Urgidos de parir aquí
Escrito por Mario Villegas | @mario_villegas   
Domingo, 25 de Junio de 2017 08:25

altCuando el fútbol nacional mostraba su peor rostro de los últimos tiempos, recuerdo haber escuchado voces que clamaban por colocar al frente de la Vinotinto

a algún director técnico extranjero con experiencia mundialista. Fue entonces cuando apareció el criollito Rafael Dudamel, yaracuyano para más señas, de cuya mano los venezolanos hemos recibido las más altas satisfacciones que nos haya brindado el balompié nacional a lo largo de toda su historia. Así quedó evidenciado en el recién finalizado Mundial Sub 20 en Corea del Sur.

Ya antes, los también compatriotas Richard Páez y César Farías hicieron un excelente trabajo que llevó a nuestro fútbol a escalar muy buenos resultados en sus respectivas épocas.

No desconozco, ni mucho menos demerito, la gran labor llevada a cabo por el panameño Kenneth Zseremeta, bajo cuya batuta nuestro fútbol femenino ha conquistado una gran figuración y premios a escala mundial. Pero quiero destacar, sobre todo, el brillante, exitoso y esperanzador papel desempeñado por nuestros propios talentos, muchas veces menospreciados por mentes acomplejadas, mezquinas o de cortas miras.

Y ahora, a lo que voy: así como la crisis futbolística nacional ha encontrado solución en nuestra propia geografía y en nuestros propios recursos humanos y técnicos, igualmente la crisis político-institucional, económica y social que vive el país, severamente agravada en los últimos días por un escalamiento de la violencia callejera y de la represión policial-militar-paramilitar, tiene que encontrar salidas en nuestra propia tierra y por acción de nuestras propias reservas humanas.

Claro que la comunidad internacional juega un importante rol a través de los mecanismos que ofrecen los organismos multilaterales, la diplomacia de los estados, las organizaciones no gubernamentales y los movimientos sociales internacionales, cuyas acciones en defensa de la democracia, de la paz y de los derechos humanos son notables y en algunos casos determinantes. Pero de allí a esperar que nuestra crisis, nuestra soberana crisis, vaya a ser resuelta por terceros hay un enorme trecho.

Para muestra el más reciente botón: la Organización de Estados Americanos, en cuya carta democrática y otros recursos diplomáticos y no diplomáticos habían cifrado sus esperanzas algunos sectores de la oposición, no pudo concretar una resolución adversa al gobierno venezolano, pues los países promoventes alcanzaron la muy importante cifra de 20 sufragios mas no la indispensable mayoría calificada de 23 votos. El gobierno del presidente Nicolás Maduro apenas sumó 5, lo cual está muy lejos de ser una victoria.

Si bien ha sido creciente el apoyo internacional a las luchas del pueblo venezolano por restablecer el orden constitucional y resolver la conflictividad política por vía de las urnas electorales, no es menos cierto que nuestro propio liderazgo nacional es el llamado a encontrar el camino y a construir las soluciones. 

Resulta, sí, conveniente y necesario el acompañamiento, observación, facilitación, mediación y verificación que puedan prestar gobiernos amigos, instituciones multilaterales, ONG’s o entidades religiosas como el Vaticano, a los efectos de propiciar y darle soporte y garantías de cumplimiento a eventuales acuerdos a que pudieran llegar el gobierno y la oposición en una deseable negociación política. Vía esta, la de la negociación política, que parece ser la más aconsejable para hacer efectiva la ruta electoral y el cambio democrático en paz al que aspira la inmensa mayoría de los venezolanos. En una negociación de esa naturaleza, los dueños del proceso, los verdaderos actores, los protagonistas y decisores, son las partes y sus respectivas contrapartes locales.

Por la vía que vamos pareciésemos destinados a un gigantesco choque violento que el liderazgo nacional, incluidos todos los sectores, está obligado a detener dado el gravísimo costo que esto representaría en todos los órdenes para la sociedad venezolana, especialmente para el pueblo, que es el que siempre pone los muertos y el sufrimiento, como los ha puesto hasta ahora.

Entre los hombres y mujeres del gobierno y de la oposición hay, tiene que haber, suficientes reservas de racionalidad política para comprender la necesidad de parar esta barbarie y  darle un verdadero chance a la resolución pacífica del conflicto.

Si nuestros hombres y mujeres que trabajan con los pies, me refiero a nuestros futbolistas, le pusieron cabeza al asunto y tomaron el camino del éxito, tanto más obligados a hacerlo están nuestros políticos, cuya importantísima faena se supone inspirada y movida por las ideas.

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