El Tío Ted
Escrito por Karl Krispin   
Jueves, 27 de Agosto de 2009 15:36

altLos Estados Unidos están de luto y con razón. Ha muerto uno de sus políticos más queridos y respetados. A pesar de que su apellido y los imaginarios colectivos lo ayudaron a alcanzar posiciones, debe afirmarse con el inventario de la historia, que demostró inteligencia, categoría  y cultura política a lo largo de sus períodos como senador por Massachussets. Hablamos de Edward Kennedy a quien no se lo llevó una bala, como a sus hermanos, sino un cáncer cerebral que le permitió marcar los 77 años.

Estaba destinado a ser presidente y no lo fue. Como tampoco su hermano Joseph caído en la Segunda Guerra Mundial a quien el patriarca de la familia, el embajador en Londres Joseph Kennedy, había fichado para la Casa Blanca. El viejo buscaba herederos. Él mismo no podía optar. Famoso por contrabandear whisky durante la prohibición y por compartir las sábanas con la actriz Gloria Swanson, sus picardías lo tenían muy consciente de que el número 1600 de la avenida Pennsilvannia en el Distrito de Columbia nunca sería su residencia. Y tampoco lo fue Robert porque una bala lo sacó del libreto. Y a John F. sabemos a qué suerte lo entregaron en Dallas. A diferencia del destino que truncó a sus hermanos, Ted logró construir una carrera política que encarnó el equilibrio y la búsqueda de consensos.  

Más allá de la sobada maldición del clan, parece que algo les aqueja, independientemente del hecho de que los ricos y famosos se arriesgan mayormente a las calamidades porque se exponen más: es decir, pilotean aviones, esquían más en nieve, se tiran en benji, corren más olas, consumen más alcohol y otros productos, aceleran sus carros deportivos, son invitados habitualmente a fiestas y le son atractivos a un mayor número de mujeres. No obstante, Ted se libró de la pelona varias veces: salió ileso de dos accidentes de aviación, uno en 1964 donde todos los pasajeros perecieron menos él aunque estuvo una temporada en el hospital recuperándose del estropeo múltiple y un pulmón perforado. En 2006 un rayo acabó con el ala de la avioneta donde viajaba y también se salvó. Su más archifamoso accidente fue de tránsito y ocurrió en Chappaquiddick en 1969 en el que murió su asistente Mary Jo Kopechne quien al parecer lo seguía en más que los desvelos laborales. El senador abandonó la escena del choque y eso no se lo perdonaron ni el New York Times ni el Boston Globe. Su imagen pública quedó severamente afectada lo que significó que la presidencia no llevaría su firma.

Fue senador ininterrumpidamente desde 1962, el tercero en la historia americana en años de servicio, su whisky favorito era el Chivas y usaba, como corresponde, pañuelos de algodón doblados en tres picos en el bolsillo de su traje. Era un tipo elegante y jovial   que mantuvo un aspecto deportivo durante toda la vida. Parecía estar siempre de paso rumbo al campo de golf. Pero eso era simplemente el empaque: como legislador tuvo una serie de realizaciones indiscutibles.

Fue el autor de más de dos mil quinientas leyes, de las cuales varios centenares fueron aprobadas. En los años recientes se convirtió en defensor de la investigación con las células madres. Su última carta al Senado fue pedir que se acelerara su sustitución en el Congreso, cuestión que la Cámara no favoreció por la tradición constitucional de su Estado que prevé una nueva elección en un lapso inalterable. Pero Kennedy lo solicitaba para asegurarse de que se contara con todos los votos para la reforma del sistema de salud del presidente Obama. Como el Último Mohicano de su familia, ejercía de gran elector del Partido Demócrata. Quienes conozcan a Joseph su sobrino, una suerte de surfista sin personalidad, a quien Pdvsa y Hugo agencian para los fines demagógicos de la autocracia, sabrán que carece de futuro político. Se nos ha ido el Tío Ted: uno de los grandes caballeros de la política americana de todos los tiempos.

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