De adalid a solicitante
Escrito por Fernando Luis Egaña   
Martes, 15 de Septiembre de 2009 06:28

altSi un país de América Latina tiene plena autoridad moral y política para reclamar la solidaridad de sus vecinos, y más allá, en la defensa de sus aspiraciones democráticas, ese país es Venezuela. Acaso no haya otro en todo el hemisferio que pueda exhibir una trayectoria tan firme de activismo y apoyo a los múltiples procesos de democratización que hicieron posible superar la era de las dictaduras militares, desde América Central y el Cono Sur, hasta Brasil y el área andina.

Durante la República Civil, nuestro país fue el santuario de los exiliados políticos de cualquier rincón del Continente. Acá se recibieron como compatriotas a los refugiados de Pinochet, de la guerra sucia argentina, del régimen castrense de Brasil, de las tiranías centroamericanas, del socialismo militarista del peruano Velasco Alvarado y, en fin, de todos aquellos gobiernos autoritarios -fuesen de derecha o izquierda- que se enseñorearon del poder a lo largo de largas décadas.

Pero Venezuela no se limitó a recibirlos, cobijarlos, darles trabajo y la oportunidad de una vida digna, sino que también se comprometió a fondo para que la democracia pudiera establecerse en sus naciones de origen. Fue Venezuela, por ejemplo, un promotor incansable del Grupo de Contadora, que le abrió el camino a la solución regional de los graves conflictos que asolaron a Guatemala, El Salvador, Honduras y Nicaragua en los años 80.

Fue también Venezuela un gran pivote para el retorno de la democracia ecuatoriana, y para la concertación política que impulsó el fin de la dictadura chilena. Los demócratas uruguayos, argentinos, paraguayos, bolivianos y también los brasileños le deben mucho a esa tradición solidaria de los demócratas venezolanos. Los partidos social-demócratas, liberales, socialcristianos, socialistas y conservadores democráticos de esta parte del mundo son deudores de esa misma solidaridad.

Y todavía los propios españoles no han terminado de calibrar el papel que desempeñó Venezuela en la transición del franquismo a la democracia constitucional. ¿O es que el Pacto de la Moncloa no tuvo entre sus inspiradores al Pacto de Puntofijo? Para la diáspora cubana, nosotros no sólo fuimos una patria en el exilio sino una segunda patria.

Por todo ello, indigna que muchos de los antiguos recipiendarios de la ayuda venezolana, ahora regateen su apoyo a la causa de la democracia nacional, para no incomodar al régimen de Chávez, con quien no pocos han establecido un modus vivendi que produce sus réditos económicos. Algunos tienen el tupé de exigir una certificación de buena conducta democrática a los mismos que les enseñaron el a-b-c de la convivencia cívica.

Venezuela nunca vaciló al momento de auxiliar a los hermanos sojuzgados por el despotismo latinoamericano. Hoy en día, que buena parte de ellos conducen sus respectivos gobiernos o tienen gran probabilidad de hacerlo, no sólo se deshacen en excusas para justificar el que no puedan reciprocar con igual celo, sino que hasta nos miran de reojo como diciendo, no sigan fastidiando... Pero eso no importa tanto como el que no descanse la lucha para reconstruir la democracia.

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