El Estado Proletario ha retirado a nuestro embajador y a su personal de Colombia. Se anuncia el congelamiento de las relaciones, ojo pelao con las empresas neogranadinas en el país y hasta posible cierre del gasoducto. Noticia desinflada y caliche que luego de leer, bostecé y me dormí. Nada nuevo para la diplomacia de micrófono pirata y aberrante a la que nos tiene acostumbrados este régimen de iguales características. Una vez más el hermano Uribe y su gobierno pasan a ser “irresponsables de la más grande calaña”.

Guao, me imagino que ahora sí castañearán de miedo los ministros del Palacio de Nariño por estos anuncios contundentes. La cuestión no es ponerse del lado de Colombia, todo lo contrario porque históricamente no ha hecho sino exportarnos sus problemas, sino que estas torpezas evidencian que nuestra cancillería no existe y que todas las decisiones se toman en Miraflores. Por otra parte, Colombia tiene derecho a enfrentar a las FARC y exigir cuentas de sus amistades peligrosas.

No se entiende cuál es la utilidad del MRE si todo entendimiento queda hecho añicos con cualquiera de estos gritos insensatos. ¿Será que de veras se hizo proletaria? La política con Colombia, como con el resto de los países de América debería ser una política de Estado y no la de los intereses subalternos del PSUV y de esta izquierda torpe, parasitaria y poco emprendedora que ha inventado la rochela del socialismo del siglo XXI para saquear los dineros del Estado, destruir la empresa privada y comprometer el futuro de Venezuela para siempre.

Inaugurando su gobierno, Lula da Silva, de quien estos mandones deberían aprender, dijo en un encuentro en Lima que él no tenía tiempo de mirar hacia atrás porque su meta era el futuro. En ese porvenir anunciado por este líder sindical que sí sabe lo que es la lucha de clases en su sentido más creador, los empresarios de Brasil estarían alineados con la política exterior. Basta reparar como Odebrecht forma parte de ese paquete de Itamaraty. Los brasileños son la octava economía del mundo gracias a sus empresas, a su capitalismo y a este empuje gubernamental. Aquí no: Se prefiere la quiebra de nuestros empresarios para ponerle la alfombra roja a los de afuera. En la reciente reunión con el canciller Moratinos, el español puso sobre el tapete la indemnización a sus nacionales por las invasiones y violaciones a que han sido sometidos sus súbditos por todo el pelotón Robespierre de esta bellísima revolución. Así opera una nación consciente de que la defensa de sus factores productivos es la defensa de su soberanía. Los nuestros son los enemigos del proceso.  

Nuestro empeño de integración natural debe ser con la Comunidad Andina. La terquedad por llegar a MERCOSUR, multilateral que no nos aceptará, constituye un craso error porque nos convertiremos en tributarios de Brasil. La Comunidad Andina es por lo demás una unión política mientras la del sur es estrictamente una unión aduanera. Del ALBA ni hablaremos porque es un club de pedigüeños y sablistas para expoliar a nuestro país. Una vez Omar Torrijos dijo en Caracas que cuando un pariente pobre se sienta en la mesa del primo rico, siempre se lleva algo. Si no, regístrenle los bolsillos a Evo o a Ortega.

En poco tiempo oiremos del encuentro binacional colombo-venezolano en Cartagena para relanzar las relaciones de las dos naciones bolivarianas. Habrá verborrea a granel. El irresponsable Uribe y toda su oligarquía santanderina volverán a ser los aliados de un destino compartido.

Pero nuestros vecinos, que sí tienen una cancillería que defiende a su país integralmente, sacarán un tajo a este relanzamiento conquistando mercados. Qué, si no, ha hecho Lula. En lugar de apoyar a los terroristas de las FARC o erigirle bustos a Marulanda, sería sensato ponerse a defender y promover a los propios venezolanos. Léase: Archívese el pavoso socialismo, defiéndase a los empresarios locales y créese prosperidad.

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