Algunos consejos para perder una elección
Escrito por Víctor Maldonado C. | X: @vjmc   
Sábado, 03 de Octubre de 2015 18:20

Algunos consejos para perder una elección
Por: Víctor Maldonado C.
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La experiencia venezolana de los últimos dieciséis años sirve para revisar algunas premisas sobre el talante del gobierno y el uso del poder. Los ciudadanos van a las elecciones de buena fe. Con la regla de la mayoría seleccionan a quien va a ser su gobernante y todos se someten a su mandato, asumiendo que los ganadores no van a hacer nada sustancialmente diferente a lo que prometieron en campaña. Pero no siempre es así. En nuestro caso hemos comprobado que los gobernantes son capaces de mentir y de hacer exactamente lo contrario a lo planteado en su programa de gobierno. No solo eso, ahora sabemos que un líder político puede traicionar su juramento para ir mucho más allá de lo que le permite la ley. Y sin importar cuanta legitimidad de origen pueda haber tenido, terminar convertido en un régimen autoritario lo que antes había sido una oferta democrática. La transformación ocurre en una secuencia que comienza el mismo día de la toma de posesión cuando desde el discurso y la organización de la coalición se desarrolla un conjunto de maniobras ilegítimas tendientes a acumular indebidamente poder político, económico o militar, en beneficio de los miembros del gobierno. La perversión autoritaria comienza a consolidarse con los cantos de sirena de la reelección indefinida, las constituyentes y la negación de cualquier contribución de la época pasada.
Los regímenes autoritarios instrumentan un conjunto de maniobras para trastocar el talante democrático del sistema político y neutralizar cualquier limitación al poder. Pero a la vez hará todo lo posible para realizar elecciones periódicas que le sirvan para mantener las apariencias. Solo que esas elecciones dejan de ser competitivas y justas porque mientras se somete a la oposición a restricciones, rigores y persecución, el gobierno no tendrá ningún pudor en usar todos los recursos a mano para favorecer su propia opción. ¿Cómo ocurre la transformación perversa de la democracia a la dictadura? Hay por lo menos catorce condiciones autoritarias:
1.       El poder ejecutivo concentra por la vía de los hechos funciones y atribuciones de los demás poderes.
2.       Desde el gobierno se destruyen, anulan y condiciona la labor de los organismos públicos de control. No desaparecen sino que se subordinan absolutamente al proceso.
3.       Se mina la independencia del poder judicial hasta transformarlo en una caricatura de la justicia.
4.       Se elimina cualquier traba constitucional que limite el poder. Se establece la reelección indefinida. Se legitima el nepotismo.
5.       Se controlan y se usan directamente todos los recursos económicos del estado para beneficio propio. Se acaba con la transparencia y se tergiversa la rendición de cuentas.
6.       Se extorsiona, inhabilita, persigue y elimina cualquier oposición política relevante.
7.       Se extermina progresivamente todas las autonomías regionales y procesos descentralizados para obligar a la dependencia económica del gobierno central.
8.       Se usan ilegalmente los fondos públicos para comprar apoyo político al grupo gobernante. Se explota incesantemente el populismo como mecanismo de cooptación de las libertades ciudadanas.
9.       Se establecen alianzas con nuevos grupos económicos, creados a la sombra de la corrupción, y se utilizan empresas contratistas de gobiernos amigos como mamparas para lavar dinero público y mantener al grupo en el poder.
10.   Se controlan férreamente las FFAA y los organismos de seguridad para que se subordinen a la voluntad del régimen, protejan a sus dirigentes y repriman cualquier expresión de insatisfacción ciudadana.
11.   Se restringe la libertad de expresión, se reprimen las manifestaciones públicas, se condiciona y confina el acceso a las redes sociales, se persigue y hostiga a las ONG´s y se deniega cualquier tipo de control ciudadano al gobierno.
12.   Se restringe y anula el funcionamiento y vocería de instituciones privadas, gremios y sindicatos independientes.
