A la Conferencia Episcopal Venezolana: Reflexiones sobre el 16 de julio
Escrito por Guillermo Martín | @guimarcastel   
Miércoles, 12 de Julio de 2017 02:45

altLes escribo dada la inminente realización de una consulta popular, convocada desde el hemiciclo de la Asamblea Nacional

Su Eminencia Jorge L. Cardenal Urosa Savino, Arzobispo de Caracas; Presidente de honor de la Conferencia Episcopal Venezolana.

Su Eminencia Baltazar E. Cardenal Porras Cardozo, Arzobispo de Mérida, Presidente de honor de la Conferencia Episcopal Venezolana.

Su Excelencia Monseñor Diego Padrón Sánchez, Arzobispo de Cumaná, Presidente de la Conferencia Episcopal Venezolana.

Sus Excelencias Monseñores, Obispos de la Presidencia.

Sus Excelencias Monseñores, Arzobispos y Obispos de Venezuela.

 

De entrada, me excuso por las formas y publicidad de esta misiva. No obstante, la dinámica de la grave crisis que enfrenta Venezuela exige firmeza y prudencia de cada uno de nosotros, clérigos y laicos, sobre todo de quienes tenemos herramientas para tratar de comprender mejor esta compleja problemática.

Les escribo dada la inminente realización de una consulta popular, convocada desde el hemiciclo de la Asamblea Nacional por acuerdo de la mayoría calificada de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) el pasado 5 de julio, pese al ataque sufrido por los parlamentarios, académicos y periodistas a manos de grupos irregulares.

La consulta, bastante compleja, comprende tres preguntas sobre el rechazo y desconocimiento ciudadano de una Asamblea Nacional Constituyente convocada por el gobierno nacional, sobre el rol que juega y el que debería jugar el estamento militar, así como respecto a la renovación de los poderes públicos, la realización de comicios libres y trasparentes, y la instalación de un gobierno de unidad nacional.

Más allá del contenido polémico de las tres interrogantes, a través de esta misiva quisiera llamarles la atención sobre la necesidad de que la CVIII Asamblea Plenaria Ordinaria de la Conferencia Episcopal de Venezuela (CEV) emitiese un comunicado relativo a la posición de la Iglesia respecto a la referida consulta. De hecho, mi solicitud es motivada por las declaraciones de Monseñor Padrón y el comunicado de Monseñor Mario Moronta, Obispo de San Cristóbal, pues el mismo día (7 de julio) emitieron opiniones contradictorias que pueden perjudicar tanto la imagen de la CEV como la seguridad de párrocos y feligreses de todo el país. Recordemos que ya ha habido ataques contra templos de San Cristóbal o Maracay; ni hablar del incidente que padeció el Cardenal Urosa en pleno Miércoles Santo.

 

 1.- La carta al Presidente de la República

Antes de entrar en detalle sobre dichas opiniones, me permito reproducir fragmentos de la carta que el 8 de los corrientes dirigió la CEV al Presidente Nicolás Maduro.

“En nuestra agenda de trabajo ocupa un lugar importante el estudio de la grave situación que sacude los cimientos del país. Nos anima el propósito de aportar luces y señalar caminos de solución, desde nuestra condición de pastores, que caminamos con el pueblo al que pertenecemos, acompañando y consolando particularmente a los familiares de las víctimas y a los más pobres y afligidos.

Estamos convencidos que si Usted quiere resolver la grave crisis de escasez de alimentos, de medicinas, y de inseguridad, que está causando incontables víctimas, particularmente entre niños y personas mayores en todo el territorio nacional, así como devolverle a Venezuela su plena institucionalidad democrática, contemplada en la actual constitución nacional, es urgente:

  • Reconocer la autonomía de todos los poderes públicos y trabajar conjuntamente con ellos, particularmente con la Asamblea Nacional y la Fiscalía General de la República.

  • Retirar la convocatoria de una Asamblea Nacional Constituyente.

  • Asumir e implementar los acuerdos que se alcanzaron en la primera ronda de diálogo con la oposición.”

Tras citar las palabras de preocupación y solidaridad de Su Santidad el Papa Francisco, así como su llamado al gobierno nacional y “todos los componentes de la sociedad venezolana” para que se respeten los derechos humanos y busquen –y encuentren- “soluciones negociadas a la grave crisis humanitaria, social, política y económica que está agotando a la población”, el texto cierra reiterando la postura de El Vaticano y la CEV en el sentido de tender puentes entre los polos, en pro de la paz y bienestar de nuestro pueblo.

“Queremos, Señor Presidente, manifestar nuevamente nuestra disposición de ponernos al servicio del encuentro y de la reconciliación entre todos los venezolanos, por el camino que señala el Santo Padre Francisco.

Pedimos a Dios le ilumine y le otorgue la audacia necesaria para que permita una salida democrática del país y enrumbarlo por los senderos de la convivencia, de la justicia y de la paz.”

