Del país de Virgilio Decán
Escrito por Luis Barragán | X: @luisbarraganj   
Lunes, 21 de Noviembre de 2022 00:00

altNunca hemos sido aficionados a la hípica, pero aceptemos que sin ella tampoco se explica el país que fuimos.

Una modesta renta petrolera, la apuesta semanal en loterías y en juegos del 5 y 6, por ejemplo.

La industria radial y televisiva, más los impresos semanales con la data para el cálculo mínimo de la fortuna, en expansión.  El Estado construye el imponente hipódromo de La Rinconada y su afamada Bola Continental, e, inevitable, como ocurría con otras personas en las más variadas disciplinas de la narración deportiva, no distinguir la voz e impecable dicción de Virgilio Decán que hizo escuela.

Una intensa dinámica comercial de décadas, explica la promoción constante de productos y servicios nacionales e importados. Hubo mercado para ello, como ya no lo hay con la excepción de una infinitesimal minoría de prepotentes privilegiados surgidos, directa e indirectamente, a la sombra del poder.

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Decán se hizo llamar como un príncipe extranjero que visitó nuestro país y, por supuesto, gozó de una amplísima fama hasta que falleció prematuramente.  Venido de la región guayanesa, junto a dos amigos que después se convertirían también en extraordinarios abogados, uno juez y, el otro, litigante, el ahora Aly Khan trabaja arduamente.

Cierto, estimulaban y abrían el camino de la suerte, pero laboraban incansablemente, como el inconfundible y tan exitoso locutor que nos ocupa. No obstante, operaban dos fenómenos que le competían leal y deslealmente a la industria hípica, toda una expresión cultural, fundamentalmente urbana con el sellado dominical. 

De un lado, incrementada la oferta educativa luego de 1958, el aula de los oficios y las profesiones, una misma que ha de preparar para el trabajo, amplió el camino más seguro del ascenso social que no podía prodigar el azar.  Del otro, la corrupción llegó tan lejos que los organismos hípicos del Estado, en el presente siglo, no pueden emular la centuria anterior, sumado al desarrollo de las transmisiones satelitales desde el exterior que reduce la apuesta a una holgadamente afortunada red de locales citadinos.

Del país que fuimos, puede hablar la biografía personal de Virgilio Decán.  Y, además,  el propio testimonio de vida de  quienes fueron sus más fieles seguidores.

 


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