Leo novedades del humorismo local sobre la inauguración del mercado socialista Cipriano Castro en Quinta Crespo donde se venderán textiles bolivarianos. La noticia daría para escribir una novela pero nos moriríamos de la risa hasta entristecernos con el final de la historia. Este ministro de comercio es estoico, cree en lo que hace, trabaja a la par de su patrón y comete no pocos disparates al igual que aquel, como esto de pretender que Cipriano Castro, un tiranuelo de medio pelo a quien le gustaba la buena vida, el coñac y las señoritas, pueda servir de ejemplo para que un mercado socialista, otro oxímoron, lleve su nombre y su inspiración. Con la economía hemos topado Alí, se dicen en el Alto Gobierno y anuncian unas medidas que si son cuarenta o si son cincuenta y al final no son nada porque no las revelan y terminan tan desdibujadas que el Rojo Ramírez anuncia que a la gasolina ni con el pétalo de una rosa.

En estos días estuve dos horas en un tráfico en la sucursal del cielo. Hay demasiados automóviles recorriendo nuestras calles porque en las estaciones de servicio regalan la gasolina. Si esta estuviese a precios internacionales tendría varios efectos: El país recuperaría entre el 15 y el 20 por ciento del PIB que constituye alrededor de 20 mil millones de dólares, según han calculado los economistas, no otra cosa que el monto que la nación deja de percibir por este populismo de alienados. En segundo lugar tendríamos menos tráfico en nuestras ciudades. Habría mayor ahorro de energía y menos contaminación. El ajuste de la gasolina debería realizarse subsidiando la gasolina para el transporte público. ¿Por qué no se hace? Porque este desgobierno tiene como metas del milenio conducirnos con método a la ruina.

El presidente Carlos Andrés Pérez fue el único mandatario de la era democrática que propuso el reacomodo a un Estado elefantiásico. Nombró un gabinete de primera que nunca más tendremos. A juzgar por el presente no hemos superado la edad de piedra. Entre las cosas que realizó fue el aumento del precio de la gasolina y en lo que pecó fue en no haber palabreado bien su viraje. Luego vendría la rapiña colectiva que fue el Caracazo, un fenómeno del que algún día se sabrá la verdad porque siempre me ha parecido que tuvo detrás las pezuñas de la izquierda internacional y del déspota Castro. Después vino la violación a los derechos humanos por parte del Gobierno de Pérez con la represión y el descrédito total. Unos notables pantalleros que se equivocaron. Una AD que traicionó a Pérez. Unos golpes chambones y al final ganaron los malos de la partida a los que la ignorancia de la clase media y ciertos empresarios dizque vivos llevaron al poder. La tragedia venezolana fue el suicidio colectivo. Haber acabado con un sistema que funcionaba y donde se respetaba la propiedad privada que es lo único que garantiza prosperidad y avance.

El Gobierno se da cuenta, porque la contabilidad no se equivoca, de que debe estimular la producción. Pero eso no se hace abriendo locales donde se comercien shores del altiplano sino que la empresa privada pueda subsistir, crecer y generar riqueza que no es nada malo sino muy bueno para todos. Pero con la chatarra legal que se aprueba en la AN donde a la empresa se le expide un acta de defunción temporizada jamás habrá país. La basura del socialismo del siglo XXI no cuenta ni con un filósofo de la talla de Eudomar Santos (Como vaya viniendo, vamos viendo) que representa el triunfo del pragmatismo. Y el país necesita pragmatismo para relanzar su aparato productivo y sincerar la economía para que produzcamos dólares y no los mendiguemos.

Petrobrás invertirá 160 mil millones de dólares en los próximos años. A Pdvsa la quebraron y le impiden invertir. Ahora nos vuelven con la quimera de los capitales extranjeros. ¿Quién va a invertir donde no hay garantías sino escollos? ¿Hasta dónde llegará toda esta destrucción?

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