Bases de USA en Colombia
Escrito por Enrique Prieto Silva   
Lunes, 27 de Julio de 2009 07:55

Es factor positivo y saludable para la estabilidad democrática de Venezuela, la elevada capacidad analítica del venezolano en materia socio-política, aunque tenemos que reconocer, que en la mayoría de los casos los ponentes son desconocedores de la materia y se atreven a especular sobre temas que no son tratados en la tribuna comunal e inclusive en claustros universitarios.

Siendo de mayor gravedad que se ha querido orientar una especie de cátedra en lo militar y de seguridad de la nación, partiendo de interpretaciones empíricas que han logrado miembros del poder del Estado, sin que en ellos haya ocurrido el estudio correspondiente, que requiere un análisis a la luz de teorías y doctrinas forjadas en el desarrollo de la ciencia política, sin desechar la apreciación de la situación actual.

La causa del problema no requiere mucha investigación. Venezuela es un país que desde hace años y siglos ha marcado pautas en el devenir internacional y de sus relaciones. Basta conocer el desarrollo universitario y de los centros de investigación científica, hasta que se enquistó la “bendita revolución” cuya peculiaridad ha sido la eliminación de centros de cultura y la tendencia a la igualación de todos hacia abajo. Desde entonces, atravesamos una crisis que debemos lamentar, porque hemos vivido 10 años de retroceso con una postura de rastracuerismo que gira en la órbita de un personaje que realmente se cree iluminado. Es, aunque no se quiera entender, un momento desgraciado. Más enrarecido no puede ser el clima de frustración y tragedia en que vivimos, al extremo de no tener ya margen de expectación y asombro. Pero nada nuevo podemos esperar, que no sea la debacle y la quiebra de la esperanza, a la que conduce una política del odio como la que vivimos los venezolanos. Sin embargo, debemos rogar porque nuestras mentes se mantengan en equilibrio, en la creencia de que la esperanza es lo último que se pierde; y aunque la noche sea larga, sabemos que siempre habrá un amanecer, que podremos ver mientras tengamos vida.

Tenemos que convencernos de que hemos estado con la razón de nuestra parte, al comprender, que lo que comienza mal, mal termina. Es triste pensarlo, pero es la verdad que debemos reconocer. Así lo creímos y así lo dijimos: ¿Qué podíamos esperar de un Gobierno conducido por un majadero, que se creyó la fábula de un sueño, mas aún de un intelectual osmótico capaz de hablarse y convencerse a si mismo, y de quien ve en el prójimo un adversario a quien debe celar y atacar, siguiendo el estigma de quien piensa que para reinar hay que dividir, sin importarle que divide?

La conducta de Chávez ya no debe preocuparnos, porque nada nuevo aporta. Lo que hace es ya repetitivo en su largo vuelo hacia el estrellato en busca de un liderazgo regional, que ha querido y pensado hacer internacional. Nada qué envidiarle a CAP, quien igual que él menospreció al pueblo venezolano para convertirse en el padrino de los no alineados. Pero si debe preocuparnos la irracionalidad y la barbarie de su equipo, que ha sido capaz de creer que Chávez es un conductor innato o mesiánico y le ayuda a convertir sus ideas en barbarismos. Es el caso actual de los enfrentamientos por el poder que va perdiendo en la Región, y la estúpida obsesión de enfrentar a Estados Unidos.

Con Uribe, ha cazado un pleito que nos involucra y avergüenza y es tan lerdo, que ni cuenta se da cuando lo vacila. No ha entendido que su lucha es de un (su) cuartel contra la universidad a la que se refirió Bolívar por nuestra prepotencia militarista, cuya percepción nos embadurna cuando tenemos que reconocer, que así como tuvimos grandes genios militares, también hemos tenido en mayor proporción sátrapas con uniformes. Es para escondernos, al reconocer que hemos luchado por cambiar la imagen del gorilismo, pero cíclicamente aparecen más gorilas como en la actualidad, que sólo piensan en uniformes, grados con más oropeles y laureles, y se auto dignifican con el calificativo de “soldados”, dándoles la misma vigencia de las tropas pretorianas e imperiales.

