No puedo describir la emoción. Me conmoví profundamente al ver la transformación de Raúl Castro. Después de 50 años de dictadura, luego de los innumerables fusilamientos que supervisó con el Che Martir, pasada la represión más absoluta, hoy se nos presenta con un discurso democrático y exigiendo nada menos que “un bloqueo” contra los fascistas hondureños. 

Juro por un puño de cruces que no imaginé ese escenario de ensueño en que los golpistas más éxitosos de América, reunidos en convención, pontificaron sobre la democracia y la libertad de los pueblos. Los escritores de lo real maravilloso quedaron rezagados con personajes tan imposibles.

Y que no decir de Insulza. Jamás un apellido fue tan apropiado para un político. El veleta chileno, ciego a las otras tragedias continentales, de repente, casi sin quererlo, abrió los ojos a la luz de la revelación chavista. Con una energia desconocida, movió las teclas de la diplomacia y se propuso ir a Honduras y convencerlos de su error.

Inconscientes de sus actos, el Tribunal Supremo, la Asamblea Nacional, la Fiscalía, los militares, la Iglesia, los empresarios, los trabajadores y los partidos políticos, rectificarían para aceptar el retorno del Presidente depuesto. De seguro actuaron a la ligera, casi sin pensarlo, como lo hacemos aquí, no analizaron las consecuencias de derrocar a un miembro de la “Internacional de Chupadolares”.

Hasta Obama y los europeos cayeron en el juego. El único que pasó agachado es el sabio de Medellín. Los venezolanos no somos los únicos superficiales e ignorantes en este valle de lágrimas. A pesar de la respuesta inicial, impulsada por el temor de que los golpistas los acusaran de golpistas, parece que la comunidad internacional está percatándose de que algo extraño sucede en el pequeño país centroamericano.

Lo inaceptable es que pretendan culpar al muchacho de Barinas del derrocamiento de Zelaya. ¿Quién ha visto u oido a Chávez inmiscuirse en los asuntos internos de otros países? ¿Quién insultar a otro jefe de Estado? ¿A quién se le puede ocurrir que él puede regalar varios millones de dólares por debajo de la aduana?

La consulta que se iba dar ese domingo de perros era absolutamente inofensiva; similar a la que hicieron aquí, convocó a la Asamblea Constituyente y en el camino de hacer la Constitución, como quien no quiere la cosa, se pasaron a la Corte Suprema, el Congreso, el Fiscal, el Contralor y uno que otro gobernador.

Que mandamos consejeros, asesores y todo tipo de bicho que se cree con el derecho de decirle a los hondureños que es lo que más les conviene, ¿quién no lo hace? Que en Venezuela imprimimos las boletas de la consulta, aquí salían gratis. Que las enviamos en aviones militares, ¿para qué son los amigos? Que PDVSA pagó a los constitucionalistas españoles que se encargaron de redactar la reforma constitucional, reelección incluida, ¿Qué es un gasto más para una empresa camino a la quiebra?

Apoyo la decisión de invadir a Honduras y convertirla en el Estado 24 de la federación venezolana. Estoy haciendo diligencias para unirme al “batallón Fidel Castro” de milicianos por la libertad. Los convido para que hagan lo propio y se incorporen a este movimiento por la socialización de los pueblos al estilo Venecuba.

Entraremos por Nicaragua, victoriosos y triunfantes. Los chapulines se rendirán sin disparar. Ya me veo desfilando por las calles de Tegucigalpa como lo hicieron los alíados en París. Una que otra moza hondureña caerá en mis brazos. El único problema que no he resuelto es cómo salimos de allá.