Cuando Hugo Chávez llegó - en forma maliciosa - a la presidencia de la República, en Venezuela se produjo la más grande estafa política de su historia. Una cosa es postularse como candidato a la presidencia y otra es conducir una gestión autocrática que concentra el poder, en vez de distribuirlo; que congela el proceso de reforma del Estado, en vez de profundizarlo; que aumenta el número de pobres, en vez de disminuirlo; que maneja los dineros públicos como si en vez de pertenecerle al pueblo, le pertenecieran al Poder Central; que se hace el sordo ante las denuncias de actos de corrupción que se realizan desde las estructuras del Estado y no ve las evidencias y pruebas de los homicidios y lesiones que, a mansalva se comenten contra los ciudadanos que expresan pacíficamente sus disidencias contra su forma de gobernar.

Venezuela está viviendo las consecuencias de esta estafa, pero algún día mirara hacia atrás y comprenderá que la destrucción y la miseria, del fuego y las cenizas, resurgirá un pueblo dispuesto a reconquistar su libertad, a no dejarse seducir por las palabras, sino por los ejemplos; a no confiar en las promesas, sino en los resultados; un pueblo que por experiencia propia aprendió, de una vez por todas, que no todo el que viste uniforme es un militar, ni todo el que lleva una toga es un civil.

Con frecuencia, a lo largo de su historia, Venezuela ha tenido Presidentes indignos que le hicieron mucho mal, pero ninguno le ha causado tanta destrucción y logrado tan pocos beneficios como la administración presidida por Hugo Chávez. En la historia de nuestros gobiernos no hay muchos ejemplos de excelencia y, antes por el contrario, abundan las acumulaciones de errores y delitos, tanto que Chávez es consecuencia de los múltiples errores del pasado, pero en su gestión se han superado con creces los delitos contra el erario público, contra las libertades, contra el Estado de Derecho y la Justicia.

Los índices de inflación, desempleo, pobreza, desnutrición infantil, gasto improductivo, ausencia de inversiones, entre otros, han superado los resultados anteriores.

En el campo institucional, la democracia ha sido sustituida por la autocracia. La reforma del Estado, cancelada. La descentralización ha sido sustituida por la desconcentración, que es una modalidad del centralismo. Las violaciones a las leyes constituyen un hecho tan inmoral como los delitos cometidos por las autoridades encargadas de evitarlos.

En este gobierno se juntan la ilegalidad con la inmoralidad y el delito con la impunidad. Es un sarcasmo referirse al presidente como "Primer Magistrado", pues si de modelo de actuación ciudadana se trata el actual presidente de Venezuela tiene muy poco que enseñarle al pueblo.

A la clase social que la gestión oficial le ha hecho más daño es precisamente a la clase media, la que más se benefició con los cuarenta años de democracia. Durante ese tiempo, pese a todos los vicios, errores y delitos cometidos, cuyas consecuencias paga hoy el país, Venezuela fue un ejemplo en América Latina de movilidad social ascendente, ahora lo es pero en sentido descendente, pues muchas familias están pasando de estratos sociales superiores a niveles inferiores, de la clase media a estratos ubicados por debajo de la línea de pobreza. El número de excluidos sociales ha crecido durante la gestión del autócrata. No sólo se han deteriorado sus niveles de vida, sino que en el tiempo de vida útil que les queda no tendrán oportunidad de salir de las trampas de la pobreza a las cuales han sido empujados por la ineficacia, la ineficiencia y la corrupción del gobierno que dirige Hugo Chávez.

El triunfo electoral de Chávez, legítimo en su origen, se ha convertido, por sus resultados, en términos de democracia, en la estafa más grande que ha sufrido el pueblo venezolano en toda su historia.