Idolatría a la barbarie
Escrito por Williams Caballero | @wcaballerolopez   
Domingo, 05 de Febrero de 2017 00:00

altEl régimen venezolano tiene una clara idolatría hacia la barbarie y la destrucción; cuando observamos a quienes ellos siguen nos percatamos

su devoción hacia todo aquello que represente aniquilación, muerte y desolación.

Hace unos días vimos como el régimen venezolano expresaba abiertamente su admiración hacia Ezequiel Zamora, un hombre que no disparó ni un tiro por nuestra independencia, pero sí incentivó una lucha fratricida que le dio carácter de pugna social.

Nicolás Maduro y su combo glorificaron a un asesino que organizó hordas para atentar contra otros venezolanos, que auspició la destrucción de las libertades y propugnó el irrespeto a la ley y a la propiedad.

 Y esta no es la primera vez que el régimen aplaude la barbarie. Fue sorprendente como el gobierno actual hasta filmó una política endiosando la figura de José Tomás Boves, un general realista que sembró de sangre los campos venezolanos.

El gobierno no le importó que Boves fue el símbolo del mayor salvajismo de la historia nacional, tampoco le valió que éste fuese enemigo de la causa libertaria y un frenético amante del yugo español, a ellos solo le interesaba ensalzar los crímenes sociales que cometió en nombre de un pueblo que llevó al patíbulo.

La idolatría hacia la violencia no se queda en el mero recuerdo de los bárbaros del pasado, sino que se expresa en las simpatías que durante 18 años el régimen ha demostrado hacia crueles dictadores en el mundo actual.

Primero Hugo Chávez y después Nicolás Maduro han exteriorizado su apego, prácticamente emocional, sino pasional, hacia la figura de Fidel Castro y posteriormente hacia la de Raúl Castro.

Los representantes de esto que llaman revolución se han codeado con  sátrapas de la talla de Muamar Gadafi, Saddam Hussein, Hosni Mubarak, y muchos pichones de dictadores de América del Sur.

Aquí cabe la expresión de “mira con quién andas y te diré quién eres”. Los voceros y quienes encanan este régimen se han sentido en sus anchas justamente con los más feroces autócratas de finales del siglo XX y principios del siglo XXI, por ende no es de extrañarnos que ellos mismos estén instaurando, en este mismo momento, un modelo claramente, y sin discusión, de carácter totalitario o dictatorial.

La fe que mueve el ideario del oficialismo se basa en la violencia, la opresión y la muerte.

El régimen venezolano se aferra a la destrucción no como un medio sino como un fin en sí mismo. Cuando evaluamos al régimen todas sus acciones se basan en la construcción de un reino de cenizas.

Las expropiaciones, la destrucción del aparato productivo, la instauración de un régimen opresor y sanguinario, la escasez de alimentos y medicina, todo indica que estamos en un sistema que enaltece la barbarie y la ejecuta con milimétrica precisión.

Por esa razón, cada uno de nosotros que amamos la libertad y deseamos edificar una nación de democracia y libertades reales tenemos la obligación de apresurar la marcha y de unirnos con más compromiso que nunca.

Sin duda, ellos son la Doña Bárbara del siglo XXI y su poder se basa en el miedo, mientras que nosotros somos la civilidad de un Santos Luzardo que lucha y que vencerá restituyendo la paz, el desarrollo y la libertad.

  


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