El delito de Escobar… y el de Seijas
Escrito por Guillermo Martín | @guimarcastel   
Martes, 21 de Junio de 2016 05:46

altQuizás se preguntarán si este articulista se equivocó de portal o qué hace un politólogo hablando de fútbol. Aunque ciertamente este espacio no fue concebido para escribir sobre fútbol

u otros deportes, hay momentos en los cuales debo referirme a mi deporte preferido. Ahora me tomo esta licencia porque hay muchas señales de alerta que han sido ignoradas por demasiado tiempo.

No en balde, William “Bill” Shankly (1913-1981), el hombre que sacó al Liverpool del infierno de la segunda división en 1962 y lo convirtió en referencia de la liga inglesa, sentenció en cierta ocasión: “El fútbol no es cuestión de vida o muerte. Es algo mucho más serio”. De hecho, el célebre técnico escocés fue un gran motivador: no sólo colocó en su estadio el letrero “This is Anfield” e impuso el uniforme rojo como rasgo característico, sino que conquistó tres ligas inglesas y cinco copas nacionales; además su asistente y sucesor, Robert “Bob” Paisley (1919-1996), fue quien hizo al Liverpool grande en Europa.

Jamás pensó Shankly que aquella afirmación tan dramática sería llevada al extremo por los “hooligans” (fanáticos antisociales) del Liverpool. Las tragedias de los estadios “Heysel” (Bélgica, 1985) y “Hillsborough” (Inglaterra, 1989), con saldos respectivos de 39 y 96 muertes, lo evidencian. Una cosa es animar a su equipo con el himno “You’ll never walk alone” (“Nunca caminarás solo”); otra, ver a los fanáticos de los equipos rivales como enemigos mortales.

Como se ha visto en las ciudades francesas donde se realiza la Europa, los fanáticos radicales no son exclusivos de Inglaterra; los rusos, croatas, turcos, húngaros y belgas también han protagonizado incidentes lamentables, dentro o fuera de los estadios. Sin embargo, el refranero nos advierte: “mal de muchos, consuelo de tontos” y “cuando veas las barbas de tu vecino arder, pon las tuyas en remojo”.

1.- Violencia y fútbol
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), se entiende por violencia: “El uso deliberado de la fuerza física o el poder, ya sea en grado de amenaza o efectivo, contra uno mismo, otra persona o un grupo o comunidad, que cause o tenga muchas probabilidades de causar lesiones, muerte, daños psicológicos, trastornos del desarrollo o privaciones”.
En otras palabras, la violencia puede ser interpersonal (intrafamiliar), autoinfligida (suicida) o colectiva. Esta última es definida por la OMS como “…el uso instrumental de la violencia por personas que se identifican a sí mismas como miembros de un grupo frente a otro grupo o conjunto de individuos, con el fin de lograr objetivos políticos, económicos o sociales”.
De modo que la violencia colectiva comprende tanto conflictos armados (guerra internacional o civil) como represión, genocidio, violaciones a los derechos humanos, terrorismo y crimen organizado. Entre las modalidades de violencia colectiva, se cuenta la actividad de los “hooligans” o “barras bravas” (por ejemplo, en Argentina y México), es decir, fanáticos radicales que alteran el orden público y agreden a los seguidores de equipos rivales.
Nótese que tanto el cuju chino como el calcio florentino eran ancestros del fútbol donde cada equipo recreaba un ejército; por tanto, el partido era un entrenamiento militar o un enfrentamiento “deportivo” para resolver algún diferendo. Incluso el “fútbol” callejero francés o inglés era una batalla campal en la vía pública, sin más reglas que llevar el balón desde un punto a otro del campo o la ciudad.
Entonces, si el fútbol, cuyos equipos son integrados como ejércitos (retaguardia o defensa, mediocampo o Estado mayor, y vanguardia o delantera), representa un combate simbólico, ¿acaso se justifica la violencia? La respuesta es no. Desde que la International Football Association Board (IFAB) reglamentó el fútbol a fines del siglo XIX, civilizó su práctica, convirtiéndolo en deporte aficionado y luego profesional.

2.- Violencia colectiva y chivos expiatorios
2.1.- La Colombia de Escobar
Desde fines de los setenta hasta mediados de los noventa, los cárteles de Cali y Medellín lavaron mucho dinero en la liga colombiana. Aquella fue la época del “narcofútbol” cuando el clan Rodríguez Orejuela y Pablo Escobar financiaron las nóminas de los equipos que alcanzaron cuatro subcampeonatos y una Copa Libertadores de América.
De aquellos Deportivo Cali, América de Cali o Atlético Nacional de Medellín surgió la base de la selección Colombia, la cual destacó en la Copa América 1987 o el Mundial Italia 1990. No obstante, el punto de inflexión del equipo cafetero fue el 5 de septiembre de 1993: la goleada a domicilio (0-5) que le infligió a una Argentina huérfana de Diego Maradona.
Pese a la inmensa alegría que irradiaba la selección, pocos días después fue secuestrado el hijo de uno de sus integrantes, el “Chonto” Herrera. Tal vez esto sería el primer síntoma de cómo la cultura de la violencia –esa del narcotráfico, la guerrilla y los paramilitares- arrasaría con lo que hasta 2014 se consideró la mejor generación de futbolistas colombianos.
Vista por muchos como favorita al título mundial, Colombia fue eliminada en la primera ronda de Estados Unidos 1994. Pero casi nadie conocía la tormenta que se vivía en el vestuario: tras la derrota ante Rumania (1-3), el técnico “Pacho” Maturana fue advertido de que, si lo quería vivo, no alinease a “Barrabás” Gómez contra Estados Unidos. Agobiados por amenazas de apostadores y mafiosos, los colombianos cayeron de nuevo; sí, 2-1 ante Estados Unidos y con autogol del “Caballero del fútbol”, el defensa Andrés Escobar, quien era vinculado con el Milán de Capello, campeón de Europa. El triunfo contra Suiza (2-0) no sirvió de nada.
Dos semanas más tarde, en un estacionamiento de Medellín, tras ser insultado por los hermanos Gallón Henao, cercanos al narcotráfico, su guardaespaldas baleó a Escobar. Entre las hipótesis con más fuerza, se manejó la venganza de apostadores por el autogol que costó la eliminación.

