¿Es posible el retorno de AD?
Escrito por Jesús Seguías   
Domingo, 13 de Septiembre de 2009 08:49

altCreo que ya nadie discute que Acción Democrática, hoy cumpliendo 68 años de fundada, fue un partido que nació para hacer historia. Pero tampoco nadie discute que este partido, al igual que casi todos los demás partidos de Venezuela, terminó a finales de los años Noventa protagonizando historietas de la política mediocre


Luego de la sorprendente recuperación de viejos partidos latinoamericanos (el APRA en Perú y el PRI en México), y de estar observando cómo comienza a descender en América Latina la alternativa izquierdista dirigida por Hugo Chávez y Fidel Castro, muchos venezolanos, quienes hasta ayer dieron por sentado la desaparición definitiva de Acción Democrática, comienzan a preguntarse si éste partido volverá a ser otra vez la primera fuerza política de Venezuela. Depende. De hecho, hoy ya es el primer partido de la oposición, pero no es suficiente.


El colapso
Creo que ya nadie discute que Acción Democrática, hoy cumpliendo 68 años de fundada, fue un partido que nació para hacer historia. Pero tampoco nadie discute que este partido, al igual que casi todos los demás partidos de Venezuela, terminó a finales de los años Noventa protagonizando historietas de la política mediocre, convertido en una federación de proyectos individuales, y manejado autoritariamente por un aspirante a “caudillo”. AD terminó implosionando como partido, producto de sus mismas contradicciones y miserias. No hubo necesidad de que nadie la empujara. Al igual que los soviéticos, se derrumbó solita. 


Sus propias “bases” iniciaron un éxodo silencioso. Abandonaron a unos dirigentes arrogantes, mentirosos, manipuladores, y quienes creían que el partido era invencible, olvidando un principio de la política: nada es eterno, y que los partidos, al igual que los matrimonios, se construyen de nuevo todos los días. 


A decir verdad, ya no quedaba partido, en el más estricto concepto del mismo. Lo que existía era una inmensa maquinaria electoral que se ocupaba de catapultar al poder a unos dirigentes que, en altas cantidades, eran incompetentes y muy hábiles para manipular los sentimientos, las necesidades y los deseos de millones de electores, en su mayoría miembros de esa inmensa sociedad excluida llamada el “pueblo venezolano”. Recordemos que AD era el poder en los sectores más empobrecidos a la vez que mayoritarios. 

Las Ideas Muertas hacen peso
Fundada por los políticos más brillantes de la historia republicana de Venezuela – Rómulo Betancourt, Raul Leoni, Rómulo Gallegos, Andrés Eloy Blanco, Luis Beltrán Prieto, Valmore Rodríguez, Leonardo Ruíz Pineda, y muchos otros- pero posteriormente ignorados como antes lo hicimos con Bolívar, AD era un partido donde ya no se discutía la política. Era como un arroz con pollo pero sin pollo. Nadie se encargó de renovar sus tesis programáticas. La fiesta del poder no lo permitía. Ignoraron que los adeístas mismos habían creado un nuevo país. Que era urgente dar respuestas a las nuevas realidades que imponía el siglo que estaba próximo a llegar. Que era urgente dar calor humano, afecto, a miles de compañeros abandonados a la zaga de la exclusión y la pobreza creciente. Nada de eso. La vejez los mató. Las Ideas Muertas que ya no podían interpretar al nuevo país (parecidas a las que están liquidando al proyecto chavista hoy) llevaron a AD a su más mínima expresión. 


Siempre he creído que la crisis de Venezuela es la crisis de Acción Democrática. La AD que desde hacía ya muchos años no tenía nada que ver con el partido colectivo y el país de ciudadanos que quiso edificar Rómulo Betancourt se petrificó y entró en un festín de poder.


El mesianismo también mata
La primera señal de la crisis fue la rebelión anárquica del 27 de febrero de 1989. Carlos Andrés Pérez creyó que aun vivía la era de los caudillos andinos de comienzos de siglo. Creyó que con su mero liderazgo personal él podía cambiar la centenaria cultura proteccionista y dependiente de un pueblo entero. El mesianismo tercermundista lo estaba liquidando ipso facto.  Ignoró a su partido, a la base social que le apoyaba. Todos conocemos el resto de la historia. 


La falta de una sana discusión acerca de los cambios que estaba registrando la sociedad mundial, aislaron a AD de la realidad. La dirigencia estaba encapsulada, pretendiendo vivir de las glorias del pasado.
La incapacidad de la dirigencia para percibir esta nueva realidad, condujo al país a un inmenso agujero negro, donde el desconcierto, la frustración, la ansiedad se apoderó de la mayoría de los venezolanos.
El país se estremeció con un poderoso terremoto económico, social y político. Todo se vino abajo de repente. Muchos dirigentes de AD (y Copei también) tenían la cabeza en la guillotina pero su preocupación era el “peinado”, es decir, “en qué puesto quedo yo”, “pónganme frente al departamento de compras”, “cuánto hay pa´eso”, “yo sólo quiero un puesto salidor para el congreso”.


El nuevo reto
Recordar lo que pasó ayer en AD es muy importante para saber lo que no hay que hacer hoy. Vale para todos los partidos políticos. Por eso lo resalté.
A partir de ahora, Acción Democrática debe dar pasos trascendentales. Debe concentrarse en rediseñar su misión (el mundo cambió), rehacer sus tesis programáticas, superar los desencuentros emocionales (que pesan muchísimo), crear vías expeditas y amigables para el retorno de cientos de miles de militantes que huyeron del partido, restablecer los lazos de verdadero compañerismo con el pueblo adeco, brindar de nuevo el afecto, el cariño que en sus inicios sirvió para amalgamar la organización social y política más poderosa de América Latina. Pero también debe crear una relación flexible y futurista con la nueva sociedad civil que comienza a formarse en Venezuela, que por naturaleza debe ser autónoma del poder político.


Así, se estará dando el primer paso para que los venezolanos vuelvan a confiar de nuevo en el partido histórico, en el partido del pueblo, en el partido que nació para hacer la revolución ciudadana, la revolución educativa, la revolución comunitaria, la revolución del liderazgo colectivo, la revolución de la decencia, la revolución democrática. Esos son sus principales activos. La tarea aun está pendiente. El reto está vivo. Venezuela y la democracia que debemos construir necesitan partidos políticos fortalecidos y transformados.


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