El viaje vertical
Escrito por Adrián Liberman   
Lunes, 07 de Septiembre de 2009 08:16

altAl gual que los alemanes después de la II Guerra Mundial, a nosotros nos tocará la tarea de explicarle a nuestros hijos lo que nos ocurrió en este decenio. ¿Era inevitable que hiciéramos este viaje vertical a los sumideros de la democracia? ¿No pudimos hacer nada para evitar el descenso demencial en el autoritarismo fascista? ¿Cómo combinaremos la culpa y la vergüenza para transmitirles lo que nos sucedió, cómo tocamos fondo en cuanto a libertades y derechos se refiere? Dar cuenta de nuestro presente, enseñar para instruir, pero también en ánimos de prevención, no va a ser una labor sencilla porque aún es mucho lo que no terminamos de aprehender. Si el hundimiento del Estado de Derecho nos lo explicamos como algo que sobrevino, que nos tomó por sorpresa, que desbordó la fe por efectos de un azar, el fermento para que ocurra de nuevo en el futuro queda intacto.

Si la tesis que usemos, en aras de salvar responsabilidades, será la del acontecimiento fortuito, el porvenir se muestra preñado de promesas ominosas en cuanto a la garantía de repetir las desgracias presentes.

Para ser eficaces en la transmisión de los efectos del desgarramiento y deterioro presente, habrá que asumir que éste es una construcción de la que participamos todos.

Que al igual que en Alemania, confundimos la sed de justicia con la de autoridad, y que en el fondo creímos que ésta era la solución para nuestra anomia estructural. Que nos es difícil, por el dolor que implica, reconocer la acción de un autoodio, una agresividad dirigida hacia nosotros mismos, la que nos hizo creer que necesitábamos un amo estricto.

Vamos a tener que hacer acopio de valor y de honestidad para comunicarle a los más jóvenes que encontramos ese amo, bajo los efectos de la seducción atroz de creer que era más fácil el castigo que el respeto y la inclusión. Y que eso nos ahorraba tener que pensar y hacer en función de la convivencia y el respeto mutuo.

Nos desbarrancamos en el camino totalitario porque las categorías de lo público, de lo colectivo, de lo común eran referencias marginales, estorbos para el bienestar. Y además, para muchos, la concepción del bienestar era la de un estrecho patrón de consumismo, banalidad y chismorreo.

También habrá necesidad de decir, mirando a los ojos, si es posible que, transcurridos diez años, hay todavía muchos que no se dan por enterados de las simas adonde conduce este viaje vertical. Que muchos aún sienten que tienen extraterritorialidad, que sus trabajos o circunstancias los eximen de tener que ver con lo que pasa.

Que a estas alturas hay quienes no terminan de comprender lo crucial de lo que está en juego y no asumen la actitud que corresponde a quienes tienen un problema vital entre las manos.

Así como Alemania resurgió de sus cenizas, yo confío también que nosotros seremos capaces de rescatarnos de los horrores en los que vamos sumiéndonos. Pienso que saldremos de esta catástrofe, de esta destitución subjetiva que transforma el pensamiento crítico en crimen de lesa majestad. Supongo que seremos capaces de aprender algo de nosotros y de nuestros anhelos si entendemos que el presente es una construcción sintomática de todos, un intento fallido de dotarnos de respuestas a las necesidades sentidas como males.

También confío en que sepamos ser lo suficientemente honestos con nosotros mismos, para detectar en cada quien lo que ayudó a que de esas nubes vinieran las tempestades actuales. Así haremos lo necesario para que el viaje vertical de nuestros hijos apunte hacia arriba, y no hacia los abismos de la opresión y la miseria, como es nuestro caso.

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Fuente: El Nacional


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