Ética de camerino
Escrito por Ignacio Ávalos Gutiérrez   
Domingo, 04 de Julio de 2010 08:57

altPor lo que se tiene visto, este mundial, como el anterior y varios de los anteriores del anterior, no será uno de los que quedan  guardados en la historia dentro de la gaveta de los gratos recuerdos.  El buen fútbol se ha dado de a poquito y por eso la atención se ha concentrado en el arbitraje, bastante desacertado por lo general y para muestra tres botones colosales : el gol anulado a Lampard frente a los alemanes, el tanto validado de Tévez ante los mexicanos y la doble mano, sonrisita arbitral incluida, del brasileño Luis Fabiano sellando la derrota de Costa de Marfil.  Tres casos que muestran la enorme posibilidad para transgredir de las normas, sumándole a lo anterior patadas, zambullidas en el área, agarrones y hasta el foul disfrazado de táctica, una manera de ensalzar la habilidad del jugador. Por eso se ha llegado a decir que allí, esto es, en el delito, radica buena parte de la esencia del juego.

Los árbitros son los custodios del “fair play”, tan cacareado por la FIFA. La justicia en la cancha queda a merced de cuatro jueces, uno de los cuales es más bien un burócrata que ni siquiera suda, encargados de mirar lo que ocurre en un terreno de 120 metros de largo por 90 de ancho, durante hora y media, a lo largo de la cual deben apreciar decenas de jugadas y decidir en un nanosegundo  si hubo un codazo intencional o si la pelota salió por la línea de corner.  Son jueces precarios, siempre a las puertas de una equivocación  que  hoy en día es colocada en evidencia, con premeditación y alevosía, en el televisor.

Sin embargo, la FIFA sigue sin permitir el auxilio del video en los partidos. El error del referi, clarito en la pantalla, no puede echarse  para atrás, dado que las normas no lo permiten. Estas protegen la equivocación por encima de la verdad mediática que, en este caso, es la verdad verdadera  generando, como en la vida, las injusticias propias de la justicia, mientras a la FIFA, no se le ocurre pensar, como lo escribe muy bien la periodista Ysabel Briceño, si tiene sentido su función única sobre una cancha vigilada por millones de personas.

Los dirigentes del balompié defienden su tecnofobia alegando el discreto encanto del error humano, con lo cual cobijan el delito, trajeado de viveza, como parte indisoluble del futbol.  Por qué sorprenderse, entonces, que cuando le pregunté a un chamito de ocho años si el arquero alemán debió haberle dicho al árbitro que el balonazo de Lampard fue gol, .me haya contestado que “ ni que fuera pendejo”. Por qué asombrarse, digo , si después de mucha predica fair play, este es el credo implícito del fútbol.  Es la ética que se imparte en el camerino : meter pierna y ganar.

El Nacional/OyN


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