Desactivando bombas
Escrito por Juan Guerrero | X: @camilodeasis   
Viernes, 07 de Abril de 2017 00:00

altEl chavizmo no es una ideología sino la expresión de una mentalidad marginal hecha Estado.

Y ha sido esta mentalidad que a lo largo de casi 20 años ha prevalecido en el poder.

Esto ha sido tan obsceno que en lo referente al mundo hamponil tienen allí sus mejores cuadros de acción, como ha ocurrido en los últimos años.

No es nada extraño lo que acontece en las cárceles venezolanas con el ajusticiamiento de sus jefes, llamados pranes, quienes se disputan el real y verdadero poder de fuego en la Venezuela del desamparo y la desnuda violencia.

El asesinato del hampón, alias Wilmito, poderoso capo y amo absoluto de todo lo que pudiera acontecer en la Guayana venezolana, es consecuencia de la mucha información que este siniestro delincuente conocía.

Ocurrió igual con el pran de pranes, alias el Conejo. También con el otro delincuente, el Niño Guerrero, novio de la tristemente célebre Rosita.

Estas extrañas maneras de morir de estos hampones, todos vinculados al poder político del régimen ahora transformado en dictadura judicial, por obra y desgracia del Tribunal Supremo de Justicia, están indicando, que al parecer se están desactivando, borrando y desapareciendo huellas y pruebas, para una y muy posible retirada estratégica del llamado chavizmo.

Porque nada, absolutamente nada ha sido ejecutado previo al cumplimiento de un llamado plan de la patria (así en minúsculas) consecuencia de las tesis, propuestas de reuniones clandestinas, que a lo largo de más de 40 años, mantuvieron los padres intelectuales de este plan de destrucción del Estado republicano y democrático, como ha sido la República de Venezuela.

Individuos, tales como Alí Rodríguez Araque, José Vicente Rangel, Núñez Tenorio, Guillermo García Ponce, entre otros personajes, fueron delineando una bien orquestada estrategia que les llevó al poder para después, aplicar un plan  y desmantelar el Estado hasta desaparecerlo.

Y en ese arrollador camino han hecho uso de absolutamente todo tipo de métodos, planes, estrategias, así como de grupos de apoyo, que incluyen al hampa y las mafias organizadas.

Si bien desde el triunfo de Hugo Chávez el plan fue desarrollado paulatinamente. Con Maduro se aceleró, sobre manera, después del triunfo opositor del 6 de diciembre de 2015. Esto por las orientaciones de los asesores cubano-iraníes y la mesa situacional de Miraflores-Fuerte Tiuna.

Lo que iba a instalarse, aprovechando la poca actividad de masas en las últimas semanas y el asueto de semana santa, era la instalación formal del estado comunal y posterior establecimiento de las regiones estratégicas, para desaparecer la figura de los estados regionales y con ello, la muerte definitiva de la descentralización y el Estado Federal venezolano.

No ocurrió. Hecho que aún no está consumado pero que se volverá a intentar mientras el poder siga en manos del chavizmo. Porque ello debe cumplirse para que definitivamente se instaure un sistema donde las regiones estén gobernadas por grupos de poder, muy disímiles entre sí, pero todos reportando al poder central, de fusión militar-civil.

Las palabras que en su momento, mientras fue gobernador de Anzoátegui, pronunció Aristóbulo Istúriz, no fueron para nada consecuencia de un fugaz arrebato de rabia: “Debemos destruir el Estado burgués para instaurar el estado socialista”. Palabras más palabras menos, la esencia fue y sigue siendo la desaparición del Estado republicano y su democracia.

Por ello, en estos cruciales momentos no puede ni debe obviarse ningún tipo de instrumento que lleve a la recuperación del sistema jurídico para el restablecimiento del Estado de Derecho. Sirven instrumentos jurídicos, con la Constitución nacional como escudo frente a los actos bárbaros de quienes detentan el poder. Sirven las presiones internacionales y la serie de acuerdos específicos, para aislar a la dictadura. Sirven inmensamente las manifestaciones públicas, de masa, frente a las instituciones y sus símbolos de poder.

Y es imprescindible la UNIDAD nacional, brindando apoyo efectivo a nuestros diputados. Demostrar que delante, detrás y a los lados, están más de 14 millones de venezolanos reclamando el derecho que tienen de legislar en nuestro nombre, como mayoría que fuimos y somos.

Este es el tiempo de la acción en actos concretos. Trabajo en grupo. Manifestaciones, marchas, realización permanente de acuerdos, y rechazo claro y contundente a las dos sentencias hechas por un pensamiento de mentalidad marginal que ensucia y ofende la dignidad de la cultura venezolana.

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