De la ilimitada estupidez
Escrito por Luis Barragán | X: @luisbarraganj   
Lunes, 24 de Octubre de 2016 02:57

altPuede aseverarse que el asalto al Congreso de 1848, fue un acontecimiento reducido a Caracas. El evento de tan considerable como lamentable calibre histórico,

tardó en irradiar al resto del país incomunicado y analfabeto, prisionero de una implacable censura en los escasos medios impresos disponibles.

Ahora, con el reciente y fallido asalto a la Asamblea Nacional, resulta prácticamente imposible atajar la indignación de la ciudadanía que busca una desesperada respuesta a la inocultable crisis que, sencillamente, padece. Fundamentalmente, las redes sociales y las agencias noticiosas internacionales, por mucho que se esfuerce el gobierno en impedirlo, aunque logre distorsionarlo, según el hábito, reivindican la instantaneidad de un drama en el que todos nos reconocemos.

Objetiva constatación del momento, al irrumpir el consabido piquete oficialista en el hemiciclo, circuló ampliamente la programación desarrollada por las emisoras televisivas locales que, lejos de transmitir la noticia, por impactante y trascendente que fuese, extremó sus recursos de distracción.  Por supuesto, temieron a la atentísima CONATEL, la comisaría del régimen que pretende bañarnos de una inaudita irrealidad.

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La muestra de las televisoras nacionales que no se atrevieron a difundir el hecho ejemplifica los terrores propagados por un gobierno que, a la hora de escribir la presente nota, ya habrá movilizado a sus especialistas para concebir y diseñar una interpretación autorizada que las repletará en los próximos días. Nada difícil de imaginar, trastocados los victimarios en víctimas, apelarán a toda suerte de ocurrencias alrededor de un tal poder popular que deseaba participar en el debate parlamentario y resultó agredido por los diputados de la derecha que siguen las instrucciones telefónicas de la embajada o el consulado imperial, inventando delitos donde no los hay ni habrá: la estupidez no tiene límites al tratarse de sobrevivir en el poder a cualquier precio.

A pesar de las diligencias realizadas por retrasarnos y confundirnos tecnológica y psicológicamente, el frustrado asalto a la Asamblea Nacional – quizá un imperfecto ensayo parcial – ya no se restringe a la ciudad capital y al tardío testimonio personal de sus actores, sino que, pasando por encima de la feroz censura, alcanza una difusión que toca a las puertas de la OEA para la definitiva activación de la Carta Democrática, encolerizados  todos los venezolanos que claman por una vía pacífica y constitucional para zanjar las diferencias. De todos modos, cada vez menos competitivos, los sobrevivientes  canales privados de televisión tienen los días contados, pues, así renueven  las concesiones, claudicando, nada atractiva resultará la crónica que hagan de un gobierno temeroso de las propias realidades que crea.

 


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