Chavistas holandeses
Escrito por Hermann Alvino | @hjalvino   
Viernes, 01 de Agosto de 2014 03:10

altNo hace falta ser un analista político de primer nivel para comprender ciertas cosas del ser humano: a veces basta ver con atención

 esos documentales sobre las jerarquías de la fauna que se trasmiten por la televisión que explican el orden de picoteo de las aves y los peces, la jerarquía en los lobos, la de los leones, y la de los monos, y simios.


Lo que se aprende allí es que para prevalecer se debe hacer valer la fuerza, sea físicamente o mediante amenazas creíbles, para convencer al resto que estas amenazas, en efecto, se traducirían en un rapapolvo para sus pellejos si se les ocurriese pasarse de la raya establecida por el mandamás de turno.

No vienen al caso las razones evolutivas ni los mecanismos subyacentes en cada programa genético de las respectivas especies; baste con resaltar que la misma naturaleza se encarga de que en su momento las cosas cambien mediante una disputa –violenta o ritual- que altera la jerarquía y permite el relevo en el mando.

Viendo estos comportamientos, puede que cada persona tienda a creer que su naturaleza humana le aleja de esta interacción, a primera vista amoral, y en la cual la piedad, o la misericordia, están ausentes. Probablemente la mayoría de nosotros, como individuos, incluyamos estos factores espirituales en nuestro comportamiento; pero seguramente los procesos sociales colectivos sí se corresponden con esa inexorable dinámica, esto es, país o sociedad -sometidos a otra nación- que se alza, será reprimido militarmente, o al menos advertido de manera creíble de que lo volverán trizas. Y siempre habrá un discurso legitimador por parte del opresor, sea de corte legal o incluso “moral”, como los curas españoles que justificaron torturas y persecusiones a los indios para convertirlos y así ganar el cielo -al menos los curas que creían que los nativos tenían alma-, o como los europeos –italianos, portugueses, belgas, franceses, alemanes, ingleses, y claro está, holandeses- con aquello de que traían la civilización a esos lugares remotos y salvajes, cuando lo que realmente hacían era llevarse sus riquezas a la fuerza.

Pues bien, no todas las amenazas de la actual potencia dominante son ya creíbles, más aun, ni siquiera son tales, sino discursos algo vacíos y almidonados puestos en boca de un presidente débil como Obama, y de un patiquín que nunca ha conquistado nada por sí mismo, como su actual Secretario de Estado Kerry, causando indiferencia o hilaridad a los líderes de Israel, Rusia, China, Siria, o Irán. Y no digamos de Corea del Norte.

Es que el problema de EEUU es muy serio, porque se deriva de un entrampamiento político causado por una dirigencia débil, unida a una derecha religiosa y fundamentalista, que sigue ganando poder gracias a un pueblo que mantiene un nivel de ignorancia política impresionante. Además, aquella ética protestante, con sustrato en la cultura del trabajo y en la disciplina, válida para los emigrantes del Norte de Europa de hace uno y dos siglos, ya no lo es para los millones de asiáticos y latinoamericanos que poco a poco van cambiando la esencia misma de ese país.

Para más sal a la herida, cuando los gringos hacen efectiva alguna amenaza invadiendo legal o ilegalmente algún país –Vietnam, Iraq, Afganistán- pues lo destruyen todo, y encima salen escaldados. En cambio –diríamos lamentablemente- los amenazantes gestos chinos, expresados por ahora solo en la represión comercial, sí parecen ser creíbles, al menos por parte del gobierno español, quien ha probado ser muy chulo y guapetón en el Congreso de Diputados de ese país, al burlarse permanentemente de toda la oposición, pero muy cobardón al aprobar esa medida que anula la jurisdicción penal internacional por parte de los jueces españoles. Una medida que colateralmente, entre otras cosas, acaba con la posibilidad de juzgar a los asesinos del régimen militar argentino, y cuya verdadera razón fue la alzada de cejas china –como hacen los mandriles dominantes de los comentados documentales- frente a la mera posibilidad de que un juez español dictase una orden internacional de busca y captura del ex presidente de China Jiang Zemin y otros dirigentes chinos, para imputarles delitos contra la humanidad -en este caso contra la humanidad de los tibetanos.

Claro que queda la duda de si estos gestos reflejan una intención real de actuar -si fuere el caso- o se corresponden con una actitud más o menos pusilánime de la contraparte, o ambas cosas. Pero es demasiada casualidad que Holanda haya sido indiferente al auto de detención que la potencia dominante -y de paso su aliada en la OTAN- dictó contra un militar venezolano imputado –en ese país- por narcotráfico y con vínculos muy íntimos con la narcoguerrilla colombiana –hasta donde se sepa-, y que en cambio haya sido sensible a la otra potencia en ascenso, la cual de paso, pocos días antes había impuesto acuerdos millonarios que representan una adicional vuelta de tuerca en su neocolonialismo en Venezuela.

