¿Insulza o Moratinos?
Miércoles, 05 de Agosto de 2009 07:10

altDios los cría y el diablo los junta. Miguel Ángel Moratinos y José Miguel Insulza. Son tal para cual: tan parecidos como una gota de agua a otra gota de agua. Los propios gemelos. Incluso generacionalmente. Anda pisando el chileno los sesenta y dele.

Moratinos, el español,  acercándose a los sesenta. Tiburones del mundillo político, operadores del amplio y estrecho universo de las entrepiernas del Poder. Flotan como el corcho, sobreviven a las crisis y perseveran como la gripe. Apestan.


Ambos socialistones. Ni mucho como para quedarse al margen del reparto de la torta. Ni demasiado poco como para anclarse de concejales. Aman la política internacional, los viajes, la faramalla, el relamido universo de las sobadas de espalda, suaves apretones de mano, cierres de ojo y cheques al portador de consolidadas cuentas bancarias. No pasarán hambre. No correrán la suerte de los okupas o los naufragios de los africanos.

Están blindados contra las crisis. Y si los apuran, se aferran a sus cargos para no perder la jubilación trepadora, de esas que mantienen el poder de compra no importa el bajón del consumo. Ni el cambio de la divisa. Que la vejez tiene cara de hereje.


Trepadores y oportunistas, suelen cobijarse bajo el árbol que les garantice más sombra. Son la perfecta expresión comarcal y aldeana de lo que los alemanes llaman un Realpolitiker, esto es: un político que se caga en los principios y sólo apuesta a tener el rabo del burro en el bolsillo. Para cuando aprieten las congojas. Que la vejez espanta.


Han servido a personajes semejantes: Moratinos a Rodríguez Zapatero, el bobo. Que se tropezó con el Poder gracias a unas mochilas cargadas de explosivos. Insulza a Ricardo Lagos, el avinagrado. Ambos socialistas. De esos que se aterran ante el poder demoledor de Chávez, el milico brutal. De los mismos que se cuidan el culo ante las fracciones ultras de sus respectivos partidos. De aquellos que están obligados por oportunismo a respaldar al teniente coronel. No vaya a ser cosa que los comunistas de sus respectivos patios los pongan en cuarentena.
nbsp;   Son babosos hasta la exageración. Dignos personajes de Dickens o de Pérez Galdós. Huelen a repollo hervido, a cazuela de gallina, a alcachofas guisadas. Han recorrido mucho encebollado y jalado kilómetros para subir a las alturas de sus despachos.


Por eso se arrodillan ante el hombre de las botas. No vaya a ser que pierdan el carro con chofer, el maletín grabado, la suculencia de viáticos y granjerías. Ambos consideran que Venezuela es ejemplarmente democrática. Como por cierto otro personaje de la misma ralea, el brasileño Marco Aurelio García, peón de Lula. Pues de eso se trata: de ser peones cabales. De lamer tanto como su lengua y la doblez de sus espinazos lo permitan. Para sobrevivir en la oscura y turbia nata de funcionarios y empleados públicos, su único y verdadero horizonte.

En esas manos anda perdida la libertad de nuestros pueblos. Dios se compadezca.


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