De un chivo expiatorio
Escrito por Luis Barragán | X: @luisbarraganj   
Lunes, 29 de Agosto de 2016 00:07

altDespuntando el nuevo siglo, el gobierno – por cierto, el mismo de ahora – explotó inmisericorde y miserablemente el pasado inmediato,

recreando al país con terribles estigmatizaciones. Nunca estuvimos peor, se nos dijo con el morbo grácil de una larga cadena radiotelevisiva en la que Chávez Frías combinaba varios formatos según sus antojos.

El -  a veces -  pater  familiae que echaba en la sala de la casa el cuento de su largo viaje,  y – en otras – el pastor evangélico que procuraba nuestra salvación,  simpatiquísimo presentador de un musical televisivo o iracundo guapetón de barrio, con innegable talento para mutarse como nunca lo logrará Maduro Moros, un pésimo imitador,  despotricaba de los viejos mandos de las Fuerzas Armadas que cohonestaron el horror del bipartdismo corrupto en Venezuela. No había señal alguna de una genuina indignación de quien, además, aventuró un golpe de Estado años atrás, pero el país le creyó.

Por ejemplo, indicó que los ascensos militares corrían por cuenta de los enteros  intereses del bipartidismo, esos mandos estaban podridos en medio de la gran corrupción del sistema, sacaban a los soldados para reprimir a la gente en las calles y estaban entregados a los intereses del imperialismo yankee.  Derrotado el bipartidismo desde 1993, por cierto, a estas alturas del siglo constatamos que los ascensos únicamente dependen de los intereses partidistas de Maduro Moros, desde el Plan Bolívar 2000 la Fuerza Armada se ha hecho partícipe de la impune feria de la corrupción, muy lejos quedan investgaciones como el de las municiones yugoeslavas o los sucesos de El Amparo,  no se acepta el menor gesto de disidencia en las militarizadas calles venezolanas y el entreguismo con la dictadura cubana es de antología.

De compararlo, Maduro Moros, los militares, el partido y su gente, no padecen ni un centímetro de los estereotipos y maldiciones que él y su régimen prodigaron contra sus adversarios por más de década y media, porque éstos no tienen el calibre de los bajos instintos para hacerlo, porque la situación nacional es demasiado dramática como para ocuparse de ridiculizaciones,  porque – en definitiva -  ha impuesto el terror, la persecución, la morbidez de sus respuestas políticas.  Después de quejarse tanto de ese ya remoto pasado, siendo Nicolás el inmediato, ha logrado  el asombroso contramilagro en un país petrolero: matarlo literalmente de hambre. Sin embargo, eso de darle responsabilidades a la Fuerza Armada para remediar la crisis humanitaria que no podrá - sencillamente -  ni siquiera aliviar, si no se cambia de modelo, yéndose del poder, tiene otro propósito: convertir a la Fuerza Armada en el chivo expiatorio por excelencia, consabidas sus debilidades.

El mismo ocupante de Miraflores se ufana de su raro sentido de supervivencia en el poder, dándonos a entender las derrotas propinadas a Rafael Ramírez y a Diosdado Cabello, aunque todos las sabemos de factura castrista.  Y, al transferir la muy directa responsabilidad de la Fuerza Armada, la hambruna en nuestro país  la tendrá como su principal responsable, escurriéndose Maduro Moros, según la costumbre.





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