Prueba superada
Escrito por Víctor Maldonado C. | X: @vjmc   
Lunes, 29 de Septiembre de 2014 09:20

altEl 28 de agosto de 1963 fue un día esplendoroso. El sol alumbraba los cuerpos y calentaba las almas de doscientas mil personas que se habían congregado delante del Lincoln Memorial

para escuchar las palabras de un profeta. Martin Luther King apareció frente a todos ellos y habló. "Nos negamos a creer que el banco de la justicia ya no tenga fondos. Nos negamos a creer que ya no haya dinero suficiente en las grandes cámaras acorazadas en que se guardan las oportunidades de este país… No, no nos podemos dar por contentos, y no nos podremos dar jamás por contentos hasta que la ley fluya como el agua y la justicia como una poderosa corriente… Yo sueño hoy con que, un día, todo valle sea alzado y toda colina y montaña descienda. Los lugares ásperos se harán suaves y los desniveles serán allanados. Y se manifestará la gloria del Señor y toda carne lo verá. Esta es nuestra esperanza…" Después de ese discurso nada fue igual.
 
Estuve en días recientes en la ciudad de Cumaná. Todavía destella una belleza natural sublime a pesar de la basura, la inseguridad, el abandono y esa indiferencia oficial que ralla en la arrogancia más indignante. El régimen ha decidido, al parecer, enterrar la dignidad de su buena gente sobre toneladas de desechos y desidia. Pero allí nadie pierde la esperanza. La Cámara de Comercio convocó a un foro para buscar respuestas. El salón del Hotel Nueva Toledo se desbordó. Los asistentes mostraban una diversidad creativa. Muy jóvenes compartieron expectativas con ciudadanos que honraban el evento por sus canas y su experiencia. Don Fernando L. Morgado Bossio, con sus ochenta y tantos años a cuestas, se sentó al lado de una joven mujer que se preguntaba si toda esta lucha tenía sentido. O si era mejor partir y comenzar en otro sitio. El viejo patriarca escuchaba y fijaba su mirada en un infinito interior, buscando la esencia de un ancla espiritual que lo había fijado en la ciudad de sus querencias por casi un siglo. Cada quien debe resolver sus dudas y preguntarse por sus verdades.
 
Luther King también dudó. Pocos años después del climax ocurrido en el verano de 1963 pronunció el sermón de navidad en Ebenezer Baptist Church. Allí había comenzado su ministerio. En esa congregación había tenido que reconocer el inmenso peso que había significado cargar a cuestas los sueños de una América más justa e integrada. Pero también allí debió confesar que lo que había planteado como un sueño, poco a poco se había ido convirtiendo en una pesadilla. Una pesadilla de escasos resultados. Una realidad infamante donde sus hermanos, huérfanos de fraternidad, eran víctimas de la miseria. Era muy difícil no odiar. Era muy difícil resistirse a la presión, la persecución, la infamia, y el alejamiento de su familia, picoteada por la duda. Era difícil, pero no hay empresa que no se pueda realizar si está fundada en la piedra maciza de las convicciones. Nos odian, "pero nosotros no necesitamos odiar, porque hay otra forma. La vieja fórmula de Jesús, amar a tus enemigos, bendecir a los que te maldicen, rezar por ellos, presentar la otra mejilla… Me se de memoria el guión… ¡Pero conozco la tentación!".
 
En la ciudad de Cumaná funciona una asociación civil llamada Sucre Posible. La preside Fernando Morgado Graterol, expresidente de Consecomercio y un hombre de consensos. En ese foro confluyen todos los que piensan que no hay causa definitivamente perdida y que el estado Sucre no tiene por qué resignarse a ser el más pobre y el que más peligro tiene de ser un territorio de mafias y narcotráfico. Ellos también sueñan, y piensan que llegará el momento para que “las promesas de la democracia se hagan realidad.” Como la hierba que crece, tenaz y silenciosa, se están convirtiendo en una referencia. Allí se piensa con amplitud, pero también se exige con firmeza. Ellos igualmente piensan en que su fuerza es la de las convicciones, y que todo consiste en resistir. Ellos no se abruman con la basura, las moscas, los apagones y la persecución. No tienen miedo ni se amilanan por los caídos en la tentación. Estando con ellos llegaron de repente dos jóvenes. Venían de lejos, en una gira llena de azares y suspicacias. Y hablaron sobre el resurgir ciudadano, la revisión de los errores, la unidad reconstituida, y de coraje. Ellas no piensan en la clandestinidad sino que se nutren del esplendor de la verdad que proclaman. Ellas insisten en el avance, en el seguir, armadas nada más de unas ganas imbatibles y de una juventud que no parece desgastarlas. Gaby Arellano y Ana Karina García se han cargado el país y lo llevan como una pesada cruz. Ellas y muchos como ellos ni dan cuartel ni piden clemencia. Ellas y muchos, de muchas y diversas edades, no están buscando justificaciones para la partida. Ellas no se quejan de la inseguridad, porque la viven. Ellas no temen, pero se ven en sus caras los rigores del estrés continuado, tratando se sembrar un afán que, estoy seguro, nos terminará salvando. Ellas andan solas y a pie, compensando cada desprecio con un abrazo fraterno. No temen a estar solas, asumen su soledad y siguen adelante. Contra ellos la embestida brutal del autoritarismo no ha podido todavía.
 
King tenía que remar a dos manos. Coraje y empatía. Bravura y serenidad. La realización de la ternura y la necesidad de la demostración firme que le permitiera avanzar. "Nosotros no usamos piedras. Nosotros no lanzamos botellas. Nosotros condenamos la violencia. Pero esperamos que el resto condene al que despoja y no satanice al despojado, porque si ustedes están cansados de nuestras demostraciones de calle, nosotros estamos cansados de intentar una y otra vez de hacerles ver las trampas de la muerte y de la opresión que nos proponen para silenciarnos".  Para el profeta no era fácil el énfasis en poner la otra mejilla. No era fácil predicar el sufrimiento sin contrapartida, las infinitas posibilidades de una represión sin límites, amoral… y que sin embargo no les debía quitar la victoria que significaba el haber decidido "asumir la vida con cicatrices en el cuerpo pero evitando al mismo tiempo las cicatrices en el alma." ¡Partir o renunciar es perder!
 
Al terminar sus breves palabras y su testimonio prepararon sus alforjas para seguir su rumbo. No dejó de asombrarme la candidez con la que asumían la misión. Porque mientras ellas estaban allí, el régimen merodeaba cual coyote, para hacerles la vida imposible. Les impedía volar, les confiscaba la cédula y las difamaba.  Pero no lograba asustarlas. Ellas han convertido sus sueños de libertad en razones para seguir luchando. El viejo Morgado, el patriarca, sonríe y avizora un momento en que “la libertad resuene” porque al final, él lo sabe, los muros de opresión terminan derrumbados por el peso de su propia iniquidad.
 
En todos estos días yo me he preguntado qué hacer. También yo me he preguntado si vale la pena. Yo también he sentido la tentación de la partida. Pero al ver el rigor del compromiso de todas las Gabys y de todas las Ana Karina, al ver como Sayram salió invicta de su prisión, yo no puedo hacer otra cosa que quedarme y seguir. Yo también cerré los ojos, y como Morgado, busqué en mi interior el ancla llamada país, la fijé muy bien, y le pedí a Dios que me eximiera de la nostalgia, esa herida que termina matando el alma de los que la sufren. Y que no me deje caer en la tentación. Amén.
 
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