Los días contados
Escrito por Fernando Luis Egaña   
Lunes, 20 de Octubre de 2014 07:42

Los días contados
Fernando Luis Egaña
En una democracia, los ocupantes del poder siempre deberían tener los días contados. Es más, deberían sentirse orgullosos de tenerlos. Lo normal es que se sepa con toda claridad cuál es el período específico en que van a ocupar o ejercer el poder; que se puedan contar los días que faltan para que ese poder culmine; que tengan todos los poderosos, sin excepción, los días contados en el mando. Así llegó a ser en nuestro país durante la República Civil. Los presidentes tenían 5 años. No más. Tenían los días contados.
Como los tiene Barack Obama, que le tocará entregar el poder el 22 de enero de 2017. Como Dilma Rousseff en Brasil, que si pierde en la segunda vuelta tendrá los días contados en el Palacio de Planalto hasta el 31 de diciembre de este año, y si gana, tendrá un cuatrienio adicional. Como los tienen todos los jerarcas principales de un sistema político que sea, siquiera, elementalmente democrático. Del momento en que son elegidos y toman posesión del cargo, al momento que lo deben entregar, tienen los días contados. Es lo normal. Es lo democrático.
Por eso no sorprende la indignación de algunos personeros del oficialismo, cuando se les recuerda que deberían tener los días contados. Toman el asunto como una amenaza personal, como si se tratara, casi casi, de una tentativa de conspiración violenta. "Me siento amenazado", dijo alguno de ellos, ante el planteamiento del diputado Carlos Berrizbeitia sobre los días contados.
Y repito que no sorprende esa airada reacción, porque esos personeros no son demócratas, no creen en las reglas democráticas, y en lo que sí creen es que el poder es para siempre, y que lo deben detentar y ejercer hasta que el cuerpo aguante. Así fue con el predecesor y así es con los sucesores. La sola idea de los días contados en el poder, les parece una provocación, el anuncio de un mal grave, la instigación de un delito político, prácticamente la confabulación de un magnicidio...
Es el mundo al revés de los despotismos y sus representantes. Lo que es lo más natural y deseable en una democracia: los días contados en el ejercicio del poder, se convierte en una pesadilla que los trastorna y los manifiesta en su talante autoritario. En los despotismos, los dueños del poder no se ven fuera de él. No se conciben fuera de él.
Le tienen temor a la justicia por los innumerables abusos cometidos. Por eso no aceptan lo de los días contados. Por eso proclaman que se sienten amenazados por los días contados. Pero de que los días del poder despótico llegarán a su fin, llegarán. No sabemos cuándo. Pero tendrán su final. Sus días contados.
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altEn una democracia, los ocupantes del poder siempre deberían tener los días contados. Es más, deberían sentirse orgullosos de tenerlos.

Lo normal es que se sepa con toda claridad cuál es el período específico en que van a ocupar o ejercer el poder; que se puedan contar los días que faltan para que ese poder culmine; que tengan todos los poderosos, sin excepción, los días contados en el mando. Así llegó a ser en nuestro país durante la República Civil. Los presidentes tenían 5 años. No más. Tenían los días contados.

Como los tiene Barack Obama, que le tocará entregar el poder el 22 de enero de 2017. Como Dilma Rousseff en Brasil, que si pierde en la segunda vuelta tendrá los días contados en el Palacio de Planalto hasta el 31 de diciembre de este año, y si gana, tendrá un cuatrienio adicional. Como los tienen todos los jerarcas principales de un sistema político que sea, siquiera, elementalmente democrático. Del momento en que son elegidos y toman posesión del cargo, al momento que lo deben entregar, tienen los días contados. Es lo normal. Es lo democrático.

Por eso no sorprende la indignación de algunos personeros del oficialismo, cuando se les recuerda que deberían tener los días contados. Toman el asunto como una amenaza personal, como si se tratara, casi casi, de una tentativa de conspiración violenta. "Me siento amenazado", dijo alguno de ellos, ante el planteamiento del diputado Carlos Berrizbeitia sobre los días contados. 

Y repito que no sorprende esa airada reacción, porque esos personeros no son demócratas, no creen en las reglas democráticas, y en lo que sí creen es que el poder es para siempre, y que lo deben detentar y ejercer hasta que el cuerpo aguante. Así fue con el predecesor y así es con los sucesores. La sola idea de los días contados en el poder, les parece una provocación, el anuncio de un mal grave, la instigación de un delito político, prácticamente la confabulación de un magnicidio...

Es el mundo al revés de los despotismos y sus representantes. Lo que es lo más natural y deseable en una democracia: los días contados en el ejercicio del poder, se convierte en una pesadilla que los trastorna y los manifiesta en su talante autoritario. En los despotismos, los dueños del poder no se ven fuera de él. No se conciben fuera de él. 

Le tienen temor a la justicia por los innumerables abusos cometidos. Por eso no aceptan lo de los días contados. Por eso proclaman que se sienten amenazados por los días contados. Pero de que los días del poder despótico llegarán a su fin, llegarán. No sabemos cuándo. Pero tendrán su final. Sus días contados.

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