Demasiada casualidad, incluso el que la misma Holanda no haya levantado las cejas para intentar corregir una conducta muy sospechosa de una parte importante de la clase política isleña, que a todas luces tiene vínculos con nuestro general paisano, y coincidencia adicional que esa pareja real tan simpática, hace unos meses año se haya apersonado para firmar numerosos acuerdos navales con el régimen endógeno (http://goo.gl/LuVZ1r). Lo de simpático es un decir, porque si vemos el prontuario del suegro argentino del monarca (http://goo.gl/KEorMY), pues es inevitable recordar que Holanda fue recientemente condenada –casualmente, en La Haya- por la masacre que sus soldados permitieron en Srebrenica, cuando éstos, en vez de proteger en nombre de la ONU a una población inerme, actuaron como buenos burócratas europeos y permitieron una carnicería (http://goo.gl/5VoiqU), en un episodio de los más negros en la triste guerra yugoeslava de hace pocos años.

Holanda, hay que recordarlo, tiene un gobierno algo inestable, y una tercera fuerza parlamentaria que representa la intolerancia, la xenofobia y el racismo más extremo (http://goo.gl/4QRdLs). Incluso tiene esa pareja real, que como en toda monarquía parlamentaria es un decorado más o menos inútil que se usa para rubricar negocios con otros países, especialmente los más ignorantes e incautos, con los cuales se pueden cerrar tratos muy ventajosos para un pueblo que se presenta como abierto, tolerante, democrático y muy amable, pero en cuyas entrañas se mantiene vivo el germen del colonialismo aquel, que se expresó con inmensa saña en el Sureste asiático, africano y americano (http://goo.gl/lfCwFB); un colonialismo igual que el de sus colegas europeos de correrías, pero menos citado en Latinoamérica y en la historia contemporánea global –salvo para los descendientes de esos pueblos sometidos en extremo- en parte porque los otros colonizadores no tienen idiomas considerados por nosotros tan complicados como el holandés –que de complicado no tiene nada, salvo una pronunciación algo rara que le ha dado una fama esterotipada de imposible de hablar- y por tanto más accesibles en las fuentes directas de información.

Aparentemente entonces, Holanda y sus islas asociadas son también guapetonas con los débiles, pero asustadizas cuando las amenazan con cerrar una refinería. Aparentemente para todas ellas, ya es suficiente una alzada de cejas de Maduro como anticipo de una eventual mala cara que puedan ponerle los chinos.

Lástima pues, que Holanda cause tanta desafección al opositor venezolano decente, porque pasar unos días, o incluso vivir por un tiempo –por razones de trabajo- en Amsterdam es una experiencia muy agradable, siempre que uno sepa cuidar de su billetera en el tren que enlaza el aeropuerto internacional con el centro de la ciudad, y evidentemente, si no se tienen deseos que freirse las neuronas en las salas legales de marihuana. El turista criollo, muchas veces incauto y desinformado, se limita a la visita al museo dedicado a van Gogh, o a rastrear la casa de Rembrandt,  en vez de dedicarle un día entero al espectacular museo de la ciudad, porque a van Gogh se le puede ver en casi todo museo respetable en el mundo, especialmente si se es chavista y con dinero malhabido para viajar (aunque seguramente esto de los museos le interesa bien poco).

Por supuesto que Holanda no solo es su capital, porque sus ciudades y pueblos están llenas de encanto (y museos), largas costas para pasear en dias veraniegos, y hasta una región (Frisia) cuya variante del idioma holandés se parece mucho al inglés. A ese turista hay que recordarle, en estos tiempos de frivolidad y estulticia global, que verá muchos fumaderos legales de yerba, pero que ese machiche, que ahora se legaliza en todas partes y que goza de un auréola de glamour por parte de sus consumidores y de political correctness por parte de quienes facilitan su uso masivo y legal, aparte de un buen cáncer de pulmón –como todo humo raro que pueda inhalarse- pues es causa de Alzheimer prematuro, y para el opositor al régimen de Maduro-Castro, pues además le recordará las andanzas del general liberado.

No sabemos entonces, si este país, que acoge a organismos tan importantes como la Corte Internacional de La Haya, ha decidido soltar al general porque tiene una clase política con las neuronas fritas de tanta inhaladera, porque el general le recordó su alma de país contrabandista, o porque se dejó de farsas derivadas de su pasado imperial, y en vez de utilizarlo para reformular su presencia en el mundo, -cambiando su esencia de crueldad y explotación por ser ejemplo de legalidad y ética internacional-, para vivir cobardemente a la sombra de quien parece será el nuevo mandamás: el de las cejas sobre los ojos rasgados.

Y eso de vivir a la sombra del mandamás, esperando las migajas, es lo que han estado haciendo millones de chavistas durante quince años.

Como buenos holandeses.



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