El pasillo de Ingeniería
Escrito por Siul Nagarrab   
Domingo, 07 de Julio de 2019 06:11

altConfieso que siempre me molestó el pasillo de Ingeniería de la Universidad Central de Venezuela, por sus incontables tarantines. 

Con el tiempo, concluyó en grandes y altos anaqueles de libros, un poco más ordenados en su alineación, competidos por otros improvisados al frente, ofertando programas informáticos y películas, por supuesto, ilegales.

E, igualmente, me confieso culpable, pues, un buen porcentaje de lo que hago llamar biblioteca, se debe al famoso pasillo. No sólo por los precios y los títulos conseguidos, sino por la asesoría de los buenos libreros que tuvo.

El problema radica o radicaba, por una parte, en la modificación del paisaje villanoviano que la UNESCO misma ha reconocido. Y, por la otra, en el derecho adquirido por los "concesionarios", prácticamente intocables del lugar, validos de una tradición olvidada.

Suponemos que, desde tiempos remotos, en el sitio hubo espontáneos oferentes de la literatura "prohibida", fundamentalmente de orientación marxista, posteriormente perfeccionados en la búsqueda de títulos muy preciados en todos los terrenos del saber. Un buen día, hubo necesidad de poner orden en asunto, y gozaron de la concesión ventajista de las estructuras metálicas orientadas a crear un túnel o semitúnel del saber y de útiles escolares y papelería: a la larga, el más avispado, adquiría otras "parcelas" e instalaba toda una librería con varios empleados que también soñaban con cursar estudios en la casa que vence las sombras.

Hoy, el pasillo está vaciándose lentamente, mudada -por ejemplo - la señora Graciela, conocida como la del "Poliburó", pues, cedió su puesto original, con el cultivo de los libros soviéticos, por otro más modesto. O idos otros "concesionarios" con todo y armatoste que, en otros tiempos, defendían su pequeña y costosa fortaleza metálica como toda una conquista.

La consabida crisis parece y sólo parece devolverle poco a poco, el rostro original del celebérrimo pasillo. En realidad, desnuda el deterioro indecible de las estructuras que todavía asoman su esplendidez estética.

Ojalá que, a la vuelta de los años, toda la Ciudad Universitaria recupere las bondades de la también hazaña petrolera que protagonizó. Y no repita la ranchería que, por décadas, creció a la sombra de una rara interpretación de la autonomía, porque las prebendas y el clientelismo político hizo de las suyas: no lo olvidemos.

 


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