13.   Se restringe fuertemente la libertad de prensa y la propiedad privada de medios de comunicación.
14.   Se modifica el régimen electoral y se practica el ventajismo autoritario.
15.   Se usa la propaganda oficial para tergiversar la realidad.
Esa es el perfil de las dictaduras del siglo XXI. Ninguna de ellas va a reconocer que son regímenes autoritarios. Ninguno va a confesar que han degradado el ordenamiento constitucional hasta hacerlo ilegible. Ninguno va a declarar que sus promesas son espurias y que el amor por el pueblo es solamente una consigna que utilizan a conveniencia. Las dictaduras tienen una escisión radical entre lo que dicen y lo que efectivamente hacen. Todas ellas se deslizan entre neologismos y eufemismos para disimular las intenciones y lo que terminan provocando.
¿Por qué este tipo de dictaduras ganan elecciones? Muy sencillo. No se les toma en serio. No se les reconoce como lo que efectivamente son. Las opciones democráticas prefieren la corrección política y por lo tanto temen caracterizar apropiadamente la situación. Sostienen, a pesar del peso de las evidencias, que sus antagonistas son democráticos, que van a respetar las reglas del juego, que son capaces de honestar los procesos y sus resultados, que todavía se mantiene alguna legalidad y por lo tanto un aceptable grado de autonomía de las instituciones públicas. Por eso mismo el primer consejo para perder una elección es desconocer la realidad que tienen por delante, con todas sus consecuencias.
El segundo consejo es no comprender la complejidad de una campaña electoral. Las opciones de triunfo no dependen exclusivamente de la opinión pública y de la presentación de buenos candidatos. Son doce los aspectos que se ponen en juego sinérgico para tener un resultado favorable. El triunfalismo es una mala lectura de la realidad, porque es incompleta, porque condiciona la realidad, y porque deja de lado otros aspectos que son igualmente cruciales.
El tercer consejo para perder es no hacer campaña. Toda campaña tiene un plan racionalmente concebido para obtener ciertos resultados y no otros. No es tan sencillo como volantear, o hacer interminables giras “puerta a puerta”. Es todo eso y mucho más. Un plan de campaña define lo que se debe hacer, cuando debería hacerse, quién debería hacerlo y cuáles son los recursos que se necesitan para hacer el trabajo hasta el final. Una campaña divide responsabilidades, integra el trabajo y tiene un cronograma detallado hasta el día de la elección. Si quiere perder improvise, pierda tiempo, dilapide los recursos, no considere necesarios los datos sobre sus electores y concéntrese en manosear a su narciso.
El cuarto consejo para perder es no invertir en organización. Si quiere salir derrotado absténgase de nombrar un jefe de campaña, olvide montar el comando y concentre todos roles en la figura del candidato. No haga reuniones de seguimiento y, por supuesto, no haga minutas ni lleve agenda. Absténgase de llevarle el pulso a la candidatura y recuerde que la mejor forma de perder es practicar el “así como va viniendo vamos viendo”.
El quinto consejo para perder es pensar que su candidatura no necesita dinero o recursos y por lo tanto puede prescindir de una campaña de recaudación de fondos y de un mecanismo sistemático para invertir los recursos en las necesidades del plan de campaña. Meta sus propios reales y diga a todo el que quiera oírlo que “usted está dejando el pellejo “en el esfuerzo.
El sexto consejo para salir derrotado es no tener estrategia alguna. No contrate un estratega profesional y confíe en su propia intuición. Al fin y al cabo usted es el político y de eso sabe más que nadie. No escuche consejo, no siga ninguna recomendación, cambie de opinión todos los días para confundir a propios y extraños, no analice los problemas del país ni tome en cuenta  lo que la gente piensa o siente, diga lo que se le ocurra y dispare desde la tapa de la barriga. Si tiene encuestas solo pregunte si va ganando. Deseche cualquier otra información. Todo el vacío estratégico y conceptual  trate de llenarlo con ofertas populistas, extravagantes e irresponsables. Y si contrata una encuesta publíquela inmediatamente para que su adversario la conozca y sepa qué hacer.