Uribe ha decidido, ante la terca intromisión de Chávez y Correa en su problema interno, permitir a Estados Unidos que usen varias de sus bases militares, para la operación de las unidades que desde hace tiempo trabajan en conjunto con las fuerzas militares colombianas en la lucha contra los dos flagelos que han perturbado su desarrollo y la paz durante casi un siglo: la droga y la guerrilla. Pero esto no es nuevo. Para los colombianos es un complemento del Plan Colombia que desde Pastrana opera en nuestro país vecino, sin que dejemos de reconocer el éxito que ha tenido desde que Uribe es presidente. Ya antes, inclusive, previo al Plan Colombia, existió la llamada ayuda militar fundamentada en un interés universal fuera de las especulaciones geopolíticas en la lucha antidroga, que evidentemente tiene su mayor efecto y daños en los Estados Unidos. Apoyo que causó resquemor en Venezuela, viéndolo sólo desde el punto de vista de la ruptura del equilibrio militar, en el momento en que las fuerzas armadas venezolanas eran equipadas en proporción a su capacidad operativa y su dedicación principal era su especialización, jerarquización con base al mérito, que se amparaba en la apoliticidad y la dedicación exclusiva al servicio de la seguridad de la patria. Era una verdadera fuerza militar profesional no militarista.

En esta oportunidad, como hemos hecho siempre, debemos recapitular lo inherente a la relación Colombia-Venezuela, en la cual nos hemos involucrado muchos venezolanos, quienes al servicio de la patria en las armas o por ellas, hemos querido ser patriotas realistas y no guerreros silvestres. En este sentido, tratando de entender la fijación de muchos anecdotólogos, más que historiadores de ambas fronteras, analizamos el pensamiento del ex ministro de Relaciones Exteriores de Colombia, Alfredo Vázquez Carrizosa, quien en su libro ‘Colombia y Venezuela, una Historia Atormentada’ (Bogotá, 1988), dice lo siguiente: "las relaciones entre los gobiernos de los dos países, más que atormentadas, han sido en mucho equivocadas”. Refiriéndose a Venezuela dice que “ha sido casi constante en llevar una política con el país vecino signada por el prejuicio". Nosotros podemos aseverar que una de las causas evidentes y quizá la principal de tal conducta está en el desconocimiento que muchos venezolanos tienen de Colombia; de su historia, desde la separación de la Gran Colombia en 1830 hasta nuestros días; de la ausencia de un análisis sobre su elemento psicosocial; de la confusión sobre las verdaderas causas de los males que aquejan a aquel país y a la repetición de epítetos que les han sido asignados a ese gentilicio, sin discriminación alguna, a pesar del porcentaje que esos nacionales representan para el censo nacional, hoy agravado por el intervencionismo del presidente Chávez y su terca lucha por un nacionalismo ramplón.

Venezuela no debe ver a Colombia como un adversario posible agresor y mucho menos interferir en sus relaciones con otros Estados. Debemos partir del criterio que, una cosa es la delimitación del Estado y la seguridad de nuestros límites y fronteras, las cuales debemos preservar y proteger y, otra, la ayuda que debemos prestar al hermano y vecino país, para que logre salir del trance generacional y social por el cual pasa; que, como una enfermedad, nos está contagiando, por no decir contaminando, cuyo desenlace indiscutiblemente afectará, no sólo las relaciones internacionales, que han quedado en manos de lerdos auto diplomáticos, incluyendo al propio presidente, sino que afecta todo un proceso de integración que viene avanzando desde hace bastante tiempo y que, como salida económica se está reflejando en las relaciones, hoy retirados de la CAN y del Grupo de los Tres y, con una frustrante perspectiva de integración al Mercosur, con el ataque al ALCA y el desecho de la integración con la UE, pero de mayor gravedad, una idea focalizada y estúpida de integrarnos como anodinos en una organización producto del “intelecto” de Chávez, el ALBA, que al comienzo era una “alternativa” económica, transformada luego en una “alianza” militar. Como bien han dicho tratadistas de la materia, "es un problema, cuyas magnitudes que percibimos, cuando menos, sabemos que excede en muy mucho lo nacional colombiano para afectar a toda la región".

