Río El Limón, La Guaira y Las Tejerías
Escrito por Luis Fuenmayor | X: @LFuenmayorToro   
Lunes, 17 de Octubre de 2022 00:00

altLos pueblos en general construyen sus viviendas y asentamientos cerca de fuentes estables de agua dulce, dada la necesidad

que se tiene permanentemente de la misma para vivir. Los ríos son los más utilizados dado su número y longitud, que permite la existencia de pueblos y ciudades de distintas dimensiones a todo su largo. Esto, además de garantizar la disponibilidad de agua para consumo personal, permite disponer en sus márgenes de ambientes aptos para el desarrollo de la vida en general y para las actividades de los asentamientos urbanos. El agua mantiene fértiles los terrenos vecinos y permite la realización de labores productivas de cultivo, ganadería, artesanales y fabriles diversas, así como su uso domiciliario y como vía de comunicación. Esas mismas fuentes de agua, lamentablemente, han sido siempre utilizadas para la eliminación de los desechos de la actividad humana. 

Todas las grandes ciudades del mundo han sido edificadas en las márgenes de un gran río, lo que las ha hecho siempre vulnerables a las inundaciones, con el consiguiente resultado de muertos por inmersión y por traumatismos severos al ser arrastrados por las aguas, heridos y desaparecidos, destrucción material de hogares, comercios y centros de producción, y numerosos damnificados que han perdido sus viviendas y sus enseres. Las zonas inundadas son también golpeadas por la interrupción de todos los servicios, la desorganización y el caos, el aislamiento al destruirse sus vías de comunicación y la aparición de distintas enfermedades, que pueden incluso adquirir carácter epidémico y que requieren medidas urgentes de tratamiento y control.

En nuestro país, de geografía y ríos jóvenes, siempre hemos sido víctimas de inundaciones, muchas de ellas tan cotidianas como la vida diaria y algunas muy útiles para la realización de actividades agroproductivas. Pero también tenemos desbordamientos catastróficos en pueblos y ciudades, en los que se juntan las fuerzas de la naturaleza con la imprudencia humana, la codicia de empresarios constructores y la negligencia de nuestros gobiernos. Construir en las orillas de un río, incluso en su cauce natural, es muy imprudente, aunque entendible por las necesidades e ignorancia de la gente. Lo que sí no es entendible es que ese tipo de actividades haya sido permitido y en algunos casos incluso oficialmente propiciado, con permisos de construcción de urbanizaciones en zonas de altísimo riesgo (Los Corales en Vargas). Atención alcaldes metropolitanos, tan dados a ser permisivos en las construcciones de sus municipios. 

Pero también es criminal que el Estado desatienda los llamados hechos por los expertos, tanto inmediatos como mediatos. La tragedia del rio El Limón, estado Aragua, en 1987, con unas 600 víctimas entre muertos y desaparecidos, miles de damnificados y la destrucción de una decena de barrios, fue considerada en su momento un desastre natural, pero luego se lo clasificó como mixto, pues la causa del importante número de víctimas fueron las numerosas construcciones en las márgenes del río, las cuales aún persisten y deberían desde ya ser asumidas como un problema a resolver por el gobierno. Atención a la gobernadora que aparentemente no recordaba este funesto evento. El caso de la vaguada de Vargas en 1999, la peor catástrofe del país de este tipo en toda su historia, y un clarísimo ejemplo de todo lo que señalamos. Destrucción de comunidades importantes, de edificaciones, de vialidad, entre 16 mil y 30 mil muertos y desaparecidos, decenas de miles de damnificados, cambios de la geografía del terreno y respuesta tardía del gobierno, que desatendió muchas alertas hechas con 15 días de anticipación.  

Y de nuevo Aragua, esta vez en Las Tejerías este octubre de 2022. Las causas: las mismas. Y de nuevo la imprevisión de los organismos gubernamentales, que desatendieron el desbordamiento y destrucción de viviendas ocurrido 10 días antes del deslave, e incluso, según se desprende de lo dicho por el propio Presidente, no actuaron diligentemente ante sus propias advertencias y órdenes. ¿Hasta cuándo seguiremos en esta zozobra? Y sólo he mencionado tres hechos a manera de referencia. Es hora de ocuparse científicamente del problema.  


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