Conspiración del silencio
Escrito por Dr. Ángel R. Lombardi G. | X: @lombardiboscan   
Martes, 01 de Febrero de 2011 14:41

altEl misterio supremo: la muerte, ha sido el tema de Clint Eastwood en su última película: Mas Allá de la Vida (Hereafter). No es un tema fácil porque son más las preguntas que las respuestas, y porque en esencia nadie ha regresado del mas allá para decirnos como es eso de los paraísos e infiernos. En realidad lo de la muerte es un asunto de fe y escepticismo. Para muchos el consuelo religioso permite encarar el final con algo de esperanza, mientras que otros, ateos fervientes, aunque igualmente urgidos de creer en algo, piensan en el cosmos o la fuerza de una energía mayor y trascendente. Lo cierto del caso es que muy pocos aceptamos resignadamente que al final todo sea la nada, que las luces se apaguen y el polvo en que nos convertimos sea un aliento fantasmal que se disipa.

Desde muy antiguo el hombre ha intuido que la muerte es una travesía hacia otra comarca, hacia otros mundos, y mejores que el terrenal. Toda la civilización egipcia orientó sus preceptos filosóficos y ontológicos respecto al más allá. La precariedad de la existencia era un hecho insoportable, mientras que el sentido de inmortalidad representaba una autentica salvación. Las majestuosas Pirámides egipcias no son otra cosa que tumbas mágicas en la inmensidad del desierto con la función de preservar la integridad del cuerpo del difunto a lo largo del gran viaje hacia el confín de los Dioses.

Clint Eastwood, que se nos ha revelado como un extraordinario Director, y que hoy ya ronda los 80 años, no escapa a la angustia natural en torno a la muerte, y a su propia muerte. Y en su película la respuesta que nos logra brindar desde su particular óptica de hombre sabio es reconfortante y optimista. "Más Allá de la Vida" le ofrece al espectador tres historias bien hilvanadas que confluyen en un desenlace signado por la convicción de que hay algo después de la muerte, que nuestras vidas no pasan en vano, y quizás, lo más impactante, que somos responsables de nuestras acciones y estas trascienden con sus consecuencias, ya sean buenas o malas, a la misma existencia. Según Eastwood, la dimensión moral y ética humana pasa a ser el centro de la salvación a través del amor, la solidaridad, y la integridad.

El dolor por la pérdida de un ser querido, quizás sea la experiencia más triste y devastadora que un ser humano pueda concebir, algo que incluso nos lleva a rebelarnos ante el propio Dios, situación ésta que la película encara, de una manera sobria e inteligente sin caer en los lugares comunes. De igual forma se denuncia a los charlatanes que tanto pululan, los llamados emisarios de la muerte, que malviven explotando el padecimiento ajeno. Lo cierto del caso es que estamos ante una película de gran factura, de esas que no dejan indiferentes a nadie y que nos permiten aventurar explicaciones audaces sobre el tema más esencial de la vida: la trascendencia humana ante el fin.



DIRECTOR DEL CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS DE LUZ

http://angelrafaellombardiboscan.wordpress.com/


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