En medio de tantas opiniones disimiles en el dominio de la política venezolana, hay una premisa que debería servir de ordenadora del debate y de la acción.

Esa premisa esencial es la siguiente: mientras Maduro y los suyos continúen en Miraflores, Venezuela seguirá en el proceso destructivo que está acabando con su viabilidad como nación.
 Ni más ni menos. Esa premisa tiene que tenerse clara, porque de ella parte todo lo demás, es decir los caminos constitucionales para su cesación del poder, en especial la renuncia. En pocas palabras, el cómo se deriva del por qué, y éste es la premisa referida.

¿Se tiene clara esa premisa? Quisiera creer que sí. Hay razones de sobra para justificar que sí. Pero no estoy completamente seguro de que ello sea así. Primero porque hay quienes sostienen o aspiran –desde fuera del oficialismo--, que es posible un diálogo efectivo con Maduro y los suyos que logre producir resultados positivos en términos de cambios. Los que de esa manera piensan, creo que están más perdidos que el hijo de Lindbergh… Y con todo respeto a personalidades de peso, dentro y fuera de Venezuela, que plantean el tema.
Por otra parte, hay quienes le conceden importancia a la premisa señalada, pero no la valoran como verdaderamente esencial. Ello significa que preferirían que Maduro se fuera, pero ésa no es necesariamente la prioridad. Las eventuales elecciones de gobernadores, por ejemplo, tendrían tanta o más urgencia que la reiterada premisa. “Maduro y lo que representa es un desastre –así se considera--, pero hay otras estrategias distintas a su pronta salida del poder, que hasta podrían ser más eficaces”… Semejante consideración, debe decirse, se escucha en ciertos círculos políticos, aunque quizá no con las mismas palabras, pero sí con el mismo sentido.

Tales pareceres terminan haciendo daño porque terminan favoreciendo a Maduro. Si la voluntad política se concentra en los eventuales comicios que habrían de realizarse de aquí al 2018, entonces Maduro podría encontrar el margen de maniobra que ahora se le angosta. Me gustaría mucho compartir el entusiasmo de tanta gente por el proceso revocatorio, que desde luego apoyo y por el cual lucho. Pero la presión socio-política estaría mejor encaminada a conseguir la renuncia, sea voluntaria o inducida.

Con Maduro y sus colaboradores al frente del Estado, no hay perspectivas que ofrezcan esperanza. De eso se trata la premisa esencial. No debería ser difícil comprenderlo.

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