Una trascendente, pero equivocada posición
Escrito por Fernando Ochoa Antich   
Lunes, 14 de Septiembre de 2009 01:21

altEscuché con gran atención la inteligente entrevista que le hizo la extraordinaria periodista venezolana, Gladys Rodríguez, al presidente de Costa Rica, Oscar Arias. Al escucharla me surgieron dos sentimientos contradictorios: admiración profunda por Oscar Arias; rechazo a su planteamiento de fondo. Siempre he sentido gran respeto por la personalidad discreta, firme, caballerosa y brillante de Oscar Arias. Nadie puede olvidar su extraordinaria actuación en la crisis centroamericana. Sin su experiencia no se hubiera podido alcanzar el acuerdo de Esquipulas II. Un primer paso fue Contadora, después el esfuerzo de los propios países centroamericanos. En esa década, la América Latina buscaba con claridad el camino democrático. El esfuerzo fue inmenso. La Administración Reagan exigía la rendición incondicional de la Revolución Sandinista. Los países centroamericanos impusieron su tesis: una paz que fuese garantía de todas las ideologías. Es verdad, que los sandinistas tuvieron que, a la larga, abandonar el poder, pero el retorno a la presidencia de Daniel Ortega y ahora el triunfo de Mauricio Funes en El Salvador demostraron que era posible la convivencia pacífica de proyectos ideológicos distintos en Centroamérica si se respetaban los principios democráticos.

Los planteamientos realizados por el presidente Arias durante la entrevista se pueden resumir en cinco ideas fundamentales: su rechazo a cualquier interrupción de los períodos presidenciales establecidos constitucionalmente; su respaldo al sistema de dos reelecciones presidenciales; su reconocimiento de la legitimidad y legalidad del régimen de Hugo Chávez; su respaldo al retorno del Manuel Zelaya, como única vía posible para resolver la crisis hondureña; su rechazo a la tesis, sostenida por los países del ALBA, de que la presencia militar de Estados Unidos en Colombia pone en riesgo la soberanía de los otros países de la región. Esas ideas fuertes fueron matizadas durante la conversación: "No comparto algunas cosas que hace el presidente Chávez. Cada vez que se cierra un medio de comunicación es una herida muy profunda en la democracia venezolana"; "el único camino viable en una democracia es esperar a las elecciones y derrotar al partido de gobierno"; "tres períodos con un mismo Presidente no son convenientes para ningún país"; "en América Latina los procesos electorales no siempre son transparentes, pero en Costa Rica no conocen el significado de un fraude electoral. Aquí todo es independiente. Hay un Estado de Derecho".

Estas ideas tienen una inmensa fortaleza moral, pero, a mi criterio, son totalmente utópicas. Las interrupciones constitucionales se originan normalmente por incapacidad de los gobiernos, sean democráticos, dictatoriales o totalitarios, para resolver las crisis políticas. Estas surgen como consecuencia de factores muy diversos, pero su gravedad puede llegar a comprometer totalmente la convivencia social. En otros casos, gobiernos democráticos, en su origen, abusan descaradamente del poder comprometiendo el Estado de Derecho y la posibilidad de la alternancia republicana. Uno de esos abusos es la reelección presidencial. En los regímenes presidencialistas, es tal el poder que se concentra en el jefe del Estado que ya no existe el necesario equilibrio en un proceso electoral. Un buen ejemplo de esta realidad es el régimen venezolano. Es verdad, que Hugo Chávez ganó democráticamente las elecciones en 1998, pero a partir de ese momento, ha utilizado abusivamente el poder para limitar las opciones electorales de la oposición. Además, ha ido progresivamente controlando todos los poderes que, sin exageración, se puede afirmar que el Estado de Derecho en Venezuela es una farsa.

Respaldo el Plan de San José. Pienso que el gobierno de Roberto Micheletti debería aceptar el regreso de Manuel Zelaya para poder resolver la crisis política existente. Eso sí, limitando al máximo su capacidad de acción para evitar un intento reeleccionista. Es la única manera, de encontrar solución, en este momento, a tan complicado problema; pero si en el tiempo, el pueblo hondureño decide electoralmente escoger a un presidente, no veo razones por las cuales los gobiernos del mundo no deban reconocerlo. Lo importante es valorar la voluntad popular. Si una mayoría suficiente vota por un candidato presidencial, tendría suficiente legalidad y legitimidad para reconocerlo internacionalmente. Es imposible negar, que la utilización de las bases colombianas por Estados Unidos incrementa el problema geopolítico generado por el Plan Colombia. Claro está, que esta ruptura del equilibrio militar en la región, es responsabilidad de la equivocada política exterior de Hugo Chávez y Rafael Correa. En verdad, Oscar Arias es más un filósofo que un político, pero nadie puede negar que es un gran señor y un extraordinario presidente.

Nota: Mi artículo anterior, Sin institución militar, produjo una interesante polémica. Me comprometí con el general José Antonio Olavarría, hacer pública su posición. Él mantiene que el actual Ejército venezolano proviene del Ejército Libertador. Reconoce que su funcionamiento fue interrumpido después de 1830, pero considera que si el Ejército fue fundado en la época de la Independencia, su fundación se mantiene en el tiempo. Es, sin lugar a dudas, una muy respetable posición.

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