El séptimo consejo para ser aplastado por el adversario es el cultivo de la propia ignorancia. No estudie. No se actualice. No busque la opinión de los expertos. Quédese con su “a mí me parece y yo creo” en lugar de tratar de tener una versión apropiada de lo que está ocurriendo. Recuerde siempre, usted lo sabe todo. Usted no necesita ayuda. Y si necesita ayuda suba un cerro y grite desde la cima que está buscando la esencia de las cosas en “el país profundo”. Agarre una flor y cómasela hasta el tallo.
El octavo consejo para terminar perdiendo es desestimar las propuestas y carecer de programa electoral. Asuma que la gente no lee, ni conoce, ni sabe, ni le importa lo que usted diga. Confíe en su labia y en su innegable capacidad para seducir a las masas. Póngase una camisita bonita, recorra la región rodeado de banderas, confunda la campaña con un programa de fitness y dígale a cada oreja lo que está dispuesto a escuchar.
El noveno consejo para la derrota es presentarse como independiente, sin compromisos partidistas, al margen de compromisos, y más allá del bien y del mal. Invéntese una consigna que suene bien pero que no diga nada y preséntese como el “hombre consenso”. Cambie de look cada cierto tiempo y coloque una foto vieja y arreglada para que nadie lo reconozca. Nunca pida el voto ni pierda el tiempo preparando entrevistas y encuentros con la gente. Sea disperso, pierda el tiempo de la gente, llegue tarde y hable pendejadas y anécdotas. Si se sabe alguna canción cántela aunque se le salgan los gallos.
El décimo consejo para perder es llevarse mal con la prensa y los medios de comunicación. No genere información. Desestime los hábitos informativos de la gente y desprecie el fomento de redes y relaciones con los periodistas. Y ni de ninguna manera designe un vocero o responsable de las comunicaciones. Recuerde el candidato es usted. El jefe de campaña es usted. El jefe de prensa es usted.
El undécimo consejo es apartarse del público, evitar el contacto con la gente y mantenerse inaccesible de cualquier forma. No conteste el teléfono, rodéese de guardaespaldas, no conceda citas y muéstrese siempre muy ocupado, sin tiempo para nada, para nadie, ni para atender ningun problema. Si tiene oportunidad salga del país y dese una vueltica por el mundo.
El duodécimo consejo para terminar vuelto un desastre es improvisar el día de la elección. No organice testigos ni representantes de mesa. No capacite a los funcionarios de mesa. Evite supersticiosamente los exit-poll ni le otorgue importancia a ningún tipo de cómputo paralelo. Pase ese día pegado a un santo y rece para que no le vaya tan mal. Y al final de la tarde improvise, y diga que le robaron la elección una vez más.
Es fácil perder. Es cuestión de método.
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Los ciudadanos van a las elecciones de buena fe. Con la regla de la mayoría seleccionan a quien va a ser su gobernante y todos se someten a su mandato, asumiendo que los ganadores no van a hacer nada sustancialmente diferente a lo que prometieron en campaña. Pero no siempre es así. En nuestro caso hemos comprobado que los gobernantes son capaces de mentir y de hacer exactamente lo contrario a lo planteado en su programa de gobierno. No solo eso, ahora sabemos que un líder político puede traicionar su juramento para ir mucho más allá de lo que le permite la ley. Y sin importar cuanta legitimidad de origen pueda haber tenido, terminar convertido en un régimen autoritario lo que antes había sido una oferta democrática. La transformación ocurre en una secuencia que comienza el mismo día de la toma de posesión cuando desde el discurso y la organización de la coalición se desarrolla un conjunto de maniobras ilegítimas tendientes a acumular indebidamente poder político, económico o militar, en beneficio de los miembros del gobierno. La perversión autoritaria comienza a consolidarse con los cantos de sirena de la reelección indefinida, las constituyentes y la negación de cualquier contribución de la época pasada.

