Cuatro partidos venezolanos integran la Internacional Socialista: AD, el MAS, UNT, y PODEMOS. Un quinto, Alianza Bravo Pueblo, participa en ella en calidad de invitado ocasional, dada su comprobada vecindad ideológica con los restantes partidos de la izquierda democrática venezolana. Razones más que suficientes como para que ese organismo que agrupa a los partidos socialdemócratas del mundo y en el que líderes venezolanos como Carlos Andrés Pérez jugaran en el pasado un papel de primerísima magnitud, pusiera especial atención a lo que sucede en nuestro país  y, cuando menos, comprendiera las angustias de sus partidos afiliados y se solidarizara así fuese en ínfima medida con los esfuerzos de los socialdemócratas venezolanos en su lucha contra la neodictadura del teniente coronel Hugo Chávez. Sería una medida de elemental agradecimiento, vista la inmensa solidaridad de AD , desde el gobierno, y del MAS desde la oposición, con sus pares socialdemócratas chilenos, argentinos y uruguayos en medio de las tragedias semejantes que vivieran en los setenta-ochenta. Y de la gigantesca solidaridad de Venezuela con los republicanos españoles durante la dictadura franquista.

Avergüenza que no sólo no suceda nada de ello, sino que impere en su seno la tendencia de una izquierda tan escasamente socialdemócrata y de vocación tan totalitaria como la sandinista nicaragüense o los socialistas del ala extrema del socialismo chileno, argentino y uruguayo. Lo cual conduce a esta aberración inaceptable: en el seno de la Internacional Socialista que un día fuera presidida por un demócrata tan ejemplar como el berlinés Willy Brandt impera una inocultable mayoría del socialismo no democrático que impone la complicidad del organismo con quien gobierna ejerciendo prácticas de filiación abiertamente nazi fascistas, ha suspendido de facto la vigencia del ordenamiento constitucional, pretende aplastar a su disidencia y a la mayoritaria oposición democrática y en el colmo de los colmos encarcela de la manera más ostensiblemente injusta y dictatorial al presidente de ABP y persigue y empuja a la clandestinidad a Oscar Pérez, otro de sus dirigentes históricos. Sin mencionar el caso absolutamente repudiable de Manuel Rosales, presidente de UNT y obligado al exilio en el Perú, como por cierto el también ex gobernador Didalco Bolívar. Alto dirigente del partido PODEMOS.  ¿Qué tiene que decir a este cúmulo de persecuciones y encarcelamiento de miembros de partidos afiliados nuestra inefable Internacional Socialista? ¿Qué dicen los partidos socialistas de Iberoamérica?  ¿Qué piensa su coordinador, el chileno Luis Ayala? Absolutamente nada.

Si sólo callaran, sería una ominosa negligencia. Pero es mucho peor: algunos de sus miembros más conspicuos, como el PSOE – que recibiera el mayor respaldo imaginable de Acción Democrática en los tiempos de los estertores del franquismo para situar a Felipe González a la cabeza del liderazgo socialista en la España de la resistencia – se permiten el despropósito de avalar la política comunicacional del régimen en los mismos momentos en que éste se apoderaba de 34 emisoras y cerraba dos canales de televisión. Ante el justificado reclamo de la Mesa Unitaria, ni una sola palabra de respuesta. Un ominoso y cómplice silencio del Sr. Rodríguez Zapatero y de su canciller Moratinos. Que hoy se unen al Rey de España para firmar otros jugosos contratos con el sátrapa venezolano de Fidel Castro. Para seguir proveyendo al neotirano venezolano de "gas del bueno" made in Spain. Y algo todavía más insólito, por no decir repugnante: Mario Soares, líder socialdemócrata portugués y una de las figuras más relevantes de la Internacional Socialista coordina un lobby – suculentamente recompensado en euros contantes y sonantes por el Banco Central de Venezuela y/o PDVSA – a favor del teniente coronel en Europa. ¿No dan ganas de vomitar? ¿Qué dicen los españoles y portugueses avecindados en Venezuela y qué opinan los millones de venezolanos luso e hispano descendientes ante estas canalladas de sus compatriotas socialistas? 

Tampoco cabe alabar el comportamiento del socialismo chileno, respaldado de manera incondicional y generoso por la socialdemocracia venezolana durante tiempos de similares angustias. Si nuestro inolvidable amigo Aniceto Rodríguez estuviese vivo, no sólo daría testimonio de esta ejemplar y conmovedora solidaridad: exigiría un similar comportamiento de sus pares. Pero al parecer, amén del mal agradecimiento y del aberrante olvido de que nuestros antiguos beneficiados hacen gala, los socialistas chilenos proceden con doble rasero: si las dictaduras son de derecha y les afectan, como la de Pinochet, a poner el grito en el cielo, a escenificar velorios interminables por el suicidio de su líder tal día como hoy y a clamar al cielo por un auxilio caritativo. Que lo obtuvieron no sólo de Venezuela, sino del mundo entero. Y en cantidades y cualidades verdaderamente imponderables. Si en cambio de otras dictaduras se trata, como la de los Castro o del teniente coronel Hugo Chávez, su discípulo, y son o aparentan ser de izquierda y disponen de sólida capacidad financiera, a callar o a respaldar  sin miramientos y a estirar la mano. Poderoso caballero es Don Dinero.

En esto vino a dar lo que un día fuera la gloriosa Internacional Socialista. ¡Qué indignidad!