Lina, Chávez y Globovisión
Escrito por Antonio Sánchez García | @sangarccs   
Lunes, 10 de Agosto de 2009 20:55

alt La “compañera” Lina Ron está en la cárcel. ¿Montaje inescrupuloso de una farsa o realidad de un proceso autocrático? Para responderlo con la divertida sentencia atribuida a Carlos Andrés Pérez, pero que en este caso expresa la verdadera situación: ni lo uno ni lo otro, sino todo lo contrario.

El encarcelamiento de Lina Ron es una farsa que encubre una realidad: la de los tiempos disímiles y contradictorios con que el régimen avanza hacia el establecimiento de una dictadura totalitaria. La de la heterogeneidad de los componentes con los que cuenta. La diacronía de los tiempos con que cada sector y cada personalidad que participa de la tribu del asalto al Poder comprenden los compromisos de acción.


Ya Lenin previno contra los desafueros impulsivos y espontaneistas del ala extremista e irracional del movimiento revolucionario en su famoso opúsculo: El izquierdismo, enfermedad infantil del comunismo. Allí afirmaría que “la dictadura del proletariado es necesaria, y la victoria sobre la burguesía es imposible sin una lucha prolongada, tenaz, desesperada, a muerte, una lucha que exige serenidad, disciplina, firmeza, inflexibilidad y una voluntad única.” Lina Ron es la cabal expresión del izquierdismo más extremo del chavismo, como lo son los miembros de los colectivos que conforman sus tropas de asalto: desde la Piedrita hasta los Tupamaros. Como Diosdado Cabello es la cabal expresión de la boliburguesía de su derecha. Chávez es el Bonaparte que debe dirigirlos y conciliarlos, sometiéndolos al único proyecto válido: montar una tiranía bajo su control omnímodo y exclusivo. Aparentemente del pueblo, como lo cree Lina Ron: realmente de su absoluta y única propiedad, como lo sabe Diosdado Cabello.


No se trata, pues, de que desapruebe el respaldo pleno que advierte en su amada compañera. Se trata de evitar que precisamente ahora, cuando el proceso sufre un agudo desgaste y cruza el campo minado de la decadencia, comienza el rápido despegue de los sectores populares del mesianismo clientelar, se aísla internacionalmente y crecen las fuerzas opositoras, afincándose sus liderazgos cada día más en el corazón del pueblo democrático venezolano, se precipite una acción impulsiva llevada a cabo por los francotiradores de la revolución, cortando por el atajo del decisionismo más brutal y responda con bombas lacrimógenas, armas largas y granadas a los subliminales o expresos llamados a la violencia del teniente coronel.


Del dicho del caudillo al hecho revolucionario  hay mucho trecho: comprender que ese trecho debe ser transitado con férrea disciplina y orden militar, es la obligación rojo rojita del momento. Abrir otros frentes que los que el comandante ordena, es un error que podría acarrear graves consecuencias. Incluso hundir el proceso. ¿Cerrar 35 emisoras siguiendo un plan perfectamente preestablecido, bajo órdenes del caudillo y la mano militar de Diosdado,  mientras simultáneamente la zarrapastra de la marginalidad revolucionaria le cae  a saco por el flanco de su extrema izquierda a Globovisión? Imposible. El paso adelante en el avance del totalitarismo podría empantanarse por un error de interpretación de una compañera “demasiado generosa e impulsiva”.
nbsp;   Esa es la realidad. ¿Cómo enfrentarla? Con una farsa. Al encarcelarla por cometer un acto de indisciplina revolucionaria el desliz se convierte en acierto: el régimen se lava con su mano derecha lo que está haciendo contra los medios con su mano izquierda. Y el acto insensato de la revolucionaria oxigenada en excelente pretexto para lavarle la cara al totalitarismo mediático del teniente coronel.


Los sectores extremistas de la revolución no pueden adelantarse al curso dictado por su caudillo. Una realidad que irá acrecentándose a medida que se radicalice el proceso y el gobierno se vaya hundiendo en sus contradicciones. Chávez, el derechista, será traicionado por Chávez, el izquierdista. ¿Cuál de ambos esquizofrénicos componentes terminará ganando la partida? ¿Lina Ron o Diosdado Cabello? Ninguno de los dos. Se hundirán esposados, como un matrimonio mal avenido.


Lo cierto es que el régimen comienza un inevitable declive. Lina, sin quererlo, ha ayudado a hundirlo. Le ha hecho un inmenso favor a Globovisión y un flaco servicio a su amo. Mucho más pronto de lo que se imagina, Chávez tendrá que optar por precipitar el camino. Allí lo esperaremos: en la bajadita.


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