Los regímenes autoritarios instrumentan un conjunto de maniobras para trastocar el talante democrático del sistema político y neutralizar cualquier limitación al poder. Pero a la vez hará todo lo posible para realizar elecciones periódicas que le sirvan para mantener las apariencias. Solo que esas elecciones dejan de ser competitivas y justas porque mientras se somete a la oposición a restricciones, rigores y persecución, el gobierno no tendrá ningún pudor en usar todos los recursos a mano para favorecer su propia opción. ¿Cómo ocurre la transformación perversa de la democracia a la dictadura? Hay por lo menos catorce condiciones autoritarias: 

1.       El poder ejecutivo concentra por la vía de los hechos funciones y atribuciones de los demás poderes.

2.       Desde el gobierno se destruyen, anulan y condiciona la labor de los organismos públicos de control. No desaparecen sino que se subordinan absolutamente al proceso.

3.       Se mina la independencia del poder judicial hasta transformarlo en una caricatura de la justicia.

4.       Se elimina cualquier traba constitucional que limite el poder. Se establece la reelección indefinida. Se legitima el nepotismo.

5.       Se controlan y se usan directamente todos los recursos económicos del estado para beneficio propio. Se acaba con la transparencia y se tergiversa la rendición de cuentas.

6.       Se extorsiona, inhabilita, persigue y elimina cualquier oposición política relevante.

7.       Se extermina progresivamente todas las autonomías regionales y procesos descentralizados para obligar a la dependencia económica del gobierno central.

8.       Se usan ilegalmente los fondos públicos para comprar apoyo político al grupo gobernante. Se explota incesantemente el populismo como mecanismo de cooptación de las libertades ciudadanas.

9.       Se establecen alianzas con nuevos grupos económicos, creados a la sombra de la corrupción, y se utilizan empresas contratistas de gobiernos amigos como mamparas para lavar dinero público y mantener al grupo en el poder.

10.   Se controlan férreamente las FFAA y los organismos de seguridad para que se subordinen a la voluntad del régimen, protejan a sus dirigentes y repriman cualquier expresión de insatisfacción ciudadana.

11.   Se restringe la libertad de expresión, se reprimen las manifestaciones públicas, se condiciona y confina el acceso a las redes sociales, se persigue y hostiga a las ONG´s y se deniega cualquier tipo de control ciudadano al gobierno.

12.   Se restringe y anula el funcionamiento y vocería de instituciones privadas, gremios y sindicatos independientes.

13.   Se restringe fuertemente la libertad de prensa y la propiedad privada de medios de comunicación.

14.   Se modifica el régimen electoral y se practica el ventajismo autoritario.

15.   Se usa la propaganda oficial para tergiversar la realidad.

Esa es el perfil de las dictaduras del siglo XXI. Ninguna de ellas va a reconocer que son regímenes autoritarios. Ninguno va a confesar que han degradado el ordenamiento constitucional hasta hacerlo ilegible. Ninguno va a declarar que sus promesas son espurias y que el amor por el pueblo es solamente una consigna que utilizan a conveniencia. Las dictaduras tienen una escisión radical entre lo que dicen y lo que efectivamente hacen. Todas ellas se deslizan entre neologismos y eufemismos para disimular las intenciones y lo que terminan provocando.

¿Por qué este tipo de dictaduras ganan elecciones? Muy sencillo. No se les toma en serio. No se les reconoce como lo que efectivamente son. Las opciones democráticas prefieren la corrección política y por lo tanto temen caracterizar apropiadamente la situación. Sostienen, a pesar del peso de las evidencias, que sus antagonistas son democráticos, que van a respetar las reglas del juego, que son capaces de honestar los procesos y sus resultados, que todavía se mantiene alguna legalidad y por lo tanto un aceptable grado de autonomía de las instituciones públicas. Por eso mismo el primer consejo para perder una elección es desconocer la realidad que tienen por delante, con todas sus consecuencias.

El segundo consejo es no comprender la complejidad de una campaña electoral. Las opciones de triunfo no dependen exclusivamente de la opinión pública y de la presentación de buenos candidatos. Son doce los aspectos que se ponen en juego sinérgico para tener un resultado favorable. El triunfalismo es una mala lectura de la realidad, porque es incompleta, porque condiciona la realidad, y porque deja de lado otros aspectos que son igualmente cruciales.

El tercer consejo para perder es no hacer campaña. Toda campaña tiene un plan racionalmente concebido para obtener ciertos resultados y no otros. No es tan sencillo como volantear, o hacer interminables giras “puerta a puerta”. Es todo eso y mucho más. Un plan de campaña define lo que se debe hacer, cuando debería hacerse, quién debería hacerlo y cuáles son los recursos que se necesitan para hacer el trabajo hasta el final. Una campaña divide responsabilidades, integra el trabajo y tiene un cronograma detallado hasta el día de la elección. Si quiere perder improvise, pierda tiempo, dilapide los recursos, no considere necesarios los datos sobre sus electores y concéntrese en manosear a su narciso.

