La crisis de la diplomacia en la región andina
Escrito por Rudolf Hommes (El Tiempo)   
Viernes, 14 de Agosto de 2009 08:36

altQuizás sea cierto que "la diplomacia y las relaciones públicas no son las fortalezas de Colombia", como dice la revista The Economist en su último número, al referirse a que la revelación de que la nación y los Estados Unidos iban muy adelantados en el proyecto de establecer más de media docena de bases en nuestro país no fue un anuncio oficial de los dos países, ni se comunicó a los gobiernos de la región por los canales diplomáticos adecuados, sino que se filtró y apareció como una primicia en la revista Cambio. Pero en eso no estamos solos. La diplomacia y la política exterior de Venezuela, por ejemplo, se formulan al aire, al ritmo de las emociones del presidente Chávez, que con frecuencia da la impresión de ser un toro de lidia suelto en una tienda de cerámica. Hasta ahora le ha dado resultado este proceder para desconcertar, para intimidar, para inmiscuirse en los asuntos y en la política interna de otros países y, sobre todo, para establecerse como el elemento de toda la región con mayor grado de libertad para generar conflictos (y para desmontarlos). Es el maestro del desorden.

Ecuador no se ha dado cuenta de que tiene que seguir viviendo al lado de Colombia y de que su economía, como la nuestra, depende de que las relaciones sean estables y predecibles, si no cordiales. Mantener indefinidamente una actitud de "señora ofendida" no parece ser una política internacional conducente a una solución mutuamente conveniente, como no lo es que en Colombia sigan acusando públicamente al presidente Correa de ser amigo de las Farc, aunque exista o existiera evidencia de ello. Para eso existen los canales diplomáticos, la negociación entre gobiernos y organismos como la OEA, la ONU y los tribunales internacionales.

El presidente Chávez habla de que Colombia ha agredido a su gobierno por haber dicho que encontraron unos misiles del ejército venezolano en manos de las Farc. ¿Qué tal la agresión de haber dejado a Cúcuta sin gasolina, de retener arbitrariamente el dinero de los bienes de empresarios colombianos en Venezuela, o los intentos de amedrentarnos con amenazas de nacionalización o de suspender el comercio, para luego transar con la intervención de políticos colombianos que se quieren aprovechar de la situación y a quienes Chávez utiliza? ¿Cómo se explica que el ex presidente Samper, Piedad Córdoba o el Polo estén conduciendo esfuerzos diplomáticos paralelos en Venezuela y el Gobierno no tenga interlocución con su vecino? No está funcionando la Cancillería o Chávez, a propósito, no la deja funcionar.

La crisis diplomática de la región andina es una irresponsabilidad compartida por los tres gobiernos de Colombia, Ecuador y Venezuela. Diez años o veinte años más adelante se va a juzgar colectivamente lo que hicieron los tres presidentes, Chávez, Correa y Uribe, en esta época y va a ser triste comprobar que por razones que van desde ideológicas a personales, pasando por criterios de seguridad nacional y vanidad política o individual, sacrificaron el futuro económico de sus países fomentando un conflicto que no quisieron resolver por la vía diplomática.

Pero en el resto de América del Sur las relaciones interregionales no han sido precisamente el fuerte de los gobiernos. El tratamiento que le dio el canciller de Brasil al caso de los misiles venezolanos en poder de las Farc fue hostil al gobierno de Colombia y abiertamente a favor de Venezuela. Esperábamos un comportamiento distinto de Brasil y Chile. La hipocresía de la mayoría de los gobiernos, con excepción de Perú y Panamá, y la falta de solidaridad de ellos con las condiciones especiales de Colombia, que está enfrentada a dos poderosos desafíos por parte de la guerrilla y de la Mafia, también indican pobreza en su concepción de las relaciones internacionales. No se puede condenar a Colombia por entregarse a los gringos, si los países de la región no le ofrecen apoyo directo y concreto para resolver sus problemas o clandestinamente les dan sustento a sus enemigos.


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