2.2.- La Venezuela violenta y la “Vinotinto”
A diferencia de Colombia, que cuenta con una Copa América (2001) y dos trofeos Libertadores de América (Nacional de Medellín, 1989 y Once Caldas, 2004), y ha participado en cinco campeonatos mundiales de fútbol (1962, 1990, 1994, 1998 y 2014), Venezuela carece de tradición futbolística.  
Último país en participar en las eliminatorias de la Confederación Suramericana de Fútbol (CONMEBOL), Venezuela es el único de sus 10 miembros que jamás ha clasificado a un mundial absoluto; la “Vinotinto” apenas cuenta con una participación en el torneo olímpico de Moscú 1980, junto a Colombia, debido a la deserción de Argentina, que apoyó el boicot de Estados Unidos. En años recientes, los seleccionados juveniles masculino y femenino han clasificado a los mundiales sub-17 y sub-20, pero ese buen momento no ha trascendido al combinado mayor.
No obstante, Venezuela sí comparte con Colombia el estigma de la violencia: un promedio de tres asesinatos por hora, un sinnúmero de secuestros, atracos y extorsiones; e incluso linchamientos. En nuestro país, algunos niños “vacacionan” en las cárceles e idolatran a criminales de alta peligrosidad.
Mientras tanto la violencia colectiva (insultos, peleas y botellazos) se ha ido enquistando en los escenarios deportivos, ya sea estadios de béisbol (Caracas-Magallanes, Caracas-Aragua) y fútbol (Táchira-Caracas, Lara-Táchira, Zamora-Caracas), o canchas de baloncesto (Caracas-Anzoátegui, Guayana-Anzoátegui).
Por otra parte, también a nivel de selecciones, cabe citar un nefasto antecedente: la violencia verbal contra Lituania durante el torneo de reclasificación al campeonato olímpico de baloncesto 2012, celebrado en Caracas. Entonces Venezuela, que impuso las reglas en calidad de anfitrión, fue eliminada en primera ronda tras vencer a Nigeria y caer ante Lituania por amplio margen. Dado que clasificaban dos selecciones por grupo e importaba la diferencia de tantos, Lituania optó por rotar a sus jugadores y caer con Nigeria por pocos puntos, asegurándose el primer lugar con el mínimo esfuerzo. Para nuestra fanaticada inmadura, Lituania debía “ayudar” a Venezuela, eliminando a Nigeria; por ende, cada vez que se escuchaba el himno lituano, el público venezolano lo abucheaba.
Volviendo al fútbol, debido al incremento de incidentes violentos durante esta década, la Asociación de Clubes Profesionales de Venezuela se reunió con la Asamblea Nacional en 2015 y fue aprobado el proyecto de Ley contra la violencia en el deporte en primera discusión, cuyo texto de 51 artículos no pudo ser consultado antes de esta publicación. El proyecto fue rescatado por la actual legislatura en febrero pasado; sin embargo, aún espera por un nuevo debate y la sanción correspondiente. Más allá de eso, la asociación ha emprendido la campaña #FutVeSinViolencia vía medios electrónicos.

2.2.1.- Seijas, el chivo expiatorio de la Copa América “Centenario”
El 2 de diciembre de 2015, durante la definición por penales de la final de la Copa Sudamericana, Luis Manuel Seijas, del Independiente Santa Fe, imitó el cobro de Antonin Panenka que dio la Eurocopa 1976 a la extinta Checoslovaquia ante Alemania Federal. Lo hizo frente al Huracán argentino y se lució.
Ahora, en cuartos de final de la Copa América, con Venezuela perdiendo 2-0 ante Argentina, luego de errores infantiles y en pleno asedio al marco albiceleste, Seijas quiso lucirse de nuevo. El problema es que el cuerpo técnico de Argentina, bicampeón mundial y olímpico, además de 14 títulos suramericanos, sí estudió el modo de patear penales de cada potencial cobrador venezolano; lógicamente el arquero Sergio Romero sólo tuvo que esperar un balón “picado” al centro…

A muchos fanáticos poco les importó que varios jugadores de la selección absoluta hayan contribuido a financiar el viaje de los combinados femeninos sub-17 y sub-20 a los mundiales respectivos. Tampoco tomaron en cuenta que esta selección mayor está en plena reconstrucción y que casi no ha tenido presupuesto para juegos amistosos con equipos competitivos, u olvidaron que la Federación Venezolana sigue afectada por el escándalo de la Federación Internacional de Fútbol Asociado (FIFA).

Todo eso es irrelevante para los ingratos. Así como los apostadores y mafiosos colombianos sentenciaron la muerte de Escobar por un autogol en 1994, ahora las redes sociales han sido inundadas por graves amenazas e insultos contra Seijas y su progenie. Ojalá que no haya desquiciados buscando atentar contra Seijas por el “delito” de no anotar un gol; lo lamentable es que ya ha sufrido un linchamiento moral.

@guimarcastel




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