El hermoso Dr. Acosta
Escrito por Macky Arenas   
Martes, 25 de Mayo de 2010 06:45

altEl pasado fin de semana, un venezolano de 92 años nos dictaba cátedra de amor por este país que ya no parece recordar el sabor del cariño. Un ser hecho de puros rasgos de valía y coraje, de esos que parecen extinguirse en estos tiempos donde el manoteo sustituye al más elemental razonamiento y cualquier buen gañote se lleva en los cachos a la experiencia. Debido a su edad ya no anda trotando caminos, como lo hacía hace 50 años cuando le tocó llegar bien lejos, junto a Juan Pablo Pérez Alfonso, lidiando con árabes quisquillosos y venezolanos recelosos buscando crear la OPEP. Por eso el gobernador de Carabobo se trasladó a su casa, en Valencia, donde vive rodeado de las atenciones y el cariño de su familia, con todo su equipo, para conocerlo y reconocerlo. Este año la OPEP cumple 50 y el único testimonio vivo de la estirpe fundadora es Eduardo Acosta Hermoso, por lo cual recibió, en medio de la admiración de todos los asistentes, la Orden “Sol de Carabobo”.

Estos homenajes devuelven en vida algo de lo que el país adeuda a estos insignes venezolanos quienes, cuando les tocó, trabajaron hasta 18 horas al día sin cobrar horas extras, jamás tocaron el erario público como no fuera para beneficio público, ayudaron a otros venezolanos a surgir sin pedir nada a cambio y rescataron el mercado petrolero para el desarrollo del país, sin guardar bajo la manga la daga que hundirían en la espalda de todo aquel que no se les humillara. El Dr. Acosta Hermoso es uno de esos compatriotas ante los que uno siente cercana esa hoy brumosa Venezuela que luchó, prosperó, se hizo respetar ante el mundo y aún palpita enmendándonos la plana; es de esos personajes sencillos y sabios a los que uno se acerca con la esperanza de que algo bueno se le pegue, de esos grandes que aún hacen exclamar a los colegas: “Qué suerte haberlo conocido, qué privilegio haberlo entrevistado, qué modales de gran señor!”.

Una vida sin rencores le ha permitido llegar a tan avanzada edad ligero de equipaje, con la serenidad espiritual de quien ha cumplido con su tiempo y cargado de buenos recuerdos que compartió con los presentes en tan emotivo acto. Una sana rutina de vida hace que hoy mantenga intacta esa lucidez desde la que aún increpa: “Qué pasa en Pdvsa? Por qué no se conocen cifras sobre la situación petrolera? Quién maneja la industria? Por qué la empresa petrolera tiene que cumplir tareas que no le corresponden? Por qué improvisan? Qué derecho tienen para manipular la información cuando nosotros jamás lo hicimos?”.

El doctor Acosta leyó sus palabras sin vacilar ni un instante y con sostenida firmeza, sin utilizar anteojos, lo que hizo exclamar al joven y atónito mandatario carabobeño cuando le tocó el turno: “Excúsenme, el Gallo no necesita lentes, pero el Pollo sí!”. Todos, comenzando por él, estábamos plenamente conscientes de que vivíamos una jornada casi mágica. Era un acto sobradamente merecido por parte del homenajeado y doblemente emocionante pues una tercera generación, representada en Henrique Fernando Salas-Römer, era la protagonista de ese acto de justicia. De alguna manera, aquella Venezuela que marcó la ruta de la cual nunca debimos apartarnos, se conectaba con el relevo que tiene que retomarla para rescatar al país de la división y la ruina. Tal vez eso fue lo más significativo de ese momento tan íntimo y al mismo tiempo tan rutilante que fue el acto de condecoración del hermoso doctor Acosta Hermoso. Y valga lo que parece una redundancia pero es un elogio con todas las de la ley.


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