Rápido que viene el jefe
Escrito por Enrique Pereira   
Jueves, 10 de Septiembre de 2009 08:12

altPrisas, de esas prisas que se sienten desde afuera. Corren como venados para terminar las tareas antes del regreso del jefe. Tribunales apurados, despachando a unas velocidades que despeinan a cualquiera. Expedientes que crecen y llenan folios de cualquier cosa  para asegurar que los presos quedan bien presos. El jefe no pide precisión sino velocidad, así que si es necesario, se inventan los delitos, una vez preso, ya arreglaremos el entuerto. Estudiantes, trabajadores de la Alcaldía y cualquiera que levante su voz, tendrá lo suyo para buscar –tal como pide el librito- miedo colectivo a la protesta. Silencio pueblo, que no se oigan los gritos.

Humo, mucho humo para que se hable de eso y no de otra cosa, para que las cuentas  del chavismo, congeladas en Andorra no les den frío  a los venezolanos, o la investigación de un juez americano a los vínculos con iraníes, no pase de ser una noticia amarillista. Es de nuevo el imperialismo, la inteligencia gringa y la oligarquía colombiana  a la que se unen los perversos europeos, que quieren acabar con esta naciente “revolución”. Han dejado un reguero que comienza a manchar algunas páginas de la prensa mundial.

Pasaron el punto de no retorno y con una desnudez precaria, que deja al aire los pecados de todo genero, no les queda otra que poner mala cara, ladrar y amenazar a cuanto ser desdiga acerca de ellos. La jauría de escritores, me cuento entre ellos, tira dentelladas cada vez más fuertes, al descubrir que este castillo de barajitas, vestido de verde oliva, está cayendo en cámara lenta. Los perros cada vez más cerca y la pared haciendo cosquillas en sus espaldas. Se acaba el espacio entre el pueblo y las mentiras. Vamos por ellos, ya enseñaron sus miedos.

Artífices del terror, que acompaña sus escaseces, luchan por mantenerse en pie, al tiempo que preparan sus alforjas para la huida. Aquel pueblo que ahora les reclama, ha perdido sus paciencias, sus creencias y su fidelidad, para exigir con mucha fuerza lo que prometieron a  los cuatro vientos. Así caen todos y dejan esos ruidos que marcan las historias de los pueblos. Jugaron con lo que no se puede jugar: con las carencias y la esperanza de los desposeídos, que apostaron a la posibilidad de encontrar un camino cierto para salir de la pobreza.

Inocultable el fracaso rotundo y ahora, tratando de defender sus vergüenzas, no dejan a sus contrarios hacer lo que el pueblo reclama, bloqueando cuanto quieren hacer los alcaldes y gobernadores que no visten de rojo. Es tarde, muy tarde, para corregir y es demasiado tarde para volver a enseñar el crucifijo. Ese pueblo que ahora llena las calles, ya no entiende de más explicaciones y cuentos de arañero. Tarde Ramírez, para vendernos un plan petrolero nuevo, ahora con los rusos, en un modelo que se aleja del “rentismo”. Suena hasta bonito, tal vez lo compre el presidente y deje de preguntarle por las refinerías cerradas y las cifras de producción en continuo descenso.

Esta vaina se metió en un tubo, tal cual como lo hace un ratón en la huida. Ahora dentro del tubo, no tiene alternativas. Es hacía adelante o hacía atrás, no hay como correr hacía los lados. Desde atrás, lo persiguen los diablos que hizo crecer, adelante lo esperan los que reclaman su proceder. Si su abuelita no le enseñó a  hacer dulce de lechosa, cómprelo hecho y téngalo a la mano.


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