Venezuela en peligro
Escrito por Antonio Sánchez García | @sangarccs   
Martes, 28 de Julio de 2009 20:51

Los tiempos no se anuncian buenos. Ni fuera, ni dentro de Venezuela. Puede que estemos ingresando al ojo del huracán y nos veamos de pronto inmersos en la tormenta


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Por primera vez en la historia de la república, un gobierno venezolano ha de responder a serios y muy graves reclamos de parte de su par sueco. Pues desobedeciendo sagrados compromisos establecidos con uno de sus más importantes fabricantes de armas, la importante industria SAAB AB, ha permitido por vías no aclaradas ni establecidas que lanzacohetes de dicha fabricación hayan pasado a terceros, no involucrados en la transacción de origen. En otras palabras, el gobierno venezolano ha permitido que armas semi pesadas de fabricación sueca hayan venido a dar a manos de fuerzas extrañas. "Siempre es fastidioso que suceda", declaró Tomas Samuelsson, director general de Saab Bofors Dynamics, filial de Saab AB y fabricante de los lanzacohetes antitanque AT4, sin pronunciarse directamente sobre la incautación por el ejército colombiano de un número indeterminado de esos poderosos artefactos en campamentos de las FARC.



Sería grave que tales armas hubieran caído en manos de gobiernos extranjeros no involucrados en la operación establecida entre el gobierno venezolano y una industria sujeta a los requisitos de seguridad del gobierno de la corona sueca.  Pero infinitamente más grave sería que hubieran caído, como en efecto,  en manos de fuerzas insurreccionales, enemigas internas de un gobierno amigo de Suecia y declaradas terroristas por otras naciones amigas y por la Comunidad de naciones a la que pertenece la misma Suecia.


Es el caso que acaba de desvelar el vice presidente de Colombia al revelar que el ejército colombiano ha encontrado en varios campamentos de las FARC lanzacohetes de fabricación sueca, cuyos seriales demuestran pertenecer al ejército venezolano.  Independientemente del curso que siga el trámite diplomático que ha llevado a la cancillería colombiana a exponer el caso ante las naciones involucradas – Suecia y Venezuela - , lo cierto es que tan escandalosa revelación viene a confirmar la veracidad del comunicado de uno de los altos comandos de las FARC, entre los cuales su encargado de relaciones internacionales y uno de los altos dirigentes de las FARC establecido permanentemente en Venezuela bajo protección del gobierno de Hugo Chávez, Iván Márquez, enviado a Raúl Reyes a comienzos del 2008, encontrado en una de las computadoras del segundo hombre de las FARC y publicado luego del bombardeo al campamento central que éste mantenía en territorio ecuatoriano, en el cual se le informaba del compromiso alcanzado con dos generales venezolanos para que le proveyeran de armas semi pesadas, entre las cuales un número indeterminado de lanzacohetes.


Esos dos generales no son cualquier cosa: uno de ellos es el general Cliver Alcalá Cordones, miembros del estado mayor, hombre fuerte del régimen y uno de los más cercanos militares del presidente. El otro, el entonces jefe de la Dirección de Inteligencia Militar, DIM. Ninguno de los dos ha sido sometido a investigación por revelaciones tan escandalosas, dadas a conocer pocos meses después del bombardeo al campamento de Raúl Reyes. Ninguno de los dos ha sido separado de su cargo. Razón más que suficiente para pensar que al comprometer armas de la república para una fuerza insurgente, enemiga de un gobierno con el que se mantienen relaciones formales y aparentemente amistosas, cumplían órdenes superiores. Nada más y nada menos que del propio presidente de la República.


¿Qué diría Insulsa “el Jabonoso” ante hecho de tan insólita naturaleza? ¿Qué se trata de un problema interno que no atañe a la OEA?