 

2.- Opiniones encontradas

Fue Jesucristo, Nuestro Señor quien instituyó lo que hoy llamamos Estado laico cuando contestó a los fariseos, que le cuestionaban sobre el pago de impuestos, que dieran “al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios” (Mt 22, 15-21). Asimismo, el Buen Pastor reconoció ante Poncio Pilatos: “Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, entonces mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado a los judíos… Tú dices que soy rey. Para esto… he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz” (Jn 18, 36-37)

Como Iglesia, clérigos y laicos, debemos escuchar esa voz que proclama las bienaventuranzas (Mt 5, 3-12) y el undécimo mandamiento: “Amarás a tu prójimo como ti mismo” (Mt 22, 39). En ese sentido, la célebre Carta Pastoral del 29 de abril de 1957, redactada por Monseñor Feliciano González y refrendada por Monseñor Rafael Arias Blanco, Arzobispo de Caracas, fue fiel eco del Santo Evangelio, reivindicando la cuestión social, en especial la urgencia de atender los rezagos derivados de la urbanización acelerada y el rentismo petrolero, en medio de una notoria inmigración y el éxodo campesino.  

“Estamos ante una nueva prueba de la solicitud de preocupación de la Iglesia por la clase obrera, que llega en hora feliz a nuestra Patria; en la hora en que Venezuela siente, en todo su ser, el estremecimiento de una nueva vida que está naciendo; en la hora de una transformación radical de su economía. En efecto, para nadie puede pasar desapercibido el salto que de una economía preponderantemente rural está dando nuestra Patria a otra eminentemente industrial y minera. Con la erradicación de algunas de las causas inveteradas de mortalidad, con una mejor salubridad pública y con la poderosa corriente inmigratoria, en veinte años —entre 1936 y 1956— la población venezolana ha pasado de cuatro millones a más de seis millones de habitantes, es decir, ha experimentado un aumento del 35 por ciento. Pero el nacimiento y desarrollo de la industria y minería, junto con las facilidades de vida que ofrecen los grandes centros urbanos y la riqueza del Estado, ha producido el desplazamiento de masas campesinas hacia las ciudades y regiones industriales. Este fenómeno de éxodo rural que todos notamos, nos lo descubren en toda su gigantesca gravedad las estadísticas, según las cuales la población rural venezolana descendió del 65 por ciento en 1936 al 45 por ciento en 1950.

Este hecho trae lógicamente como consecuencia la multitud de problemas sociales que está viviendo la nación, y sobre los cuales, aunque sea someramente, queremos llamar la atención del Clero y de todos los fieles confiados a nuestro cargo pastoral, porque la Iglesia tiene derecho, un derecho al cual no puede renunciar, a intervenir en la solución del problema social…”

Tales párrafos nos ilustran otra Venezuela que, en plena bonanza petrolera, aumentaba vertiginosamente la demografía urbana y atraía a muchos extranjeros durante la posguerra. Lo que tienen en común aquel país y éste es el desempleo y la desigualdad de ingresos. Sin embargo, esa Venezuela de 1957 estaba mejorando sustancialmente tanto la prevención y control de enfermedades tropicales como la prestación de servicios públicos, mientras que en esta Venezuela los indicadores de salud cayeron a porcentajes propios de 1936. Aunado a ello, la infraestructura educativa, hospitalaria, vial y de servicios colapsa por falta de mantenimiento (preventivo, correctivo y proyectivo).

Aunque nos cueste admitirlo, el actual panorama –luego de varios años de bonanza petrolera- retrata más la Venezuela de Ezequiel Zamora y la Guerra Federal que a un país del siglo XXI: hambre, escasez, endemias, hiperinflación, inseguridad jurídica, violencia y anarquía. De los miles que protagonizaron la emigración a Oriente en 1814, hemos pasado a ser cientos de miles que abandonan el país.

Por eso mismo, sería prudente que la voz de los miembros de la CEV sea la de un todo y no la de sus partes. “Un solo Señor, una sola fe…”; es decir, una sola postura ante un tema sensible: la crisis política y, en especial, la consulta de la MUD.

2.1.- Los convocantes

Mientras Monseñor Padrón afirma que “la consulta no nace de los partidos, la consulta nace de la sociedad civil”, Monseñor Moronta sostiene que dicha iniciativa corresponde a “factores políticos de oposición reunidos en la… MESA DE LA UNIDAD (sic).” En este punto, tiene razón el Obispo de San Cristóbal.

2.2.- El propósito

Como bien lo define, Monseñor Padrón: “…la consulta propuesta para el 16 de julio no es una solución de nada, es un acto simbólico que quiere manifestar que hay una mayoría del pueblo venezolano que se opone, o que rechaza, a la Asamblea Nacional Constituyente.” Para Monseñor Moronta, se trata de “una jornada de recolección de firmas para algunos proyectos propios el próximo domingo 16 de julio”.