El cuarto consejo para perder es no invertir en organización. Si quiere salir derrotado absténgase de nombrar un jefe de campaña, olvide montar el comando y concentre todos roles en la figura del candidato. No haga reuniones de seguimiento y, por supuesto, no haga minutas ni lleve agenda. Absténgase de llevarle el pulso a la candidatura y recuerde que la mejor forma de perder es practicar el “así como va viniendo vamos viendo”.

El quinto consejo para perder es pensar que su candidatura no necesita dinero o recursos y por lo tanto puede prescindir de una campaña de recaudación de fondos y de un mecanismo sistemático para invertir los recursos en las necesidades del plan de campaña. Meta sus propios reales y diga a todo el que quiera oírlo que “usted está dejando el pellejo “en el esfuerzo.

El sexto consejo para salir derrotado es no tener estrategia alguna. No contrate un estratega profesional y confíe en su propia intuición. Al fin y al cabo usted es el político y de eso sabe más que nadie. No escuche consejo, no siga ninguna recomendación, cambie de opinión todos los días para confundir a propios y extraños, no analice los problemas del país ni tome en cuenta  lo que la gente piensa o siente, diga lo que se le ocurra y dispare desde la tapa de la barriga. Si tiene encuestas solo pregunte si va ganando. Deseche cualquier otra información. Todo el vacío estratégico y conceptual  trate de llenarlo con ofertas populistas, extravagantes e irresponsables. Y si contrata una encuesta publíquela inmediatamente para que su adversario la conozca y sepa qué hacer.

El séptimo consejo para ser aplastado por el adversario es el cultivo de la propia ignorancia. No estudie. No se actualice. No busque la opinión de los expertos. Quédese con su “a mí me parece y yo creo” en lugar de tratar de tener una versión apropiada de lo que está ocurriendo. Recuerde siempre, usted lo sabe todo. Usted no necesita ayuda. Y si necesita ayuda suba un cerro y grite desde la cima que está buscando la esencia de las cosas en “el país profundo”. Agarre una flor y cómasela hasta el tallo.

El octavo consejo para terminar perdiendo es desestimar las propuestas y carecer de programa electoral. Asuma que la gente no lee, ni conoce, ni sabe, ni le importa lo que usted diga. Confíe en su labia y en su innegable capacidad para seducir a las masas. Póngase una camisita bonita, recorra la región rodeado de banderas, confunda la campaña con un programa de fitness y dígale a cada oreja lo que está dispuesto a escuchar.

El noveno consejo para la derrota es presentarse como independiente, sin compromisos partidistas, al margen de compromisos, y más allá del bien y del mal. Invéntese una consigna que suene bien pero que no diga nada y preséntese como el “hombre consenso”. Cambie de look cada cierto tiempo y coloque una foto vieja y arreglada para que nadie lo reconozca. Nunca pida el voto ni pierda el tiempo preparando entrevistas y encuentros con la gente. Sea disperso, pierda el tiempo de la gente, llegue tarde y hable pendejadas y anécdotas. Si se sabe alguna canción cántela aunque se le salgan los gallos.

El décimo consejo para perder es llevarse mal con la prensa y los medios de comunicación. No genere información. Desestime los hábitos informativos de la gente y desprecie el fomento de redes y relaciones con los periodistas. Y ni de ninguna manera designe un vocero o responsable de las comunicaciones. Recuerde el candidato es usted. El jefe de campaña es usted. El jefe de prensa es usted.

El undécimo consejo es apartarse del público, evitar el contacto con la gente y mantenerse inaccesible de cualquier forma. No conteste el teléfono, rodéese de guardaespaldas, no conceda citas y muéstrese siempre muy ocupado, sin tiempo para nada, para nadie, ni para atender ningun problema. Si tiene oportunidad salga del país y dese una vueltica por el mundo.

El duodécimo consejo para terminar vuelto un desastre es improvisar el día de la elección. No organice testigos ni representantes de mesa. No capacite a los funcionarios de mesa. Evite supersticiosamente los exit-poll ni le otorgue importancia a ningún tipo de cómputo paralelo. Pase ese día pegado a un santo y rece para que no le vaya tan mal. Y al final de la tarde improvise, y diga que le robaron la elección una vez más.

Es fácil perder. Es cuestión de método.

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