La brecha social |
Escrito por Juan Guerrero | X: @camilodeasis |
Jueves, 16 de Enero de 2020 05:57 |
Sin darnos cuenta la inmensa mayoría de los venezolanos nos hemos estamos quedando encerrados alrededor de no más de 50-80 kilómetros cuadrados. Esto es así porque sencillamente existen restricciones que impiden nuestro libre y normal desplazamiento físico más allá de este perímetro. El riesgo de quedarte sin gasolina impide que te desplaces con absoluta libertad de un extremo al otro del país. Estás circunscrito a no más de 80 kilómetros. De ahí en adelante debes llevar en tu vehículo algún recipiente con gasolina, porque sabes que será casi seguro que en las gasolineras que están en las principales vías, carreteras nacionales, permanecen cerradas porque no tienen combustible. Esa restricción la vive el venezolano todos los días. Si vas más allá de ese perímetro y buscas un transporte, te encuentras con otras restricciones. No tienes efectivo porque en los bancos no hay dinero, o el precio supera tus posibilidades o no tienes cómo hacer una transacción por vía electrónica usando tu teléfono celular, o la señal de Internet o la plataforma del servicio telefónico están fuera de servicio, o sencillamente hay un nuevo corte de electricidad, que en promedio dura entre 3-4 horas. Pero si llegas a superar estos escollos te encontrarás que la mayoría de las líneas de transporte terrestre viajan de día, por la mañana y a primera hora, porque a partir de las 6 de la tarde es casi imposible encontrar una ruta que se atreva a transitar por más de 100 kilómetros. El riesgo de asalto, peligro de vías en mal estado y alcabalas con militares, policías o paramilitares que te detienen y te exigen dinero o alimentos para permitirte continuar, es muy grande y cada día más evidente. Sin darnos cuenta nos hemos acostumbrado, para sobrevivir, a un perímetro, a unos límites que cada día nos hacen retroceder y nos obligan a permanecer en las cuatro paredes de nuestros hogares, y un poco más allá, cuando por el día vas a tu trabajo, que ya no dura más de ocho horas y que en muchas oficinas públicas está señalada en horario matutino hasta el mediodía. Incluso la actividad bancaria, pública y privada ya hace tiempo labora, de 9 de la mañana hasta las 3-4 de la tarde. Cada día nuestro desplazamiento se reduce, se achica, disminuye. Es que después de mediodía, ya pasadas las 3 de la tarde, se ven las inmensas filas de ciudadanos quienes buscan las escasas unidades de transporte para llegar a sus hogares. Los negocios comienzan a cerrar sus puertas y bajar sus santamarías. El temor al asalto, a quedarte sin combustible en tu vehículo, no encontrar abierto un expendio de alimentos o medicinas hacen que tu vida sea una angustia diaria, una constante incertidumbre. Es una brecha ancha y honda que te aleja del progreso, de la modernidad de la vida ciudadana normal, sosegada y tranquila. Pero si esto angustia y se hace evidente cada día, lo más aterrador que observo es la inmensa brecha social referida a la educación de niños y jóvenes. La subalimentación y los largos períodos de desnutrición aguda a la que han sido sometidos cerca del 60% de la población infanto juvenil, crean esa brecha social dramática, obscena y cruel. Porque no es sólo la desnutrición que aleja a la población del desarrollo y disfrute de los bienes materiales e intelectuales, son las deplorables condiciones de infraestructura de los centros educativos venezolanos. Escuelas, colegios, liceos e incluso universidades en estado deplorable. Agravado con los sueldos-salarios de quienes ejercen actividades laborales, tanto de servicio, administrativas o docencia-investigación, quienes en promedio devengan menos de 3 dólares al mes. Cada día el proceso académico de educación formal se aleja más de los estratos sociales C-D, que son estadísticamente los más extensos y conforman cerca del 85% de la población venezolana. Esto es dantesco y aberrante porque discrimina a la mayoría de los ciudadanos empobrecidos y que no tienen acceso a centros privados de educación, mientras el régimen totalitario que detenta el poder, procura distraer la atención de la población a punta de propaganda que desinforma y crea falsas ilusiones de igualdad y solidaridad. En la Venezuela del socialismo chavizta del siglo XXI la brecha social, las desigualdades y la discriminación político-ideológicas han creado dos bloques bien extremos. Uno que ya sobrepasa el 90%, que vive por debajo de 1 dólar al día, y apenas otro 10% de potentados quienes desprecian al resto de la población, les marginan y obligan a vivir con lo más básico y restrictivo, condenados a unos límites donde debes sobrevivir.
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