arma. Es tarea de DARFA certificar a qué dependencia se asignó ese armamento . Y si no está en el territorio o está traspapelado, corresponde a la Fiscalía Militar la apertura de una averiguación por sustracción de armas de la nación. 


Todo armamento de la FAN está bajo la responsabilidad de alguien. Si se pierde algún arma, munición o pertrecho militar, alguien debe dar razón de eso. De manera que si algo se extravía, en cuestión de horas el Presidente puede saber qué pasó con el armamento faltante, quién fue el último que lo tuvo, dónde estaba y dónde debería estar.
Los lanzacohetes fueron a parar a un campamento en la jungla colombiana por tres vías posibles: un pillo uniformado vendió armas de la república para redondear su sueldo; los guerrilleros los robaron; o la entrega fue autorizada por el Comandante en Jefe, porque una cesión tal no puede ser otorgada por un mando medio. El Vicepresidente Carrizález aludió al ataque del ELN al puesto fronterizo de Cararabo (Apure) en 1995, y dejó entrever que el descubrimiento podría estar relacionado con aquel evento. Si esto fuera cierto, bastaría mostrar el expediente judicial militar del ataque a Cararabo, donde debe constar el armamento que allí se perdió… así como los nombres de los soldados venezolanos asesinados por los mismos guerrilleros sujetos a homenaje en la Asamblea de Chávez. 


Por los deberes que dejó de observar y por la sobreactuación de ira, como el trasnochado que destroza el bar cuando le traen la cuenta, se ha fortalecido la sospecha de que Chávez consintió la entrega de ese armamento. Y eso es un crimen, del que no va a distraernos ninguna pataleta. Los venezolanos exigimos la verdad, y aún cuando tarde, justicia.


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