El Ultimátum
Escrito por Antonio Sánchez García | @sangarccs   
Domingo, 26 de Marzo de 2017 09:21

altY ante su monumental hecatombe, el castrocomunismo latinoamericano ya culpa a una supuesta derecha continental por el grave callejón en que se encuentra

“El gobierno del presidente Maduro es un régimen autoritario, ineficiente y corrupto. No podemos seguir mirando hacia otro lado.

Los países miembros de la OEA deben reivindicar su compromiso con la democracia.” 

Luis Almagro, The New York Times, 24 de marzo de 2017

Un grupo de catorce países hemisféricos, entre los cuales se encuentran aquellos que vertebran la región y conforman sus más extensas y poderosas naciones: los Estados Unidos, México, Brasil, Argentina, Chile, Perú, Uruguay, Colombia, Costa Rica ha asumido el desafío planteado el 14 de marzo recién pasado por el primer Secretario General de la Organización de Estados Americanos - OEA - Luis Almagro que decide enfrentar el más grave problema que afecta a la región, Venezuela, y tratar en una Asamblea General el grave tema que la afecta: la existencia de un gobierno dictatorial que ha hundido a la otrora poderosa nación petrolera en una ominosa dictadura sumida en una terminal crisis humanitaria.

La exigencia máxima planteada por Almagro - expulsar a Venezuela del seno de la comunidad de naciones hemisféricas por violar las normas que el mismo gobierno de Hugo Chávez se comprometiera a respetar firmando su documento constituyente en Lima - dando por perdido todo intento mediador, ha descendido así a una exigencia aparentemente menor pero posible y de mucho mayor calado: poner a Maduro entre la espada de la legalidad internacional y la pared de su gobierno tiránico. Dejándole abierta la puerta de escape a un dramático callejón sin salida. Un gobernante mínimamente responsable y consciente del estado desesperado en que se encuentra, le arrancaría la propuesta de las manos. Pero ese gobernante no existe: Maduro es el subordinado de un tirano que no tiene otra apuesta que destruir, devastar y aniquilar a Venezuela. "Après moi, le déluge".

Las razones de la contrapropuesta de los 14 son obvias: expulsada Venezuela del concierto latinoamericano y eliminados los mecanismos mediadores, de los cuales el diálogo y sus principales gestores, Francisco I y los ex presidentes de la Internacional Socialista - Rodríguez Zapatero, Martín Torrijos y Leonel Fernández - , ya han agotado todas sus posibilidades pareciendo eliminados del tablero político, la única salida posible a la crisis pasa a manos de un enfrentamiento violento que pareciera ser la estrategia del todo o nada de la tiranía cubana en el único e indiscutible territorio de sus dominios. Abriendo las posibilidades a un desenlace de proyecciones incalculables. Para el cual ninguna de las naciones que buscan una salida consensuada de naturaleza estrictamente política, diplomática y humanitaria a la crisis están verdaderamente preparadas.

¿Cuál podría ser ese indeseable desenlace? La radicalización extrema de la dictadura, la militarización abierta y desembozada del país, la abierta intervención de la hasta ahora solapada injerencia cubana y la consiguiente intervención en respuesta de los Estados Unidos. Hasta ahora cabe colegir que los únicos interesados en ese desenlace son los actuales detentores del Poder del petro estado caribeño: Cuba, árbitro supremo de la situación, y los administradores de su satrapía, Nicolás Maduro, Tarek El Aissami, Diosdado Cabello, el PSUV y los llamados colectivos. Grupos hamponiles dispuestos a criminalizar toda salida política.

¿Es concebible que la OEA le tuerza la mano a Raúl Castro, al Foro de Sao Paulo y a los gobiernos que aún le sirven - Bolivia, Ecuador, Nicaragua y el que he llamado “el archipiélago de los mendigos” del Caribe pos colonial - convenciéndolos de sumarse a la última racionalidad antes del irracional desenlace? ¿Es posible que Cuba y el castrocomunismo, que aún sobrevive y constituye la esencia medular de la vieja izquierda latinoamericana, que con Fidel Castro, Ernesto Guevara, Salvador Allende, Daniel Ortega, Hugo Chávez, Lula da Silva, los Kirchner, Rafael Correa y Evo Morales, dio de si todo lo que podía dar - acepte la derrota de su último embate continental y consienta en retirarse a sus cuarteles de invierno, del que saliera luego de la caída de Salvador Allende en 1973 con la sorpresiva emergencia del golpismo militarista venezolano el 4 de febrero de 1992? ¿Es posible que el castrocomunismo reconozca su postrer y monumental fracaso y se deje llevar por esta bajamar que amenaza con deslavar los deslumbrantes logros obtenidos desde que Hugo Chávez y sus fuerzas cívico militares asaltaran el Poder del principal bastión de la libertad y la democracia en el Caribe? ¿Es posible que la izquierda marxista leninista, guevariana y allendista latinoamericana, que sigue teniendo en Lula y el PT, Cristina Kirchner, el peronismo y los partidos comunistas, socialistas y narcoterroristas de la región, sus últimas cartas, acepten no ser más que los heraldos de la miseria y la muerte? ¿Existe una “nueva izquierda” emancipada, verdaderamente democrática, sin dobleces ni puñales tapados, capaz de comprender la debacle y adelantar un nuevo rumbo en sus trasnochadas políticas del fracaso? A ser franco, no veo a esa izquierda en ninguna parte. Y donde asomara su cabeza, como en la España de PODEMOS, ya sufre los embates de estos nuevos heraldos de la miseria. El virus del populismo salió mucho más potente e invencible de lo imaginado. Y aliado con el talibanismo islámico y el narcoterrorismo sigue contando con ingentes recursos.

El cojo culpa al empedrado. Y ante su monumental hecatombe, el castrocomunismo latinoamericano de toda suerte y condición ya culpa a una supuesta derecha continental por el grave callejón en que se encuentra. ¿Podrán la OEA y las naciones democráticas de la región superar la tozudez y porfía de esos escollos? ¿Comprenderá finalmente la oposición venezolana la dimensión continental y mundial de su envite? ¿Estará también ella dispuesta a elevar la apuesta?

Son las preguntas que flotan en el ambiente. El martes presenciaremos el primer episodio de esta última y decisiva confrontación. Es el comienzo del final. Esperemos que no sea el final del comienzo.


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