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Ante un hecho tan grave y de tantas proyecciones, cabe preguntarse – y alabar, sin duda ninguna - la razón del discreto y muy cuidadoso comportamiento del presidente Álvaro Uribe y su gobierno. Por razones no del todo diferentes, Venezuela rompió relaciones con Cuba y forzó la marginación del gobierno de Fidel Castro de la OEA hace cincuenta años. ¿Tanto han cambiado las circunstancias internacionales, desaparecido el conflicto bipolar propio de la Guerra Fría, como para que hechos de tanta importancia mantengan bajo perfil y promuevan acciones diplomáticas de discreto segundo plano? ¿Tanto ha cambiado la correlación de fuerzas en el seno de la OEA como para que su Secretario General no sólo simule ignorar tan graves sucesos, sino se ponga derechamente de lado del sector más beligerante en tan explosiva ecuación? ¿O estamos viviendo un estado de excepción,  una suerte de guerra no declarada en que los enemigos mueven sus piezas en sus trastiendas mientras celebran palaciegos encuentros en la vidriosa superficie de sus relaciones?
Tiene razón en sofocarse el presidente de la república y tomar atajos desesperados ante denuncias tan escandalosas y de tanto calado. Da un salto al vacío. Visto desde los fríos despachos de nuestras cancillerías, luce acorralado. Pues no aparecen las fuerzas del Pentágono y del Comando Sur de improviso en el escenario colombiano acordando utilizar cuatro bases en el extenso territorio de nuestro principal vecino. Lo hacen luego de conmover a la opinión pública internacional con denuncias tan graves y tan concluyentes como las de nuestros AT4 en manos de algunos de los frentes de las FARC. De ellas, la más sorprendente le atribuye a Venezuela el control del mayor tráfico de estupefacientes de la región, convertido nuestro país en la plataforma de lanzamiento preferida por los narco traficantes para la distribución de droga hacia los Estados Unidos y Europa. Lo hacen público luego de que sus autoridades se quejaran por el escaso o ningún apoyo dado por nuestro gobierno a las autoridades norteamericanas en su lucha contra el narcotráfico.
De manera que concentrados en un muy escaso lapso surgen dos graves acusaciones que atañen a los dos más graves y prominentes enemigos de los Estados Unidos y las naciones democráticas del Hemisferio: el actual gobierno de Venezuela prohíja al narcotráfico y mantiene estrechas relaciones con un grupo narco terrorista.  Razones suficientes como para declararlo un narco Estado y un Estado forajido.
En lugar de proceder al nivel declarativo y tomar medidas formales, tanto Colombia como los Estados Unidos van al terreno de los hechos: acuerdan combinar sus fuerzas para combatir a ambos enemigos por tierra, mar y aire. ¿Cómo queda Venezuela en esa entente?


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El tercero en discordia no parece menos apasionado en sus diatribas contra la vecina república. Ecuador profundiza sus diferencias y eleva la apuesta de su confrontación prebélica con Colombia. Correa sangra por la herida. Y despechado por el fracaso en motivar al rompimiento entre Venezuela y su incómodo vecino, estará de plácemes ante el anuncio del presidente de la república de meter las relaciones binacionales en el congelador. Brinca Nicolás Maduro de jugar al copiloto de Zelaya el inefable, a mostrarle el garrote al palacio de Nariño. Ha sido encargado de manera expedita, urgente, en vivo y en directo a retirar nuestro personal de la embajada en Bogotá y mostrar cara de pocos amigos. Volvemos a las andanzas.


Debe rondar por las almohadas de Miraflores la vieja y ya añeja tentación de provocar un conflicto bélico que solape las angustias, empolve los conflictos y paralice el desmoronamiento telúrico que parece amenazar la estabilidad de un régimen que se desliza a pasos agigantados hacia la ingobernabilidad. Un detallado recuento de los conflictos sociales que paralizan los centros fabriles más importantes del país da como para llevarse las manos a la cabeza. La pérdida de prestigio y legitimidad del presidente de la república vuelva  rondar las cotas previas al 11 de abril. PDVSA ha caído en la cochambre y la atorrancia más desaforada. Si no está perdida para la imagen que de ella tuviéramos, ha descendido a niveles de auxilio inminente. Jamás será la que fuera.


Todas las encuestas, sin excepción, reportan una abrupta caída de la popularidad presidencial y un desencanto social aún más peligroso, pues da a entender que los venezolanos han perdido toda esperanza a que con este gobierno se llegue a algo mejor que al propio llegadero. La aventura hondureña, en la que el gobierno se ha jugado su poco prestigio internacional, no ha podido tener peor desenlace que un pobre infeliz jugando a la resistencia cómodamente instalado en suelo vecino. Rodeado de un enjambre de teléfonos celulares y la obstinada presencia de Telesur, the master’s voice. Corren rumores  de absurdos altercados entre facciones militares y crece un sentimiento de indefensión ante una atmósfera cargada de oscuros presagios.


Si los niveles de aceptación nos retrotraen a los meses preparatorios del 11 de abril, la comidilla de las salas de redacción y las habladurías de los pasillos políticos nos recuerdan los últimos tiempos de CAP 2. Hiede a quemado en Miraflores. Un ambiente en absoluto propicio a alterar la vida de los venezolanos con leyes habilitantes y amenazas totalitarias. Nos deslizamos por la pendiente de la decadencia. El gobierno tiene el sol a sus espaldas. Se agudizan las contradicciones. Y él responde agudizando la represión y elevando la apuesta. Los tiempos no se anuncian buenos. Ni fuera, ni dentro de Venezuela. Puede que estemos ingresando al ojo del huracán y nos veamos de pronto inmersos en la tormenta.


Nadie se salvará de la obligación de dar cuenta ante la historia. Ante una crisis de esta magnitud no cabe lavarse las manos. Es la hora de asumir las responsabilidades.


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