Algo debe quedar claro y debe ser bien entendido: Venezuela y Colombia seguirán siendo países fronterizos y, salvo locos que los hay, pueden tener la ocurrencia de pensar en crear una república colchón que las separe, como la percepción chavista de limitar con la FARC. Tampoco somos Servia y Kosovo ni India y Pakistán y mucho menos Israel y Palestina. Por ello, debemos siempre pensar que cualquier solución para Colombia, debería surgir de sus países vecinos, pero ante la terca oposición (enfrentamiento) como los de Ecuador y Venezuela, no le queda mas salida a Colombia que buscar la intervención de países extraños (poderosos como USA), aunque exista la percepción de que podría lograr la paz inmediata por la fuerza de las bombas, pero que corre el riesgo de crear heridas que jamás podrán sanar.

La intromisión de Chávez y la de Correa, como lo hemos dicho antes, ha transformado el problema colombiano en una limitante aferrada a controlar y reducir el tránsito y el tráfico de drogas reforzando sus fronteras militarmente, aún cuando pensamos que lo conveniente sería intentar una acción de intermediación multinacional en todos los frentes fronterizos y buscar acuerdos en comisiones multinacionales, como nos recuerdan las acciones de Contadora en Centroamérica y otras efectuadas en el mundo, sin que se piense en la acción militar unilateral o multinacional, ya que en todo caso, Venezuela tendría que ser neutral, por los aspectos geopolíticos antes expuestos. Los pacificadores se van o se mantienen como invasores, pero los muertos y los dolientes quedan encima o debajo de tierra colombiana y muchos serán los refugiados que tendrá que atender Venezuela con o sin recursos. ¿Podríamos dimensionar la magnitud de colombianos que aprovecharían la gran oportunidad para venirse a Venezuela. Mas que los que tenemos? Muchos son los siglos que llevan Los Balcanes sin llegar a la conciliación. Y no pensemos que todo se debe a la diferencia étnica.

Insistimos en que ante una guerrilla, que siempre ha aspirado a un reconocimiento de beligerancia internacional, para lo cual se ha valido de nuestro Gobierno; que percibió la posibilidad de negociar un cogobierno nacional; a pesar de la técnica seguida de atacar por una parte, insidiosa y constantemente en diversos lugares y por el otro reclamar gestiones de paz, buscando así aumentar la aceptación nacional y regional, pero que sigue utilizando el secuestro y el negocio del narcotráfico como medio de subsistencia, creemos que la estrategia “bolivariana” venezolana ha sido y sigue siendo errada y obtusa. No podemos seguir oponiendo ante Colombia el nacionalismo soberano y mucho menos la integración con el riesgo de pérdida y mucho menos, lo que es de mayor gravedad, la terca insistencia de Chávez de luchar contra el fantasma de la invasión imperialista de USA. Lo que surge como acción inmediata es dar vigencia a un Consejo Nacional de Seguridad integrado por profesionales idóneos, que logren cocinar una verdadera estrategia para ayudar a Colombia y, entre tanto, resolver el problema fronterizo, que conlleva volver a nuestras fuerzas armadas profesionales e institucionales, lo cual parte de olvidar la estupidez de lo “bolivariano” y del pensamiento militar creado por Müller Rojas.

Como versión doctrinaria, al margen del análisis geoestratégico, no hay que olvidar que, la guerrilla colombiana apoyada por el narcotráfico es ya un problema-modelo universal, que no podrá ser superado sin el apoyo sincero de la comunicad internacional. Otra cosa, que no debemos menospreciar, pero si obviar “por ahora”, es lo histórico en la relación subyugante de USA con sus errores intervencionistas, pero tomarlo como lo quiere Chávez en este momento, es como utilizar la fábula de los “espejitos” para incitar el odio contra los conquistadores. Corolario: es un laberinto que requiere intelecto para encontrar la salida.

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