Pese a que no coinciden al definir el evento, ninguno califica el 16 de julio como jornada electoral, pues estrictamente tendría lugar un sondeo de opinión, cuyo resultado no es obligatorio. Resalta que el Presidente de la CEV mencione la convocatoria oficialista de una Asamblea Nacional Constituyente como pregunta central de la consulta y que el Obispo de San Cristóbal opte por una referencia vaga del evento.

2.3.- El rol de la Iglesia durante la jornada

Hay que advertir que este domingo, Día del Señor, no será uno más; se celebra la festividad de Nuestra Señora del Carmen, patrona de varias localidades, donde habría misa solemne y es tradición que participen las fuerzas del orden público. Por añadidura, el Consejo Nacional Electoral convocó a una jornada de simulacro de los comicios constituyentes y el Presidente ya activó el Plan República.

Como bien lo advierte Monseñor Moronta, “… ya en horas de la noche del día 3 de julio comenzó a circular por redes sociales de diverso tipo una lista de los sitios para la actividad antes mencionada, identificados en lugares de culto de la Iglesia Católica. Esto no está autorizado…” El problema es que dicha lista sigue circulando en Internet.

Continúa diciendo el Obispo de San Cristóbal:

“… Queremos dejar bien claro que esa actividad es de carácter eminentemente político-partidista. Sus responsables pueden realizarla si lo desean en ámbitos públicos abiertos, pero no en templos, capillas, lugares de culto, ni en sus atrios, ni en sus cercanías, ni frente a ellos. Pedimos el debido respeto a toda la feligresía. Tampoco podrán emplearse instalaciones de carácter eclesial para ello, ni para realizar la actividad ni para guardar material de la misma.”

A su vez, Monseñor Padrón declaró: “las parroquias, de acuerdo con las orientaciones de cada obispo en su región, pueden facilitar algunas localidades, instalaciones para esa consulta que, repito, es de la sociedad civil. Lo que no queremos –y lo que está claramente definido- es que no deben y no pueden utilizarse los templos ni los lugares de culto para esa actividad, especialmente porque es domingo, y en domingo, pues, los templos y los lugares de culto están ocupados.”

Si bien las palabras del Presidente de la CEV apelan a la autonomía de cada obispo, lo que dice es tan vago que despierta serias dudas respecto a qué podría hacerse en cada parroquia. Tampoco es plausible el argumento que los templos estarán ocupados debido a la celebración de la misa dominical.

Dicho de otro modo, si un obispo permite que en su diócesis los párrocos faciliten instalaciones, tales como colegios católicos u otras dependencias, para realizar la consulta o contribuir con la logística de la misma, se podría interpretar que la Iglesia –al igual que el otro gran estamento, la Fuerza Armada Nacional- está favoreciendo a una parcialidad política. En ese sentido, Monseñor Moronta tiene toda la razón: “la Iglesia no tiene ninguna identificación político-partidista.” La feligresía está formada por todos los bautizados, sin discriminación.

2.4.- El rol permanente de la Iglesia

La coincidencia total ocurre cuando Monseñor Padrón y Monseñor Moronta ratifican la postura de Su Santidad el Papa Francisco, en cuanto a servir como facilitadores de una salida democrática y pacífica, rol que sería cuestionado si la Iglesia se involucrara con la logística de la consulta promovida por la MUD.

“La Iglesia está permanentemente dispuesta a dialogar… buscando cambios verdaderos, buscando soluciones concretas a la problemática que se presenta… no lo podemos negar, el diálogo es necesario siempre que sea sincero y eficaz”, dice el Presidente de la CEV. “… De nuevo insistimos en la necesidad de buscar salidas de paz y democracia a la crisis que vive el país, apoyados en la oración y en el magisterio de la Iglesia”, concluye el Obispo de San Cristóbal.

En suma, es fundamental que la CEV se pronuncie como un todo respecto al citado evento. Una cosa es que cada obispo y sacerdote tenga su propia opinión sobre la pertinencia de la consulta, pues como ciudadano es libre de emitir su sufragio simbólico o abstenerse; otra muy distinta es que los templos y demás dependencias eclesiales sean utilizados como sede, lo cual desacreditaría a la Iglesia como eventual interlocutor o mediador.

“El buen pastor da la vida por sus ovejas. Pero el asalariado, que no es pastor, ni dueño de las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye, y el lobo hace presa de ellas y las dispersa, porque es asalariado y no le importan las ovejas” (Jn 10, 11-13).

Roguemos que por la intercesión de María Santísima, en sus advocaciones de Nuestra Señora de Coromoto, Patrona de Venezuela; Nuestra Señora del Carmen, Patrona del Ejército; y Virgen Reconciliadora de los Pueblos y Naciones, el Señor Todopoderoso nos conceda una solución democrática, así como la paz y reconciliación.

Sin otro particular, y agradeciéndoles su pronta receptividad, se despide.

Atentamente.

Uno entre tantos laicos.

    


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