Leszek Kolakowski: el Sócrates de Polonia
Escrito por José Rafael Revenga | @revengajr   
Lunes, 21 de Diciembre de 2009 07:15

altEl pasado 17 de julio fallece en Oxford el filósofo Leszek Kolakowski (1927-2009) conocido como el “Sócrates de Polonia”. A partir de sus doce años, y durante cinco años, presencia muchas de las atrocidades de la  invasión nazi de su país incluyendo la destrucción del Gueto de Varsovia.

 Como contrapeso, cuando los soviéticos ocupan militarmente su patria, se hace miembro del Partido Comunista. Sin embargo, su entusiasmo ingenuo se fue agrietando y ya en 1950 después de una estadía de tres meses como estudiante universitario en Moscú se da cuenta de la “desolación material y espiritual” del estalinismo.

Seis años más tarde, en 1956, Polonia vive un breve lapso de libertad durante ese mes de octubre. Desgraciadamente,  el breve “deshielo” polaco de 1956 se evapora y la “revolución húngara” también se extingue el 10 de noviembre de 1956 después de dos semanas y media de lucha heroica contra las tropas soviéticas de ocupación. Muy pronto el joven filósofo, quien recibe su doctorado en filosofía en 1953, empieza a ser acusado como revisionista por sus críticas a la ortodoxia moscovita.

Durante los próximos diez años en la medida en que Kolakowski, desde su cátedra de Historia de la Filosofía en la Universidad de Varsovia,  aumenta su influencia orientadora entre los jóvenes universitarios, recrudecen las críticas y censuras oficiales aprobadas por Władysław Gomułka designado Primer Secretario del Partido Unido de Trabajadores en 1956 como concesión al aperturismo pero quien pronto revierte a una línea dura. Kolakowski  procede a su ruptura definitiva con el Partido en 1966. En esa ocasión rememora: “En 1956 comprendimos que la esclavitud no conduce a la libertad, que las mentiras no fortalecen a la verdad y que la opresión no promueve la igualdad posible.”

En marzo de 1968 a raíz de la Primavera de Praga es removido de su cátedra y expulsado del país. A partir de 1970 encuentra acogida como investigador (senior research fellow) en Oxford en el prestigioso All Souls College. Permanecerá allí cuarenta y un años durante los cuales ejerce enorme influencia en los círculos intelectuales polacos, y de manera especial a partir de 1980, en los dirigentes del movimiento Solidaridad. Regresa a su país por breve períodos  después de 1989 cuando culmina el proceso de liberación. Una de sus visitas fue en ocasión de recibir el galardón del Águila Blanca, máximo honor  que confiere Polonia a uno de sus ciudadanos
Sus más de treinta libros, llenos de humor agudo, de sátiras críticas y de parábolas fabuladas  como las “Conversaciones con el Diablo”, reflejan un estilo llano animado por  la intención de comunicarse con las personas comunes. Su pensamiento se irradia desde Inglaterra hacia  Europa Central  y los Estados Unidos. Sin abandonar su cátedra en Oxford, es profesor en las universidades de Yale, McGill, California (Berkeley) y Chicago (1981-1994). En 1978 publica su obra maestra “Las Principales Corrientes del Marxismo: su surgimiento, auge y derrumbe”, un examen demoledor  de las fundaciones ideológicas  del marxismo en base a sus concreciones históricas. El editor de la traducción al francés (1987) no se atrevió a publicar el tercer volumen de la obra, el cual versa sobre las realidades del marxismo en el siglo 20, temiendo su impacto sobre la actualidad política.
Con absoluto rigor histórico, Kolakowski demuestra que la realización histórica del marxismo lleva inexorablemente a la represión, a la degradación cultural, al fracaso económico, a una reducida clase de privilegiados, a gobiernos autocráticos y  al absolutismo personal. Tildado de “anti-marxista” –remoquete utilizado por los opositores al ver agotada su última munición argumentativa-  practicó con toda convicción la discusión, el diálogo y el debate en forma reflexiva y civilizada. Criticó al clericalismo (Cristianos sin Iglesia) y al antisemitismo imperantes por largo tiempo en su patria y calificó al marxismo  como “la mayor fantasía de nuestro siglo” la cual “se hizo tan débil y ridícula que terminó en que nadie creyera en ella: ni los gobernantes ni los gobernados.”

La revista The Economist lo calificó como “una de las grandes mentes de la época moderna”. En 1975 escribe en uno de sus tantos artículos: “la única receta médica universal que tienen los marxistas para los males sociales –la propiedad por parte del Estado de los medios de producción- no sólo es perfectamente compatible con todos los desastres del capitalismo sino que le añade una serie de desastres propios: la ineficiencia, la ausencia de incentivos económicos y sobretodo el gobierno sin restricciones de una burocracia omnipresente, una concentración del poder nunca antes conocida en la historia humana.”

En junio de 1982 la Universidad de Australia lo invita a dar una conferencia que él titula Reconsideración de La Muerte de la Utopía. En ella expresa uno de sus pensamientos fundamentales: “Una visión utópica, una vez traducida al lenguaje político, se convierte en mentirosa o contradictoria en sí misma; provee nuevos nombres para viejas injusticias o esconde sus contradicciones bajo etiquetas inventadas ad hoc. Esto es particularmente verídico en las utopías revolucionarias…  …El famoso eslogan de Rousseau, Uno tiene que obligar a la gente a ser libre es un buen ejemplo…   …Igualmente la utopía igualitaria-revolucionaria de Tkachev (una importante fuente de la doctrina de Lenin) la cual afirma que la principal meta de la revolución es la abolición de todas las élites, tarea a ser llevada a cabo por la elite revolucionaria.”
Como lo afirma el teólogo George Weigel: “Su proyecto consistió en una rigurosamente argumentada protesta en contra del vandalismo espiritual representado por  la tesis marxista que la única manera de organizar a las  sociedades de una manera más justa es por medio de la coerción sin límites.”

Personalmente siempre me ha llenado de perplejidad el poder de la atracción seductora transcultural que la ideología marxista ejerce sobre intelectuales de gran valía. Como dijo Raymond Aron: “el marxismo es el opio de los intelectuales”. Obviamente, como en toda complejidad humana, intervienen múltiples factores y no hay una respuesta única. Quizás, y sólo  desde el punto de vista intelectual, Kolakowski haya acertado al asignarle un gran peso al ideal romántico de Marx para quien  la clave de la unidad social perfecta se encuentra únicamente en un diseño impuesto institucionalmente. Esta máxima da al traste con la responsabilidad personal y la libertad individual y da  cabida a la trágica consecuencia de la transformación del marxismo en la  “Gran Incubadora” de las fuerzas de la irracionalidad.

Frente a los  dogmatismos lobotomizadores, Kolakowski comenta: “No hay respuestas definitivas  pero hay maneras de aproximarse a los interrogantes que le brindan a uno la sensación que uno se encuentra  en la pista correcta aunque no llegue a alcanzar la meta esperada. No obstante, esta situación no es dramática, no es trágica. Uno puede convivir con ella.” (El horror metafísico, 1988)





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